En todo Mariúpol, los trabajadores rusos demuelen edificios bombardeados a un ritmo de al menos uno por día, y se llevan cuerpos destrozados con los escombros.
Convoyes militares rusos recorren las amplias avenidas de lo que rápidamente se está convirtiendo en una ciudad guarnición, y soldados, constructores, administradores y médicos rusos están reemplazando a las decenas de miles de ucranianos que han muerto o se han ido.
Muchos de los nombres ucranianos de las calles de la ciudad están siendo cambiados a otros de la época soviética: la Avenida de la Paz que atraviesa Mariúpol se llamará Avenida Lenin. Incluso el amplio letrero que anuncia el nombre de la ciudad a su entrada ha sido “rusificado”, repintado con el rojo, blanco y azul de la bandera rusa y la ortografía rusa.
Ocho meses después de que Mariúpol cayera en manos rusas, Rusia está erradicando de allí todos los vestigios de Ucrania, junto con la evidencia de crímenes de guerra enterrada en sus edificios, como el famoso Teatro Dramático, cuya demolición comenzó el jueves. Las pocas escuelas abiertas enseñan un plan de estudios ruso, las redes telefónicas y de televisión son rusas, la moneda ucraniana está extinguiéndose y ahora Mariúpol está en la zona horaria de Moscú. Sobre las ruinas de la antigua Mariúpol se está levantando una nueva ciudad rusa, con materiales de al menos una empresa europea, halló The Associated Press.
Pero la investigación de la AP sobre la vida en la Mariúpol ocupada también resalta lo que sus residentes ya saben muy bien: No importa lo que hagan los rusos, construyen sobre una ciudad de muerte. En ella hay más de 10.000 tumbas nuevas, encontró la AP, y el número de muertos podría ser tres veces mayor que una estimación temprana de al menos 25.000. La antigua ciudad ucraniana también se ha vaciado, y hay planes rusos de demoler más de 50.000 viviendas, calculó la AP.
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Los periodistas de The Associated Press fueron los últimos representantes de un medio internacional en Mariúpol en escapar de los fuertes ataques con proyectiles en marzo, antes de que las fuerzas rusas tomaran la ciudad. Esta es la historia de lo que ha ocurrido desde entonces. La AP volvió a contactar a muchas personas cuyas tragedias fueron captadas en fotos y videos durante los días más mortíferos del asedio ruso.
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La muerte rodea a Mariúpol en los cementerios que crecen rápidamente en sus afueras, y su hedor perdura sobre la ciudad entrado el otoño. Atormenta los recuerdos de los sobrevivientes, en Mariúpol y en el exilio.
Cada uno de las docenas de residentes con los que la AP habló conocía a alguien que murió durante el sitio de Mariúpol, que comenzó con la invasión del 24 de febrero. Hasta 30 personas llegan a la morgue cada día con la esperanza de localizar a un ser querido.
Lydya Erashova vio morir a Artem, su hijo de 5 años, y a su sobrina Angelina, de 7 años, después de un ataque ruso con proyectiles en marzo. La familia enterró apresuradamente a los pequeños primos en una tumba improvisada en un jardín y huyó de Mariúpol.
Regresaron en julio para sepultar bien a los niños, sólo para enterarse en el camino que los cuerpos habían sido exhumados y llevados a un almacén. A medida que se acercaban al centro de la ciudad, cada manzana estaba más desolada que la anterior.
“Es de terror. A donde mires, en cualquier dirección que mires”, dijo Erashova. “Todo es negro, está destruido”.
Ni ella ni su cuñada pudieron soportar entrar al almacén para identificar los cuerpos de sus niños. Sus esposos, que son hermanos, eligieron los pequeños ataúdes —uno rosa y otro azul— para ser colocados juntos en una sola tumba.
Erashova, que ahora se encuentra en Canadá, dijo que ningún plan de reconstrucción ruso podrá traer de vuelta lo que Mariúpol perdió.
“Nuestras vidas nos han sido arrebatadas. Nuestro hijo nos fue arrebatado”, dijo. “Es tan ridículo y estúpido. ¿Cómo restauras una ciudad muerta donde fueron asesinadas personas en cada rincón?”
HACIENDO FRENTE A LA MUERTE
La investigación de la AP se basó en entrevistas con 30 residentes de Mariúpol, incluidos 13 que viven bajo la ocupación rusa; imágenes satelitales, cientos de videos recopilados desde el interior de la ciudad, y documentos rusos que muestran un plan maestro. Tomados en conjunto, son la crónica de un esfuerzo integral para suprimir la historia y la memoria colectivas de Mariúpol como ciudad ucraniana.
Mariúpol estuvo en la mira del Kremlin desde el primer día de la invasión. A sólo 40 kilómetros (25 millas) de la frontera rusa, la ciudad es un puerto en el Mar de Azov y crucial para las líneas de suministro rusas.
Fue golpeada implacablemente con ataques aéreos y de artillería, y las comunicaciones se interrumpieron, así como el suministro de comida y agua. A pesar de ello, Mariúpol se negó a sucumbir durante 86 días. Para cuando los últimos combatientes ucranianos escondidos en la acería de Azovstal se rindieron en mayo, Mariúpol se había convertido en un símbolo de la resistencia ucraniana.
Esa resistencia se logró a un precio muy alto. La minuciosidad de la destrucción de Mariúpol por parte de Rusia todavía puede verse hoy. Videos tomados en toda la ciudad e imágenes satelitales muestran que las municiones han dejado su huella en casi todos los edificios de sus 166 kilómetros cuadrados (64 millas cuadradas).
Amplios sectores de la ciudad están desprovistos de color y vida, con paredes ennegrecidas por el fuego, polvo gris de demolición y árboles muertos con follaje triturado. Pero la peor destrucción que sufrió Mariúpol podría medirse en su cifra de muertos, que nunca se conocerá por completo.
Un análisis de la AP de imágenes satelitales tomadas durante los últimos ocho meses de ocupación muestra 8.500 tumbas nuevas tan sólo en el cementerio de Staryi Krym, de la periferia, con posiblemente varios cuerpos debajo de cada montículo. Hay al menos otros tres cementerios de fosas en varias partes de la ciudad, incluido uno creado por los propios ucranianos al comienzo del asedio.
En total, cuando menos hay 10.300 tumbas nuevas esparcidas por Mariúpol, según la metodología de la AP, confirmada por tres patólogos forenses con experiencia en fosas comunes. Miles de cuerpos más probablemente ni siquiera llegaron al cementerio.
En mayo, cuando la ciudad cayó finalmente, el gobierno municipal en el exilio estimó que cuando menos 25.000 personas habían muerto. Pero al menos tres personas en la ciudad desde junio dicen que el número de muertos es el triple de eso o más, con base en conversaciones con trabajadores que documentan la recolección de cadáveres en las calles para las autoridades rusas de ocupación.
Svitlana Chebotareva, una residente de Mariúpol que huyó en marzo, dijo que su vecino murió en un apartamento cercano y que su cuerpo todavía está allí. Chebotareva regresó a casa este otoño sólo el tiempo suficiente para recuperar sus pertenencias, ya que los residentes son libres de ir y venir siempre y cuando pasen los puntos de control. Dijo que los rusos esperan recibir gratitud con su oferta de algunos apartamentos nuevos.
“No sé cómo es posible ahora darnos ‘caramelos’ a cambio de hogares destruidos y personas asesinadas”, dijo en Kiev. “Como si hubiera algo en qué creer".
BORRAR UNA CIUDAD UCRANIANA
Los avisos están pegados con cinta adhesiva a las paredes descascaradas y agujereadas junto a la entrada, y dirigidos a los “ESTIMADOS RESIDENTES”.
Así es como quienes se quedaron en Mariúpol se enteran de que sus edificios están programados para una demolición inminente. Con frecuencia, a pesar de las ventanas rotas, las tuberías congeladas y la falta de electricidad, aún viven en su interior porque no tienen otro lugar a donde ir.
En una revisión de cientos de fotos y videos junto con documentos de las autoridades de ocupación, la AP encontró que más de 300 edificios en Mariúpol han sido o están a punto de ser demolidos. Algunos son casas individuales, pero la mayoría son bloques de apartamentos de varios pisos al estilo khrushchyovka, introducido por el líder soviético Nikita Khrushchev durante una crisis de vivienda en la década de 1960. Con unos 180 apartamentos en su interior o más, cada edificio fue diseñado para albergar a tantas familias como fuera posible.
Eso significa que, en total, las demoliciones eliminarán más de 50.000 viviendas, según cálculos de la AP.
“No hay duda, la gente no está preparada”, dijo un activista en Mariúpol, quien, al igual que todos dentro de la ciudad, solicitó el anonimato por temor a sufrir represalias. “La gente todavía vive en los sótanos. No está claro a dónde pueden ir".
Sólo los rusos manejan los escombros mismos, según otro residente de la ciudad que trabaja en los sitios. El argumento que dan es que lo hacen para evitar accidentes, agregó.
Pero Petro Andryushchenko, un asesor del alcalde de Mariúpol que está exiliado en Dnipro, cree que la verdadera razón es asegurarse de que la gente no vea cómo se llevan los cadáveres en descomposición. Dijo que muchos de los edificios, especialmente en el vecindario alrededor de la planta de Azovstal, contienen de 50 a 100 cuerpos cada uno que nunca tendrán un entierro decente. Esas muertes no serán registradas.
El número 110 de la avenida Mytropolytska es uno de los edificios en la lista de demolición de Rusia, programado para ser derribado cualquier día.
El olor a pan recién horneado aún le recuerda a la doctora Inna Nepomnyshaya su última noche de marzo en su apartamento del sexto piso allí. Cuando vio el precio de venta del pan en su ciudad sitiada, decidió hornear el suyo.
El olor permeaba el aire a la mañana siguiente cuando llegó su yerno. Era hora de irse, insistió él. Las fuerzas rusas se acercaban.
Nepomnyshaya estaba en el edificio de su hija cuando los tanques rusos llegaron al suyo el 11 de marzo al anochecer. Mientras los periodistas de la AP observaban y grababan desde el piso superior del Hospital No. 2 cercano, un tanque levantó su cañón hacia el número 110 de la avenida Mytropolytska y disparó.
El proyectil hizo añicos las paredes del apartamento de Nepomnyshaya y las de los vecinos de arriba, abajo y detrás del suyo. La mayoría de los vecinos se encontraban apiñados en el sótano, pero dos mujeres de edad avanzada, Lydya y Nataliya, no podían subir ni bajar las escaleras.
Sus cuerpos serían enterrados en el patio poco después. Semanas más tarde, un video de la AP mostró que las tumbas improvisadas todavía están allí.
Con las comunicaciones de la ciudad cortadas, Nepomnyshaya no supo del destino de su apartamento hasta que su familia hubo escapado a territorio controlado por Ucrania. Al igual que muchos que se fueron de Mariúpol, todavía habla de la ciudad en tiempo presente.
“Vivo en Mariúpol, este es mi hogar”, declaró a la luz de las velas en un café en Dnipro, otra ciudad que se quedó sin electricidad. “Esta casa era mi fortaleza, y me la arrebataron”.
En la lista de demolición también están los edificios a ambos lados. Uno fue alcanzado por al menos un ataque aéreo el 11 de marzo; los muros del otro están en ruinas.
Ahora Rusia está trabajando en el centro histórico de la ciudad. En octubre las autoridades rusas desmantelaron el monumento de Mariúpol a las víctimas del Holodomor, la hambruna organizada por los soviéticos en la década de 1930 que provocó la muerte de millones de ucranianos, según un video mostrado en la televisión rusa. También cubrieron con pintura dos murales que conmemoraban a las víctimas del ataque de Rusia a Ucrania en 2014, según muestran imágenes obtenidas por la AP.
“Pasan una cantidad excesiva de tiempo enfocados en cosas como borrar las manifestaciones de la identidad ucraniana y muy poco tiempo atendiendo las necesidades del pueblo de Mariúpol”, dijo Michael Carpenter, embajador de Estados Unidos ante la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, quien por años ha monitoreado los sucesos en el este de Ucrania. “Es realmente un experimento colonial inhumano muy brutal que se desarrolla ante nuestros ojos”.
CONSTRUYENDO UNA CIUDAD RUSA
Mientras intenta arrasar con los restos de Ucrania, Rusia ha trazado un plan para una ciudad nueva con una población nueva. En su corazón se ubicará el histórico teatro de Mariúpol, según el plan maestro reportado por primera vez por el sitio ruso The Village en agosto y visto por The Associated Press.
El majestuoso Teatro Dramático se convirtió en el principal refugio antibombas de la ciudad hasta que dos ataques aéreos rusos lo golpearon el 16 de marzo. Cientos de personas murieron, encontró una investigación de la AP, y los residentes dijeron que el sitio despidió un hedor a cadáveres durante todo el verano. Para ocultar las ruinas, las autoridades rusas colocaron una mampara tan alta que puede ser vista desde el espacio, con el contorno del teatro trazado sobre sus paneles en un recordatorio fantasmal de su vida anterior.
El jueves, el teatro mismo fue víctima de la campaña de demolición, según un video de la ciudad visto por la AP.
En los documentos rusos también hay planes para restaurar las ruinas de la arrasada acería Azovstal, el último bastión de resistencia ucraniano. Se tiene programado transformar el sitio en un parque industrial para fines del año próximo, aunque no hay señales de que hayan comenzado los trabajos.
Pero un complejo militar ruso fue levantado en un tiempo récord, según imágenes satelitales de la compañía Maxar Technologies que mostraban el enorme edificio en forma de U con el eslogan del ejército ruso estampado en el techo.
Rusia ya ha construido al menos 14 edificios nuevos de apartamentos —una fracción pequeña de la cantidad que está derribando—, y repara al menos dos de los hospitales que dañó con proyectiles. Un video obtenido por la AP mostró filas de tarimas apiladas con material aislante de la empresa danesa Rockwool, que mantiene su división en Rusia a pesar de las críticas. Los materiales de construcción no están sujetos a sanciones.
En un comunicado, Michael Zarin, vicepresidente de comunicaciones de Rockwool, dijo que los paneles aislantes se distribuyeron sin el “conocimiento ni el consentimiento” de la empresa, y que espera que sus productos ayuden a restaurar la atención médica, el calor y el refugio para los ucranianos.
Los videos no muestran muebles visibles en las ventanas de los apartamentos nuevos, y hay pocas personas en las aceras de su exterior. Sólo los pensionados, los discapacitados y los vinculados con la ocupación parecen estar recibiéndolos, según varias personas que aún se encuentran en Mariúpol.
Un hombre se inscribió en la lista en septiembre y se encontró en el puesto 11.700. Tiene amigos ubicados en el rango del número 2.000 que todavía siguen en espera, al igual que él. Y un anciano que conoce, cuyo número se ubicaba arriba del 9.000, ya se mudó a uno de los edificios nuevos.
“No sé cómo ocurre. No voy a especular”, dijo.
Sin embargo, el hombre agregó que no le parece mal la demolición de edificios que no son aptos para vivir en ellos. Ahora está relanzando con cautela su propia empresa en la nueva ciudad.
Pero los planes para una Mariúpol rusa dependen de una población que simplemente ya no existe.
Miles de exresidentes de la ciudad fueron enviados a Rusia con poca o ninguna opción, y miles más huyeron a otras zonas de Ucrania. De la antigua población de Mariúpol de unos 425.000 habitantes, sólo se quedó poco más de una cuarta parte, según cálculos de Andryushchenko.
El plan maestro ruso para Mariúpol prevé una población de 212.000 en 2022, y nuevamente de 425.000 para 2030. En este momento, aproximadamente 15.000 de las personas en Mariúpol son soldados rusos, dijo Andryushchenko, quien efectuó su cálculo a partir de la información sobre los soldados que ahora ocupan viviendas y edificios públicos. Dijo que la policía antidisturbios rusa comenzó a patrullar la ciudad para evitar las protestas por la falta de calefacción, electricidad y agua.
Videos vistos por la AP mostraban convoyes militares junto con camiones de construcción que obstruían las calles. El activista con quien la AP habló también confirmó un aumento en el número de soldados desde que las fuerzas rusas se retiraron de las regiones de Járkov y Jersón.
Los trabajadores de la construcción de Rusia no muestran señales de irse, y fue posible ver tiendas de campaña afuera del centro comercial Port City hasta el invierno. Médicos y administradores municipales también han llegado desde Rusia, según anuncios del gobierno ruso y de médicos que abandonaron la ciudad tras negarse a trabajar para las autoridades de ocupación.
“Ahora no hay una ciudad más rusa que Mariúpol”, dijo Dmitry Sablin, un legislador ruso nacido en Mariúpol, en una entrevista con medios rusos en junio después de visitar la ciudad.
El Kremlin se mueve lo más rápido posible para asegurar que los ucranianos que se quedan vean su futuro como rusos.
El 15 de noviembre, el presidente ruso Vladimir Putin le otorgó a Mariúpol el título de “Ciudad de la gloria militar” por el heroísmo de las personas a las que describió como sus defensores. El 7 de diciembre, Putin dijo que su guerra contra Ucrania había convertido al Mar de Azov en el “mar interior de Rusia”.
Esto conviene a muchos de los que se quedaron. Mariúpol siempre tuvo algunos residentes que se consideraban rusos.
“A quien no le guste, que no vuelva”, dijo una mujer.
SIN FUTURO A LA VISTA
La ocupación rusa de Mariúpol ha dividido a familias y amigos en dos categorías: Los que se quedaron y los que huyeron. Ambos lidian con lo que Mariúpol alguna vez fue y lo que será.
Cuando Ivan Kalinin escapó, dejó atrás el cuerpo de su esposa Iryna y su primer hijo nonato, ambos asesinados en el ataque aéreo ruso del 9 de marzo al hospital de maternidad. Los padres de él y los de ella se quedaron en Mariúpol.
Vio a su esposa por última vez esa mañana cuando comenzó su trabajo de parto y ella lo envió a buscar ropa y pañales. Se enteró del ataque aéreo en un bloqueo militar camino al hospital. Él y su padre encontraron el cuerpo de ella al día siguiente en otro hospital.
“Ni siquiera sé cómo lo sobreviví”, dijo en voz baja. “Bebía todos los días para quedarme dormido”.
Kalinin, quien ahora vive en Gales, no puede imaginar volver a casa. Tampoco puede imaginar la vida en ningún otro lugar.
“Es demasiado doloroso para mí estar allí. Podría regresar en algún momento; después de todo es mi ciudad natal”, añadió. “Me duermo todos los días con la esperanza de que esto sea un sueño. Y despierto con la comprensión de que es una realidad”.
Ahora Mariúpol está dividida entre Rusia y Ucrania. Algunas personas que se quedaron esperan recibir la ciudadanía rusa sólo para continuar con sus vidas. Sin embargo, la letra ucraniana ï, que no existe en ruso, está apareciendo en el graffiti en diversas partes de la ciudad, un pequeño acto de desafío en un lugar que muchos dicen está lleno de miedo.
Nepomnyshaya, cuyo apartamento fue alcanzado por un proyectil ruso, soñó recientemente que había vuelto a casa y olía a pan. Pero no está segura de si alguna vez podrá regresar ni si lo hará.
“Creo que Mariúpol será reconstruida, que será Ucrania después de todo”, dijo. “Pero sé que este olor es sólo un recuerdo”.
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Hinnant y Stepanenko informaron desde Dnipro, Ucrania. El Deeb informó desde Beirut. Tilna informó desde Leópolis, Ucrania. Marshall Ritzel en Nueva York, Michael Biesecker en Washington y Mstyslav Chernov, Jamey Keaten, Evgeniy Maloletka e Inna Varenytsia en Kiev contribuyeron a este despacho.