NUEVA YORK (AP) — Don McLean ha escuchado durante décadas a la gente cantar su clásica “American Pie” al final de una fiesta o en el karaoke, y aplaude el esfuerzo.
“He oído compases enteros estallar en esta canción cuando he estado al otro lado de la sala”, dice McLean a The Associated Press desde un autobús de gira rumbo a Des Moines, Iowa. “Y están tan felices de cantarla que me di cuenta: 'Realmente ya no tienes que preocuparte por lo bien que cantas esta canción. Incluso mal cantada, la gente está muy contenta con eso’”.
Contenta podría ser un eufemismo. “American Pie” es considerada una obra maestra y se ubica entre las cinco mejores canciones del siglo compiladas por la Asociación de la Industria Discográfica de Estados Unidos (RIAA, por sus siglas en inglés) y el Fondo Nacional de las Artes.
McLean, y su singular melodía sobre “el día en que murió la música”, ahora son el tema de un largometraje documental, “The Day the Music Died: The Story of Don McLean’s ‘American Pie’”, que se estrena el martes en Paramount+.
Es material obligatorio para los fanáticos de McLean o cualquiera que se haya maravillado con su tesoro sónico. También representa un modelo de película elegante para futuras inmersiones profundas en una canción y su relevancia cultural más amplia.
Para aquellos que se han preguntado acerca de la letra que cantan a todo pulmón en bares y autos, McLean comparte los secretos. “Eso fue lo divertido de escribir la canción”, dice a la AP. “Estaba despierto por la noche, sonriendo y pensando en lo que iba a hacer con esto”.
El documental comienza cuando un avión monomotor que transportaba a Buddy Holly, Ritchie Valens y Jiles P. Richardson, el “Big Bopper”, se precipitó en un campo de maíz al norte de Clear Lake, Iowa, el 3 de febrero de 1959, matando a las tres estrellas de la música y su piloto.
McLean tenía 13 años y vivía en una casa en New Rochelle, un suburbio de clase media en Nueva York, cuando ocurrió el accidente. Tenía asma bronquial, lo que provocó su descripción de sí en “American Pie” como “un adolescente broncíneo solitario”. La “tienda sagrada” de la que canta era House of Music en Main Street, donde compró discos y su primera guitarra.
El joven McLean era un repartidor de periódicos — “cada periódico que entregaba”, dice la canción — y adoraba a Elvis, Gene Vincent, Bo Diddley, pero especialmente a Holly, cuya muerte lo afectó profundamente. “Estaba en shock absoluto. Puede que haya llorado de verdad”, dice en la película. “No se puede intelectualizar. Me dolió".
Años más tarde, McLean sondearía ese dolor en “American Pie”, integrando su propio duelo por la muerte de su padre y escribiendo una elegía del sueño americano. Estaba creando su segundo álbum en 1971 mientras la nación era atormentada por asesinatos, protestas contra la guerra y marchas por los derechos civiles. Pensó que “necesitaba una gran canción sobre Estados Unidos”. El primer verso y la melodía parecieron salir disparados: “A long, long, time ago...” (“Hace mucho, mucho tiempo...”).
Llegó a su clímax con el enorme coro: “We were singin’, ‘Bye-bye, Miss American pie’ / Drove my Chevy to the levee, but the levee was dry / Them good old boys were drinkin’ whiskey ‘n rye / And singin’, ‘This’ll be the day that I die’”. (“Estábamos cantando, ‘Adiós, señorita pastel americano’ / Conduje mi Chevy hasta el dique, pero el dique estaba seco / Esos buenos muchachos estaban bebiendo whisky de centeno / Y cantando, 'Este será el día en que muera'”).
“Dije, 'Guao, eso es algo especial. No sé qué es, pero es exactamente lo que he querido tratar de conseguir, ese sentimiento sobre Buddy Holly durante todos estos años y ese accidente de avión”, dice McLean a la AP. “Siempre siento un tirón dentro de mí cada vez que pienso en Buddy”.
El documental de 90 minutos incluye imágenes de noticias de los años 70 y utiliza actores en las recreaciones. Las cámaras captan a McLean visitando el sagrado Surf Ballroom en Clear Lake, el último lugar donde tocaron Holly y sus compañeros antes de su vuelo fatal en 1959.
Hay entrevistas a músicos, entre ellos Garth Brooks, “Weird Al” Yankovich y Brian Wilson, así como a la hermana de Valens, Connie, y el actor Peter Gallagher, cuyo personaje en la serie “Zoey’s Extraordinary Playlist” promovió una interpretación en la pantalla de "American Pie”. La cantante británica Jade Bird, el productor cubano Rudy Pérez y el cantante cubano-estadounidense Jencarlos Canela hablan de cómo la canción ha resonado mucho más allá de Estados Unidos.
El documental revela que grabar el disco no fue precisamente un proceso sencillo. El productor Ed Freeman no estaba impresionado con el puñado de canciones de McLean y no creía que éste estuviera preparado para tocar la guitarra rítmica en “American Pie”. Finalmente cedió.
McLean, junto con algunos músicos de sesión, ensayó durante dos semanas sin lograr lo que buscaba, cada vez más frustrado. La incorporación del pianista Paul Griffin en el último minuto fue una idea genial que hizo que todo cuajara.
Pero grabar la canción fue solo el comienzo de los problemas que se avecinaban. Con sus más de 8 minutos, las estaciones de radio se negaron a tocarla, y el sello discográfico de McLean, Media Arts, quebró justo cuando lanzó el álbum “American Pie”.
Después de ver el documental, McLean notó un hilo conductor en su carrera: “Tuve que pelear tantas batallas para hacer esto, para lograrlo todo. He estado peleando con todo el mundo toda mi vida”, dice. “No soy difícil. Solo quiero las cosas como las quiero”.
“American Pie” está repleta de referencias culturales, desde Chevrolet hasta canciones de cuna, mientras menciona a The Byrds, John Lennon, Charles Manson y James Dean. La letra, onírica e impresionista, ha sido estudiada y diseccionadas durante décadas en busca de significado.
El documental responde algunas preguntas, pero no todas. McLean revela que sus referencias oblicuas a un rey y un bufón no tienen nada que ver con Elvis o Bob Dylan, pero está abierto a otras interpretaciones. Explica que la “banda de música” se refiere al complejo militar-industrial y el “perfume dulce” al gas lacrimógeno.
La línea del estribillo “este será el día en que muera” proviene de la película de John Wayne “The Searchers” ("Más corazón que odio"), y la despedida es un riff de “Bye Bye, My Roseanna”, una canción que cantaba su amigo Pete Seeger. McLean iba a usar “Miss American apple pie" (Señorita pastel de manzana americano”), pero dejó la fruta fuera.
El final de la canción pide “buenas noticias”, un eco del primer verso, pero no hay ninguna. Los tres hombres que McLean más admira, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, “tomaron el último tren para la costa”, es decir, Los Ángeles. “Incluso Dios ha sido corrompido”, dice McLean en la película.
“Estaba contento de abrirse porque él y su manager pensaron que era el momento de hacerlo y esta era la plataforma para hacerlo”, dice el productor musical y compositor Spencer Proffer, director ejecutivo de la productora de medios Meteor 17 que ayudó a hacer la película. “Me quito el sombrero ante Don por escribir algo tan magnífico. Mi trabajo era darle vida”.
Para McLean, la canción es un esbozo de su mente en ese momento y un homenaje a sus influencias musicales, pero también una hoja de ruta para futuros estudiantes de historia.
“Si hace que los jóvenes empiecen a pensar en Buddy Holly, en el rock ‘n’ roll y esa música, y luego les enseña qué más sucedió en el país, tal vez miren un poco de historia, tal vez pregunten por qué le dispararon a John Kennedy y quién lo hizo, tal vez pregunten por qué les dispararon a todos nuestros líderes en la década de 1960 y quién lo hizo, tal vez comiencen a analizar la guerra y su estupidez. Si eso pudiera suceder, entonces la canción realmente tiene un propósito maravilloso y positivo”.
___
Mark Kennedy está en Twitter como http://twitter.com/KennedyTwits