WASHINGTON (AP) — Con el viento en contra y bajo el peso de la historia, los demócratas consiguen un sufrido empate con los republicanos en una sorprendente jornada electoral de mitad de mandato.
Muchos demócratas llegaron al día de las elecciones pensando en qué tan graves podrían ser sus derrotas y meditando sobre cómo explicarlas. Para el miércoles, pasaron rápidamente a adoptar una postura optimista de que podrían conservar la mayoría de votos en el Senado, a celebrar victorias en contiendas clave en distintas gubernaturas y conscientes de que aún no se había declarado el control de la Cámara de Representantes.
A los republicanos no les quedó más que refunfuñar sobre la “calidad de sus candidatos”. Varios de ellos se negaron a reconocer sus derrotas en contiendas que The Associated Press había declarado a favor de sus adversarios.
Podrían pasar semanas antes de conocerse las cifras definitivas. Aún existe la posibilidad de que los republicanos tomen el control unificado del Congreso, encogiendo de inmediato las ambiciones del presidente Joe Biden para los próximos dos años. Las profundas divisiones políticas del país quedaron a la vista de todos.
Los demócratas tenían mucho que celebrar por la mañana. Pero mientras suspiraban de alivio y los republicanos se lamentaban por las victorias que no se materializaron, había problemas más grandes que ambos partidos necesitaban atender... y pronto.
Por el lado de los republicanos, Donald Trump y sus políticas cargadas de conspiraciones quedaron nuevamente expuestos como un problema, uno que en esta ocasión posiblemente le impidió a su partido sumar más victorias en una elección nacional. En lugar de celebrar un tsunami rojo el miércoles, los republicanos se enfrentaban a una nueva ronda de luchas intestinas en cuanto al papel de Trump dentro del Partido Republicano y la ola roja que nunca llegó.
“Todos los republicanos del país despertaron esta mañana con náuseas”, dijo el estratega republicano David Urban, un exasesor de Trump. “Vive por Trump. Muere por Trump”.
Qué tan exagerada es esa evaluación se sabrá en las próximas semanas, comenzando con el próximo martes, día en el que Trump prometió un anuncio “importante”. La mayoría de las evidencias disponibles muestran que sigue siendo la figura más influyente de su partido.
Considerando el ambiente político y económico, no debía ser difícil que los republicanos consiguieran importantes victorias el martes. Los sondeos mostraban que los votantes eran sumamente pesimistas en cuanto al estado de la economía y el rumbo del país. Los índices de aprobación de Biden eran anémicos. Y la historia daba claros indicios de que el partido en la Casa Blanca sería el blanco del descontento de los votantes.
Pero los candidatos que recibieron el apoyo de Trump fracasaron en muchos de los estados clave.
En Pensilvania, los demócratas ganaron contiendas para el Senado y la gubernatura contra un par de candidatos leales a Trump que se alinearon con sus mentiras sobre la elección de 2020. El demócrata John Fetterman logró dejar atrás las preocupaciones sobre su estado de salud y sus políticas progresistas para vencer a Mehmet Oz, un famoso médico al que Trump eligió de entre varios candidatos en las primarias. Doug Mastriano, un defensor de Trump, se enfilaba hacia una abultada derrota en las elecciones por la gubernatura.
La representante por Colorado Laruen Boebert, una de las principales defensoras de Trump en el Congreso, seguía enfrascada en una apretada batalla mientras se contabilizaban los últimos votos.
La situación era muy similar en Georgia, en donde el candidato elegido por Trump para el Senado, el exastro de la NFL Herschel Walker, iba prácticamente empatado con el senador demócrata Raphael Warnock incluso después de que el gobernador republicano Brian Kemp, a quien Trump se opuso, ganó fácilmente la reelección.
“Claramente, perdimos contiendas que debimos haber ganado porque Trump eligió a los candidatos equivocados”, dijo el estratega republicano Alex Conant. “Georgia debía ser algo seguro”.
“El desafío para Trump”, añadió, “es que con cada derrota, la oposición a él se hace más fuerte”.
En efecto, así era. Mientras los candidatos respaldados por Trump fracasaban, el gobernador de Florida Ron DeSantis, un posible rival presidencial para 2024 que no contó con el apoyo del expresidente, se anotó una contundente victoria.
Pero para los demócratas, una noche electoral que no fue tan mala no es lo mismo que una muy buena.
Con varias contiendas clave aún por definirse, el Partido Republicano aún podría obtener el control de la Cámara de Representantes para los próximos dos años de la presidencia de Biden. Y con ello, el Partido Republicano podría bloquear la aprobación de varias iniciativas importantes, al tiempo que pone en marcha investigaciones independendientes, e incluso juicios políticos.
Y aunque los demócratas evitaron una paliza política, algunos de los lugares que perdieron dejaron expuestas las profundas divisiones en la coalición de diversidad racial y clase trabajadora que los ha llevado de la mano hacia la victoria durante años. Podrían pasar semanas, o incluso meses, antes de que se conozca la magnitud de estas divisiones, pero no hay duda de que existen.
Un claro ejemplo es el condado de Miami-Dade, en el sur de Florida, un lugar predominantemente hispano que durante años fue un bastión demócrata pero que el republicano DeSantis ganó en camino a su reelección. Sin Miami-Dade, los demócratas no tienen muchas opciones de triunfo en un estado que nunca había tenido una clara preferencia política en los comicios presidenciales.
“Esa es la realidad. Existe un universo de latinos y afroestadounidenses que están votando por los republicanos en los máximos niveles por distintas razones”, dijo el encuestador demócrata John Anzalone, quien incluye a Biden entre sus clientes.
Los demócratas también perdieron a votantes en los suburbios en Nueva York y Virginia. En otros distritos, sus candidatos sacaron apretadas victorias en lugares que Biden había ganado fácilmente. Perdieron comunidades hispanas en el sur de Texas. Y perdieron regiones de clase trabajadora en el centro-norte del país, incluyendo en Ohio, donde el demócrata moderado Tim Ryan no pudo derrotar al republicano JD Vance, quien contaba con el apoyo de Trump.
En general, muchos demócratas tuvieron problemas para encontrar un mensaje claro y atractivo, pasando del aborto a la economía al Seguro Social y de nuevo al aborto.
Incluso antes del cierre de casillas, Third Way, un grupo encabezado por demócratas moderados, emitió una inquietante advertencia en cuanto a lo dañada que estaba la marca del partido.
“Si bien puede ser reconfortante atribuir cualquier derrota en las elecciones de mitad de mandato exclusivamente a las tendencias históricas... hay un problema mucho más profundo en juego”, escribió Third Way en un memo. “En definitiva, no hay forma de que los demócratas construyan y mantengan coaliciones ganadoras sin reparar su marca dañada, incluso en una era en la que los candidatos republicanos son cada vez más extremistas y los derechos fundamentales de la mujer están a votación”.
A pesar de estas preocupaciones, la historia deja entrever que los demócratas debieron tener una jornada mucho peor.
El Partido Republicano de Trump perdió 40 escaños en la cámara baja durante las elecciones de mitad de mandato de 2018. El partido del expresidente Barack Obama cedió 63 en 2010. Remontándose a 1934, el partido que ocupa la Casa Blanca ha perdido un promedio de 28 bancas en la cámara baja y cuatro en el Senado.
“No podemos dejar que ganen los quejosos y mequetrefes”, dijo Anzalone. “Si enfrentas obstáculos históricos y debiste sufrir derrotas significativas, pero lograste que estas contiendas fueran increíblemente reñidas, entonces hay muchas disputas clave en donde el mensaje demócrata está teniendo efecto”.