WASHINGTON (AP) — Cuando hace tres años comenzaron a sonar las alarmas a nivel mundial sobre la propagación de un nuevo coronavirus en China, las autoridades de Washington recurrieron a las agencias de inteligencia para saber más sobre la amenaza que representaba el virus para Estados Unidos.
Pero las alertas tempranas más útiles no provinieron de espías ni de intercepciones, según una revisión reciente del Congreso a informes clasificados de diciembre de 2019 y enero de 2020. Los funcionarios, en cambio, dependieron de informes públicos, cables diplomáticos y análisis de expertos médicos: todos ejemplos de la llamada información de inteligencia de fuentes abiertas (OSINT, por sus siglas en inglés).
Pronosticar la próxima pandemia o el próximo gobierno que caerá requerirá un mejor uso de material de fuentes abiertas, según ese informe.
“Hay pocos indicios de que las exquisitas capacidades de recopilación de la Comunidad de Inteligencia estaban generando información que fuera valiosa para los legisladores”, denunciaron los autores del reporte, realizado por demócratas en la Comisión de Inteligencia de la Cámara de Representantes.
Eso hace eco de lo que muchos funcionarios de inteligencia actuales y anteriores advierten cada vez más: el aparato de espionaje estadounidense de 90.000 millones de dólares ha quedado rezagado por no adoptar la recopilación de información de inteligencia de fuentes abiertas, a diferencia de sus adversarios, incluida China.
Esto no hace menos importante la inteligencia tradicional. Las agencias de espionaje tienen poderes únicos para penetrar las comunicaciones globales y reclutar agentes. Consiguieron un éxito de alto perfil cuando el gobierno del presidente Joe Biden hizo públicos hallazgos de inteligencia que resultaron correctos: que el presidente ruso, Vladimir Putin, tenía la intención de invadir Ucrania.
Sin embargo, a las autoridades y los expertos les preocupa que Estados Unidos no ha invertido suficientes recursos para analizar datos disponibles públicamente o aprovechar tecnologías avanzadas que pueden redituar información crucial.
Las imágenes satelitales comerciales, las redes sociales y otros datos en línea han dado a las empresas privadas y a los analistas independientes nuevos poderes para revelar secretos oficiales. Se sabe que China robó o adquirió el control de grandes cantidades de datos personales sobre ciudadanos estadounidenses. En Washington hay preocupaciones crecientes sobre la influencia de Beijing en apps utilizadas ampliamente, como TikTok.
“Las fuentes abiertas son realmente un indicador de si la comunidad de inteligencia puede proteger al país”, afirma Kristin Wood, exfuncionaria sénior de la CIA y quien ahora es directora ejecutiva de Grist Mill Exchange, una plataforma de datos comerciales. “Colectivamente, nosotros como nación no estamos preparando una defensa para las municiones que nuestros adversarios ya están almacenando”.
Las agencias de inteligencia enfrentan varios obstáculos para usar inteligencia de fuentes abiertas. Algunos son tecnológicos. Los oficiales que trabajan en redes clasificadas a menudo no pueden acceder fácilmente a internet no clasificado ni a fuentes de datos abiertos, por ejemplo. También hay preocupaciones sobre las libertades civiles y la protección de los derechos de la Primera Enmienda a la Constitución de Estados Unidos, que garantiza los derechos de libre expresión y de acción.
Pero algunos expertos también cuestionan si las agencias se ven restringidas por la creencia refleja de que la información ultrasecreta es más valiosa.
Jim Himes, representante demócrata por Connecticut y miembro de la Comisión de Inteligencia desde hace mucho tiempo, dijo que creía que necesitaba haber “algún cambio de cultura dentro de lugares como la CIA, donde la gente hace lo que hace por la emoción de robar secretos cruciales en lugar de revisar páginas de redes sociales”.
Durante una prueba en 2017 realizada por la Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial, un equipo humano compitió contra una computadora programada con algoritmos para identificar sitios de misiles tierra-aire chinos mediante imágenes comerciales.
Tanto los humanos como la computadora identificaron el 90% de los sitios, escribió Amy Zegart, profesora de la Universidad de Stanford, en el libro “Spies, Lies, and Algorithms” (Espías, mentiras y algoritmos), pero a la computadora le tomó sólo 42 minutos y al equipo humano 80 veces más.
Los informes creados mediante el uso de satélites comerciales, publicaciones en línea y otras fuentes abiertas —como los análisis diarios sobre las tácticas militares rusas y ucranianas publicados por el Institute for the Study of War (Instituto para el Estudio de la Guerra)— son leídos ampliamente por legisladores y funcionarios de inteligencia.
“Hay mucha capacidad de fuentes abiertas que la comunidad de inteligencia de Estados Unidos puede tener a su disposición”, advierte Frederick Kagan, miembro sénior del American Enterprise Institute, una organización que supervisa la creación de esos informes. “Lo que debes hacer es descubrir cómo sacar ventaja de ese ecosistema en lugar de tratar de comprarlo”.
La mayoría de las 18 agencias de espionaje de Estados Unidos tienen programas de fuentes abiertas, desde la Open Source Enterprise (Iniciativa de Fuentes Abiertas) de la CIA hasta un programa de 10 personas en el brazo de inteligencia del Departamento de Seguridad Nacional. Sin embargo, los altos funcionarios reconocen que no hay congruencia en la forma en que esos programas analizan la información de fuentes abiertas o cómo la usan y la comparten.
“No nos estamos prestando suficiente atención unos a otros, y por ello no estamos compartiendo las lecciones que las diferentes partes (de la comunidad de inteligencia) están aprendiendo, y no estamos escalando las soluciones”, admitió Avril Haines, directora de Inteligencia Nacional de Estados Unidos durante un acto del sector el año pasado y patrocinado por el grupo Potomac Officers Club. “Y no estamos sacando ventaja de parte de la experiencia, la información y el trabajo externos de los que podríamos sacar provecho”.
La Iniciativa de Fuentes Abiertas, con sede en la CIA, es la sucesora del Foreign Broadcast Information Service (Servicio de Información de Transmisiones Extranjeras), donde durante generaciones los empleados monitorearon las transmisiones de radioemisoras y las tradujeron para los analistas.
Gran parte de ese trabajo se transformó en la última década. Mientras que antes las personas tenían que viajar largas distancias para recoger cintas de transmisiones de radio en lugares remotos o zonas donde los estadounidenses no eran bienvenidos, ahora los sensores transmiten más señales automáticamente. Y la traducción automática ha ocupado en gran medida el lugar de las personas que tenían que escuchar las cintas y transcribirlas.
Con todo, los funcionarios reconocen que tienen que hacer más.
Haines ha comenzado múltiples revisiones a las fuentes abiertas desde que se convirtió en directora de Inteligencia Nacional y se espera que finalice las recomendaciones este año. Algunas personas involucradas en esas revisiones han sugerido que la Iniciativa de Fuentes Abiertas ya no sea designada como líder en los esfuerzos de la OSINT entre las agencias de espionaje, según personas familiarizadas con las revisiones y quienes hablaron bajo condición de anonimato para revelar las deliberaciones internas del gobierno.
Tres personas allegadas a la Iniciativa de Fuentes Abiertas dicen que el centro había recortado su presupuesto durante varios años antes del año pasado. Argumentan que es una señal de que el trabajo de fuentes abiertas no siempre se ha priorizado de forma coherente.
La CIA nombró recientemente un nuevo liderazgo para la Iniciativa de Fuentes Abiertas y en 2021 creó un “centro de control” dedicado a la tecnología.
“Reconocemos que la importancia de las fuentes abiertas está creciendo a medida que aumenta el enorme volumen de datos disponibles de forma abierta”, informó la agencia en un comunicado. “La CIA está trabajando no sólo para seguir el ritmo de esta tendencia, sino para adelantarse a ella y adelantarse a nuestros adversarios que también utilizan información de fuentes abiertas”.
No hay un consenso sobre si Estados Unidos debería crear una nueva agencia o centro dedicado a las fuentes abiertas. Los partidarios dicen que esa nueva organización podría enfocarse en adoptar tecnologías avanzadas y crear productos más útiles, mientras que los opositores cuestionan si sería innecesaria y le quitaría recursos a otras agencias.
Carmen Medina, una jubilada subdirectora de inteligencia de la CIA, estudia ahora cómo las agencias de espionaje pueden incorporar ideas externas y alentar a sus empleados a ser más creativos e intuitivos.
Ella sugiere un programa piloto en el que una célula de analistas de fuentes abiertas compita durante varios años contra los resultados regulares generados por personas con autorizaciones a los máximos secretos.
Medina y otros que han trabajado en altos cargos y han dado informes a los funcionarios de la Casa Blanca creen que, en la mayoría de los casos, un grupo de fuentes abiertas sería competitivo e incluso podría producir mejores análisis con información que está disponible ampliamente.
“No puedes darle sentido al mundo de hoy simplemente empaquetando pequeñas cantidades de información”, afirma. “He llegado a creer que casi todo el tiempo, es correcta la forma de las fuentes abiertas de pensar sobre él”.