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EEUU: Combatiendo la desesperación por tiroteos masivos

Zeneta Everhart observa a la cámara afuera de un supermercado Tops, el 27 de enero de 2023, en Buffalo, Nueva York. Diez personas fueron asesinadas en la tienda en mayo de 2022 por un hombre armado que quería matar a personas de raza negra. El hijo de E AP (Robert Bumsted/AP)

BÚFALO, Nueva York, EE.UU. (AP) — Cada vez da más la impresión de que Estados Unidos está en guerra consigo mismo.

En Nueva Orleans, una niña de 14 años fue asesinada a tiros junto con su padre y su tío apenas unos días después de que comenzó el año nuevo. Poco después, en un salón de clases de Virginia, un niño de 6 años sacó un arma y le disparó a su maestra de primer grado. Esa noticia fue eclipsada por un tiroteo masivo en un salón de baile de California el fin de semana pasado que dejó 11 muertos. Un día después, y a pocos cientos de kilómetros de distancia, un trabajador agrícola abrió fuego en un pueblo costero y mató a siete compañeros de trabajo. Otras tres personas murieron y cuatro resultaron heridas en una balacera en una casa de alquiler de estancias cortas en un vecindario de lujo de Los Ángeles el sábado en la madrugada.

El sólo seguir la pista de todos los tiroteos se ha vuelto abrumador. Las ubicaciones, las circunstancias y los nombres de las víctimas se juntan en un rastro aparentemente interminable de sangre y dolor.

Y muchos estadounidenses se sienten profundamente pesimistas de que algo cambie pronto. Cuando el presidente Joe Biden firmó un proyecto de ley el año pasado para combatir la violencia con armas —la primera medida de este tipo aprobada por el Congreso en una generación—, una mayoría sustancial lo apoyó. Pero el 78% dijo que creía que serviría para poco o nada en absoluto, según una encuesta realizada por el Centro de Investigaciones Pew.

La gran cantidad de asesinatos y el ritmo glacial de la respuesta política “generan una sensación de impotencia y desesperación”, dijo Pedro Noguera, decano de la escuela de educación de la Universidad del Sur de California y sociólogo que ha estudiado la violencia con armas de fuego durante más de dos décadas.

“No creo que nadie se sienta bien acerca de dónde estamos, ni siquiera los entusiastas de las armas”, agregó.

Pero si todo eso pudiese hacerle pensar a usted que Estados Unidos se ha vuelto insensible a estos actos de violencia, Zeneta Everhart estaría en desacuerdo. Firmemente.

Zaire, el hijo de Everhart, se encontraba en su trabajo a tiempo parcial en un supermercado de Búfalo en mayo pasado cuando un hombre armado irrumpió en busca de personas negras a quienes matar. Diez murieron en el ataque. Zaire, quien entonces tenía 19 años, recibió un balazo en el cuello, pero sobrevivió.

“No creo que el país se esté volviendo insensible, pero creo que el país está frustrado”, dijo. “Creo que la gente está cansada".

“Tú sabes, no queremos oír hablar de esto. No queremos escuchar acerca de nuestros hijos que mueren por la violencia con armas, y no queremos oír hablar de nuestros adultos mayores” que murieron en el ataque al salón de baile en California. “Qué horrible. Qué desgarrador”.

Pero eso hace que Everhart y otros estén aún más decididos a encontrar maneras de detener la violencia.

Un mes después del tiroteo en el supermercado, ella y familiares de otras de las víctimas fueron a Washington, D.C., para testificar ante una comisión de la Cámara de Representantes acerca de la necesidad de una ley sobre seguridad en el manejo de las armas. Dos semanas después, Biden promulgó la ley para combatir ese tipo de violencia.

Ese éxito, y el hecho de que su hijo siga recuperándose, la mantienen llena de energía.

Pero en un país donde las actitudes hacia las armas y la violencia a menudo son contradictorias, es difícil trazar un curso de acción.

En general, el 71% de los estadounidenses dice que las leyes de control de armas deberían ser más estrictas, según una encuesta de 2022 realizada por la Escuela de Políticas Públicas Harris de la Universidad de Chicago y el Centro de Investigación de Asuntos Públicos de The Associated Press-NORC. Pero en el mismo sondeo, el 52% respondió que también es muy importante proteger el derecho de los estadounidenses a poseer armas para su seguridad personal.

La ley del año pasado para reducir la violencia con armas de fuego fue diseñada con el fin de endurecer gradualmente los requisitos para que los jóvenes compren armas, negar el acceso a ellas a más responsables de volencia doméstica, y ayudar a las autoridades locales a quitarle las armas temporalmente a personas que se considere son peligrosas. La mayor parte de su costo de 13 mil millones de dólares se destinaría a reforzar programas de salud mental y para las escuelas.

Este año, sin embargo, el número de muertes por armas de fuego en Estados Unidos ya es profundamente desalentador.

El primer tiroteo masivo del año pasado en el país ocurrió el 23 de enero. Para la misma fecha de este año, la nación ya había sufrido seis tiroteos masivos, que dejaron 39 muertos, según una base de datos compilada por The Associated Press, USA Today y la Universidad del Noreste, que realiza un seguimiento de cada ataque en la nación que cobra al menos cuatro vidas —sin incluir la del agresor armado— desde 2006.

“Desafortunadamente, creo que nos hemos vuelto inmunes a ello”, dijo Mark Gius, profesor en la Universidad Quinnipiac que estudia la violencia con armas de fuego y las políticas públicas. “Se ha convertido en parte de la vida”.

Fred Guttenberg, cuya hija Jaime, de 14 años, fue asesinada cuando un hombre armado irrumpió en una escuela secundaria de Parkland, Florida, en 2018, sabe muy bien cuán abrumadora puede ser la violencia.

El instinto inmediato ante estos tiroteos, dijo, es pensar: “Aquí vamos de nuevo”. Pero no termina ahí.

“No es que a los estadounidenses no les importe. Es que lo hemos dejado llegar demasiado lejos”, explicó. “Estados Unidos está prestando atención. La gente está más comprometida con este asunto que nunca”.

Durante años, él ha ejercido presión en el Congreso y en Florida en favor de una legislación conocida como la “Ley de Jaime”, que exigiría que las personas que compran municiones sean sometidas a las mismas verificaciones de antecedentes requeridas para comprar un arma. Las iniciativas se han estancado repetidamente, pero él no se da por vencido.

Si bien los asesinatos en masa como el de Parkland captan gran parte de la atención, más de la mitad de las aproximadamente 45.000 muertes anuales por armas de fuego en Estados Unidos son por suicidio.

De los asesinatos con estas armas, en la gran mayoría sólo mueren una o dos personas. Muchos de esos fallecimientos no reciben atención, salvo la que les den las autoridades y los familiares y amigos que quedaron con vida.

“Eso es lo triste”, dijo Noguera de la USC. “Casi se requiere que uno reciba el impacto directamente para comprender cuán peligrosa es la situación en este momento”.

Eso ha creado una posición en la que incluso las personas que detestan las armas pueden encontrarse a sí mismas preguntándose si deberían comprar una.

“Es comprensible”, dijo. “La gente piensa: Si el Estado no puede protegernos, entonces nosotros debemos protegernos”.

Ocho meses después del ataque al supermercado de Búfalo, hasta ahora los médicos no han podido extraer todos los fragmentos de bala del interior del cuerpo del hijo de Everhart, algunos de ellos peligrosamente cerca de órganos vitales. Pero el hecho de que él haya sobrevivido la motiva a continuar su presión sobre el gobierno para que ocurra un cambio, e insta a los demás a no dejar de luchar cuando se enteran de un tiroteo más.

“No sean insensibles a esto”, enfatizó. “Esto debe dolerles. Deben sentir algo”.

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El videoperiodista de The Associated Press Robert Bumsted contribuyó a esta historia. Sullivan informó desde Mineápolis.

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