Las sanciones occidentales han golpeado a los bancos rusos, a ciertos individuos ricos y a las importaciones rusas de tecnología, pero tras un año de extensas restricciones destinadas a degradar las arcas de guerra de Moscú, la vida económica de los rusos comunes no parece tan distinta a como lo era antes de la invasión a Ucrania.
No hay desempleo masivo, una moneda en caída libre ni filas frente a bancos en quiebra. El surtido en los supermercados ha cambiado poco, con marcas internacionales todavía disponibles o sustitutos locales en su lugar.
Las multitudes pueden haber disminuido en algunos centros comerciales de Moscú, pero no drásticamente. Algunas empresas extranjeras como McDonald’s y Starbucks han sido tomadas por propietarios locales que plantaron otro nombre y que ofrecen esencialmente el mismo menú.
“Económicamente, nada ha cambiado”, sostiene Vladímir Zharov, de 53 años, quien trabaja en televisión. “Trabajo como antes, voy de compras como antes. Bueno, quizá los precios han subido un poco, pero no tanto como para que se note mucho”.
La economía de Rusia ha resistido las extensas sanciones económicas sin precedentes de Occidente mejor de lo que muchos esperaban, pero ahora que las restricciones más recientes finalmente apuntan de lleno al mayor generador de dinero del Kremlin —el petróleo—, los próximos meses serán una prueba aún más dura para la fortaleza económica del presidente Vladímir Putin.
Los economistas dicen que las sanciones a los combustibles fósiles rusos que apenas ahora se endurecen —como el tope en el precio del petróleo—, deberían reducir las ganancias que financian los ataques militares contra Ucrania. Algunos analistas pronostican indicios de problemas —finanzas gubernamentales presionadas o una moneda que se hunde— en los próximos meses.
Pero otros economistas creen que el Kremlin tiene reservas importantes de dinero que no se han visto afectadas por las sanciones, mientras que han tomado forma rápidamente los vínculos rusos con nuevos socios comerciales en Asia. Dicen que no es probable que Rusia se quede sin dinero este año, sino que enfrentará un lento deslizamiento hacia un estancamiento económico de varios años.
“Tendrá suficiente dinero en cualquier tipo de escenario razonable”, afirmó Chris Weafer, director general y analista de economía rusa de la consultora Macro-Advisory, durante una reciente discusión en línea realizada por la empresa de medios bne IntelliNews.
Rusia seguirá generando ingresos petroleros, incluso a precios más bajos, así que “actualmente no hay presión sobre el Kremlin para dar fin a este conflicto debido a las presiones económicas”, agregó.
Aunque la economía se tambalea entre las sanciones y la resiliencia, lo que los rusos comunes pueden comprar se ha mantenido notablemente igual.
Apple ha dejado de vender productos en Rusia, pero Wildberries —el minorista en línea más grande del país— ofrece el iPhone 14 por aproximadamente el mismo precio que en Europa. El minorista en línea Svaznoy ofrece los AirPods Pro de Apple.
Los muebles y artículos para el hogar que quedaron después de que IKEA salió de Rusia se venden en el sitio web de Yandex. Las cápsulas de café Nespresso se agotaron después de que Nestlé, con sede en Suiza, dejó de enviarlas, pero ya hay imitaciones disponibles.
Las etiquetas de las latas de cerveza Budweiser y Leffe que están a la venta en Moscú indican que fueron elaboradas por el socio local de ABInBev, a pesar de que la compañía canceló una participación en su empresa conjunta rusa y la puso en venta. En las tiendas se ve Coca-Cola embotellada en Polonia junto a refrescos de cola locales.
ABInBev dice que ya no recibe dinero de la empresa conjunta y que la producción de Leffe se detuvo. Wildberries y Svyaznoy no respondieron a los correos electrónicos en los que se preguntó sobre su suministro.
No obstante, está claro que esos productos han eludido las sanciones a través de terceros países que no participan en la penalización a Rusia. Por ejemplo, las exportaciones de Armenia a Rusia aumentaron un 49% en la primera mitad de 2022. Los teléfonos y los vehículos chinos están cada vez más disponibles.
La industria automotriz enfrenta mayores obstáculos para adaptarse. Los fabricantes de automóviles occidentales, incluidos Renault, Volkswagen y Mercedes-Benz, detuvieron la producción, así que las ventas cayeron 63%. Varias entidades locales se hicieron cargo de algunas fábricas y licitaron para obtener otras.
Todavía hay autos extranjeros disponibles, pero muchos menos y a precios más altos, afirma Andrei Olkhovsky, director general de Avtodom, que tiene 36 concesionarios en Moscú, San Petersburgo y Krasnodar. “Los envíos de la marca Porsche, como los de esos otros fabricantes, no son posibles a través de los canales oficiales”, agrega. “Lo que hay en el mercado son ofertas dispersas de autos que fueron importados por personas individuales o a través de países amigos por canales oficiales”.
A diferencia de los fabricantes de automóviles europeos, algunas corporaciones están lejos de irse.
Si bien 191 empresas extranjeras han abandonado Rusia y 1.169 trabajan para hacerlo, unas 1.223 permanecen y 496 adoptan un enfoque de esperar a ver qué pasa, según una base de datos compilada por la Escuela de Economía de Kiev.
Las empresas enfrentan la presión pública de Kiev y de Washington, pero algunas han descubierto que no es tan fácil conseguir un comprador ruso o dicen que sólo venden artículos esenciales como alimentos.
Los residentes de Moscú, mientras tanto, han minimizado el impacto de las sanciones.
“Tal vez no me ha afectado todavía”, expresa Alexander Yeryomenko, un jubilado de 63 años. “Creo que soportaremos todo”.
Dmitry, un hombre de 33 años que se negó a dar su apellido, dijo que sólo las marcas de ropa habían cambiado.
“Hemos tenido períodos de tiempo aún peores en la historia y los superamos”, comenta. “Necesitamos desarrollar nuestra producción propia y no depender de la importación de productos”, añade.
Una razón enorme para la resiliencia de Rusia: las ganancias récord de combustibles fósiles de 325 mil millones de dólares el año pasado cuando los precios se dispararon. Los costos crecientes se debieron a los temores de que la guerra significaría una pérdida severa de energéticos del tercer mayor productor de petróleo del mundo.
Esos ingresos, junto con un colapso en lo que Rusia podía importar debido a las sanciones, llevaron al país a un superávit comercial récord, lo que significa que lo que Rusia ganó con las ventas a otros países superó con creces sus compras en el extranjero.
Ese beneficio ayudó a respaldar al rublo después de un desplome temporal tras la invasión y proporcionó efectivo para el gasto del gobierno en pensiones, salarios y, sobre todo, el ejército.
El Kremlin ya había tomado medidas para proteger a la economía de las sanciones después de enfrentar algunas penalizaciones por anexionarse la península ucraniana de Crimea en 2014.
Las empresas comenzaron a comprar repuestos y alimentos en casa y el gobierno acumuló enormes cantidades de efectivo por la venta de petróleo y gas natural. No obstante, aproximadamente la mitad de ese dinero fue congelado porque se mantenía en el extranjero.
Esas medidas ayudaron a desafiar las predicciones de un colapso del 11% al 15% en la producción económica. La economía se contrajo un 2,1% el año pasado, informó la agencia de estadísticas de Rusia. El Fondo Monetario Internacional pronosticó un crecimiento del 0,3% este año: no enorme, pero tampoco desastroso.
El gran cambio podría originarse a partir de las nuevas sanciones energéticas. Las principales democracias del Grupo de los Siete habían evitado sanciones de gran alcance contra el petróleo ruso por temor a que los precios de la energía se elevaran más y avivaran la inflación.
La solución fue un tope de precio de 60 dólares por barril para el petróleo ruso que se dirige a países como China, India y Turquía, que entró en vigor en diciembre. Luego vino un tope similar y un embargo europeo sobre el combustible diésel de Moscú y otros productos refinados de petróleo el mes pasado.
Difieren los cálculos sobre la fuerza con la que afectarán esas medidas. Los expertos de la Escuela de Economía de Kiev creen que la economía rusa enfrentará un “punto de inflexión” este año cuando los ingresos de petróleo y gas caigan un 50% y el superávit comercial se desplome a 80.000 millones de dólares desde los 257.000 millones de dólares del año pasado.
Explican que ya está ocurriendo: los ingresos por impuestos al petróleo cayeron 48% en enero respecto al año anterior, según la Agencia Internacional de Energía.
Otros economistas se muestran escépticos sobre la posibilidad de un punto de quiebre este año.
Posiblemente, Moscú podría capear incluso una caída a corto plazo en las ganancias del petróleo, calcula Janis Kluge, un experto en economía rusa del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y de Seguridad.
Incluso si se redujeran los ingresos petroleros de Rusia en un tercio, algo que “sería un golpe duro para el PIB, no llevaría al estado a la bancarrota ni conduciría a un colapso”, declara. “Creo que, a partir de ahora, estamos hablando de cambios graduales en la economía”.
El impacto real ocurrirá a largo plazo, puntualiza. La pérdida de tecnología occidental, como los chips de computadora avanzados, implica una economía atascada permanentemente en una velocidad baja.
Es posible que Rusia haya vuelto a echar andar con éxito las fábricas después del éxodo occidental, “pero el tema comercial de producir algo sofisticado en Rusia se ha ido y no volverá”, advierte Kluge.