BRUSELAS (AP) — Al día siguiente de que Rusia invadiera Ucrania, los líderes de los 30 países miembros de la OTAN celebraron una cumbre urgente para abordar lo que describieron como la amenaza más grave para la seguridad euroatlántica en décadas: el inicio de lo que se convertiría en la mayor guerra terrestre en Europa desde 1945.
“En esta situación tan cambiante y difícil, es difícil pronosticar lo que sucederá en el futuro, pero los aliados están brindando apoyo y están muy comprometidos a continuar”, declaró entonces a los periodistas el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. Cómo podría ser ese apoyo era una pregunta abierta.
En los meses siguientes, los aliados de Ucrania en la OTAN y en otros organismos enviaron combustible, cascos, suministros médicos y otras ayudas no letales. Luego, tras muchos rodeos, llegaron la artillería y los sistemas de defensa antiaérea, con la esperanza de que no provocaran al presidente ruso Vladimir Putin.
La OTAN, como organización, no quería verse arrastrada a una guerra total con Rusia, que posee armas nucleares. Técnicamente, la OTAN tiene ese temor todavía, pero un año después, el Grupo de Contacto con Ucrania celebró esta semana conversaciones en la sede de la OTAN en Bruselas, donde suelen sentarse los líderes, ministros y enviados de la alianza militar.
Ucrania, que acababa de recibir un compromiso de recibir tanques de combate, quería más: ahora aviones caza.
“Ucrania debe ganar esta guerra”, afirmó Hanno Pevkur, el ministro de Defensa de Estonia, un país báltico que comparte frontera y una larga historia con Rusia y que desconfía mucho de las intenciones de Putin. El gobierno ha intensificado el servicio militar obligatorio y la OTAN ha aumentado su presencia de tropas allí.
“Teníamos muchas dudas ¿Deberíamos enviar tanques? Ahora ya se tomó esta decisión”, agregó Pevkur. “Siempre ha habido la pregunta y luego la respuesta. Sabemos que Ucrania necesita cualquier tipo de ayuda y eso también incluye aviones de combate”.
Podría parecer que lo único que falta son las botas de los soldados aliados sobre los campos de batalla. De hecho, la opinión pública de Europa y Estados Unidos podría ser disculpada por creer que sus impuestos para financiar la organización de seguridad más poderosa del mundo ya se están gastando en una guerra contra Rusia.
En el año que ha transcurrido desde que los rusos invadieron Ucrania, Estados Unidos ha proporcionado a Kiev más de 27.000 millones de dólares en ayuda militar. Dos altos funcionarios de Defensa norteamericanos calcularon esta semana que otros países aliados han aportado más de 19.000 millones de dólares, con más de 1.000 millones de forma individual de Alemania, Canadá, Gran Bretaña, Holanda, Italia y Polonia.
Eso se suma a las decenas de miles de millones de dólares que Occidente está enviando para mantener a flote la golpeada economía de Ucrania.
Para el gobierno nacionalista de Hungría, un país aliado de la OTAN, no hay duda de lo que esto significa.
“Si envías armas, si financias todo el presupuesto anual de uno de los beligerantes, si prometes más y más armas, más y más armas modernas, entonces ya puedes decir lo que quieras, pues no importa lo que digas. Estás en la guerra”, afirmó el mes pasado el primer ministro húngaro, Viktor Orban.
No es así, sostiene Stoltenberg. Incluso mientras exhortaba esta semana a aliados y socios a proporcionar a Ucrania más armas y municiones, el ex primer ministro noruego insistió, en respuesta a una pregunta de The Associated Press, en que la OTAN no está en guerra con Rusia.
“Ni la OTAN ni los aliados individuales de la OTAN son parte del conflicto. Lo que hacemos... es brindar apoyo a Ucrania. Ucrania se está defendiendo”, respondió. “El tipo de apoyo que brindamos a Ucrania ha evolucionado a medida que ha evolucionado la guerra”.
En realidad, sí que lo ha hecho, y ha sido difícil encontrar parte de ese apoyo a pesar de las mejores intenciones de Occidente. Ucrania ahora dispara diariamente tantos proyectiles de artillería como los pedidos de un pequeño país de la OTAN durante un año de paz, y la industria militar europea simplemente no puede seguirle el ritmo.
“Esto se ha convertido en una guerra de desgaste, y, por lo tanto, es también una batalla logística, y se trata de un enorme esfuerzo por parte de los aliados para hacer llegar las municiones, el combustible y las piezas de repuesto que se necesitan”, declaró Stoltenberg.
Quizás uno de los cambios más importantes provocados por la guerra ha sido la comprensión de que la garantía de defensa colectiva de la OTAN —la promesa de que un ataque contra cualquier aliado será respondido por todos— ya no suena a una promesa abstracta.
Cuando él fue presidente de Estados Unidos, Donald Trump socavó la confianza en esa garantía al amenazar con abandonar a cualquier aliado que considerara que no estaba gastando lo suficiente en sus fuerzas armadas.
Al comienzo de la guerra de Ucrania, su sucesor, Joe Biden, prometió que la OTAN defendería “cada centímetro” de su territorio para disuadir a Putin de atacar a cualquier miembro. Finlandia y Suecia incluso renunciaron a su postura tradicional de no alineación para postularse como miembros de la OTAN y asegurarse de contar con esa misma protección.
Un año después, la OTAN tiene unos 40.000 soldados bajo su mando en Europa oriental, desde Estonia hasta Bulgaria en el Mar Negro. Alrededor de 100.000 soldados estadounidenses están apostados en Europa. Unos 140 buques de guerra surcan las aguas europeas, hay vigilancia aérea las 24 horas del día y un total de 130 aviones están en alerta permanente.
Se supone que esas fuerzas sólo permanecerán en territorio aliado, pero varios países miembros fronterizos con Rusia, como Lituania, dicen estar dispuestos a llegar “hasta el final” en su apoyo a Ucrania.
Esos países creen que se le debería permitir a Ucrania unirse a la OTAN, haya guerra o no.
Cuando los líderes de la OTAN se reúnan en julio en la capital lituana, Vilna, es probable que analicen subir las apuestas con más equipos de alta tecnología. Es difícil creer por el momento que alguno de los países aliados pueda sopesar enviar tropas a Ucrania, pero hace 18 meses ni siquiera la OTAN creía que Putin invadiría Ucrania.