QUELIMANE, Mozambique (AP) — Semanas después de que el gigantesco ciclón Freddy golpeara a Mozambique por segunda vez, el país aún inundado enfrenta un creciente brote de cólera que amenaza con agravar la devastación.
Para el 27 de marzo había más de 19.000 casos confirmados de cólera en ocho de las provincias de Mozambique, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas, una cifra que casi se había duplicado en una semana.
Probablemente Freddy fue el ciclón más largo jamás registrado, al extenderse más de cinco semanas y golpear dos veces al país africano. Esta tormenta tropical dejó 165 muertos en Mozambique, 17 en Madagascar y 676 en Malaui. Más de 530 personas siguen desaparecidas en Malaui dos semanas después, por lo que la cifra de fallecimientos en ese país bien podría superar 1.200.
Freddy tocó tierra por segunda vez en la provincia Zambezia de Mozambique, donde gran cantidad de poblados continúan inundados y los suministros de agua siguen contaminados.
En un hospital de Quelimane, la capital provincial de Zambezia, Eduardo Sam Gudo Jr., director general del Instituto Nacional de Salud, reportó que hubo 600 casos nuevos confirmados diarios tan sólo en el distrito de Quelimane, pero dijo que la cifra real podría ser de incluso 1.000.
Al menos 31 personas fallecieron de cólera en Zambezia y más de 3.200 fueron hospitalizadas entre el 15 y el 29 de marzo, según datos del Ministerio de Salud.
El número más elevado de casos se ha registrado en el vecindario de Icidua en las afueras de la ciudad, donde la mayor parte de los habitantes viven en chozas de bambú o adobe y extraen agua de pozos comunitarios por medio de baldes. Las inundaciones que trajo el ciclón han expuesto muchos de estos pozos a agua contaminada debido al desbordamiento de aguas residuales y otras fuentes de bacterias. El cólera se propaga a través de las heces, con frecuencia cuando se mezcla con agua potable.
Pero hasta que las tuberías que se rompieron en las inundaciones sean reparadas, estos pozos son la única fuente de agua para los habitantes de Icidua y comunidades similares. Por ahora, las soluciones temporales ofrecen la única esperanza de detener el brote.
Grupos de voluntarios van casa por casa distribuyendo botellas de Certeza, un purificador de agua a base de cloro fabricado localmente. Cada botella debería durarle una semana a una familia, pero los suministros están escaseando, ya que la producción local pasa apuros para cubrir la demanda. Además, no hay suficientes personas para distribuir la Certeza, incluso si se tuviera en mayores cantidades, señaló Gudo.
Entre tanto, trabajadores de salud tienen dificultades para atender a los infectados, pues muchas clínicas y hospitales sufrieron daños graves. “El ciclón destruyó la infraestructura aquí”, dijo José da Costa Silva, director clínico del centro de salud de Icidua. “Estamos trabajando en partes del hospital que no fueron destruidas. Algunos colegas están laborando al aire libre porque no hay espacio suficiente disponible para todo el mundo".
En total, 80 centros de salud resultaron afectados por las dos ocasiones en que Freddy tocó tierra en Mozambique, según la INGD, la agencia del país para el manejo de desastres.
Aunque sí hay ciclones en el sur de África de diciembre a mayo, el cambio climático provocado por el hombre ha hecho que los ciclones tropicales traigan consigo más agua, sean más intensos y más frecuentes. El ahora disipado fenómeno natural de La Niña también agravó la actividad de los ciclones en la región. Aunque Freddy en sí no ha sido atribuido al cambio climático, los investigadores dicen que tiene todas las características de un evento meteorológico azuzado por el calentamiento.
Freddy se formó al comenzar febrero en aguas frente a Australia, y luego efectuó un recorrido sin precedentes de más de 8.000 kilómetros (5.000 millas) de oriente a occidente a través del Océano Índico, mostrando una longevidad excepcional.
Siguió una ruta en círculo rara vez registrada por los meteorólogos, golpeando a Madagascar y a Mozambique por primera vez a fines de febrero, y de nuevo en marzo antes de azotar Malaui.
El restaurar el suministro normal de agua en Mozambique se llevará tiempo, ya que muchas tuberías dañadas pasan por áreas que aún están inaccesibles dos semanas después del último impacto del ciclón.
“Un brote de cólera en una llanura inundada con un nivel de agua muy elevado es una ‘misión imposible’ de atender”, le dijo Myrta Kaulard, coordinadora residente de la ONU en Mozambique, a The Associated Press. “Los servicios sanitarios son un enorme problema y las inundaciones han afectado infraestructura crucial, como las tuberías de agua y el suministro de electricidad... Reparar esa infraestructura en áreas inundadas es otra ‘misión imposible’”.
En tanto, áreas rurales de los alrededores de Quelimane enfrentan otras amenazas. Muchos poblados y campos de cultivo siguen bajo el agua, y la humedad ha engendrado enjambres de mosquitos portadores de malaria. En un campamento improvisado para desplazados a orillas de un arrozal inundado cerca de la localidad de Nicoadala, 20 de un total de 290 residentes padecen esa enfermedad, según Hilário Milisto Irawe, un jefe local.
Hubo 444 casos reportados de malaria en el distrito de Quelimane tan sólo el 24 de marzo, pero probablemente la cifra es mucho más elevada, ya que muchas personas —por ejemplo, las que están en el campamento en las afueras de Nicoadala— carecen de acceso a instalaciones de salud.
Para agravar la crisis sanitaria, los medios de subsistencia material de cientos de miles de personas se encuentran en riesgo, pues Freddy golpeó justo antes de que se llevara a cabo la cosecha principal. También llevó agua salada tierra adentro, lo que amenaza la fertilidad de la tierra a largo plazo en un área que ya padece desnutrición crónica.
“Todas nuestras granjas están inundadas. Nuestras granjas de arroz están destruidas. Todo lo que podemos hacer es comenzar de nuevo, pero no sabemos cómo lo haremos”, se lamentó Irawe.