NANJUA, Mozambique (AP) — Huyendo de decapitaciones, tiroteos, violaciones y secuestros, cerca de un millón de personas están desplazadas por la insurgencia extremista islámica en el norte de Mozambique.
La ola de violencia yihadista en la provincia de Cabo Delgado, que dura ya cinco años, ha causado la muerte de más de 4.000 personas y ha echado por tierra inversiones internacionales por valor de miles de millones de dólares.
En una extensión de tiendas de campaña en mal estado y cabañas con techo de paja en torno a Nanjua, una pequeña ciudad en el sur de la provincia de Cabo Delgado, varios cientos de familias buscan seguridad frente a la violencia. Dicen que sus condiciones son sombrías y que la ayuda alimentaria es escasa, pero que tienen miedo de volver a casa debido a la continua violencia de los rebeldes, que ahora se llaman Provincia de Mozambique del Estado Islámico.
Sin embargo, a más de 1.600 kilómetros (1.000 millas) al sur, los funcionarios del gobierno en la capital, Maputo, dicen que la insurgencia está bajo control y animan a los desplazados a volver a sus hogares y a las empresas energéticas a reanudar sus proyectos.
“Los terroristas están en fuga permanente”, aseguró el presidente mozambiqueño Filipe Nyusi a los inversores en la Cumbre de Energía y Gas de Mozambique, celebrada en Maputo en septiembre. Instó a los ejecutivos internacionales del sector de la energía a reanudar las obras de sus proyectos de gas natural licuado, que estaban paralizados.
El ejército y las fuerzas policiales de Mozambique, respaldados por tropas de Ruanda y el apoyo de una fuerza regional de la Comunidad de Desarrollo de África Austral, han logrado contener la rebelión extremista, según las autoridades.
“Estos lugares se han normalizado y los civiles están volviendo”, declaró este mes el general de brigada ruandés Ronald Rwivanga al periódico ruandés The New Times, afirmando que la vida normal está volviendo al distrito de Palma.