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De alguna manera tiene sentido

CIUDAD DE MÉXICO, 21 (Juan Ruiz de Chávez Muriel/ UANHUAC) Esta historia comienza específicamente a inicios de la pandemia, pero es en un plano más amplio y general, un vínculo que comenzó desde el día que nací. Un vínculo íntimo con la música, que me ha acompañado por siempre.

Archivo - Guitarra eléctrica AYUNTAMIENTO DE MADRID - Archivo (AYUNTAMIENTO DE MADRID/Europa Press)

CIUDAD DE MÉXICO, 21 (Juan Ruiz de Chávez Muriel/ UANHUAC)

Esta historia comienza específicamente a inicios de la pandemia, pero es en un plano más amplio y general, un vínculo que comenzó desde el día que nací. Un vínculo íntimo con la música, que me ha acompañado por siempre.

No importaba si era en el coche a mis cinco años escuchando "The Beatles", tratando de hacer mi propio arreglo de baterías con las manos, de una manera sumamente desordenada y arrítmica, pero juguetona y pasional. O bien, obsesionado con tener a la mano unos audífonos siempre para poder escuchar toda la música que tenía en mi primer Ipod, "Scorpions", "Deep Purple", "Led Zeppelin", "Pink Floyd", "Leonard Cohen", son algunos de los artistas que me acompañaron en la epoca que tenía ese Ipod. Tiempo después, desde Spotify eran "Kendrick Lamar", "Mild High Club", "Tyler, The creator", "Mecano", entre muchos otros artistas, quienes me acompañaban en mi día a día.

Años después, el violín ya no era mi instrumento, era la guitarra. Y ahí me tenían, en un cuarto en Canadá, viviendo mi primer año de preparatoria, donde pasaba horas de mi tarde viendo videos de YouTube, para aprender mis canciones favoritas en guitarra, misma guitarra con la que me presente en un bar canadiense, junto a mis amigos Pablo y Kevin, nuestro primer concierto como grupo, un español y dos mexicanos, haciendo covers de country en Canadá en primero de prepa, con un concierto inicial que tuvo que iniciar cinco minutos tarde, pues un minuto previo al arranque el guitarrista de la banda (o sea su servidor) tuvo que ir al baño. Y todos los señores canadienses de 60 años en adelante pensaban que ese chavito de la guitarra que entró al baño estaba teniendo un ataque de pánico, pero no, él no tenía problema con el escenario, solo con su vejiga. Pero el concierto se concretó, tres chavos foráneos, amigos y amantes de la música tocando "Stand by me" y "Johnny Cash", porque era lo que mejor tocaban estando en equipo.

Después de la guitarra, llego la pandemia, llegó también mi amor por el teclado. En medio de un año difícil, con mucho tiempo libre en casa, confinado. Y también en medio de una depresión que no era más que humana. Pasaría horas en la sala de la tele de mi casa jugando con un teclado, que desde que tengo memoria estaba ahí, y no era la primera vez que le prestaba atención, pero si la primera vez que lo tocaba con amor puro por el instrumento. Fue entonces que recordé cuando tomaba clases de piano antes de irme a Canadá, que las deje, que nunca me interesó lo suficiente. Pero ahora, sí, algo había cambiado, muchas cosas en realidad, y bueno, busqué mis libros de piano, los estudié, ponía esos conocimientos en práctica y pasaba horas de mi confinamiento pegado a ese teclado, a veces improvisando y jugando con melodías que nacían de la pura pasión, a veces tocando piezas más lógicas y estructuradas, pero el amor al instrumento, como fuera ahí estaba.

Fue entonces que un día, hablando con Rodrigo, un querido amigo y productor musical, le comenté que me gustaría mucho hacer un álbum sobre mi vida y sobre los sentimientos de depresión que vivía entonces. No pensaba en esa idea como un proyecto para lanzar al público en general, solo para mí y para las personas con las que quisiera compartirlo. Siempre había soñado con crear mi propia música, pero nunca me animaba a intentarlo, aquí fue diferente y comenzó. Semanas después de la "semana santa" del 2020, tres años después, un 6 de enero del 2023, lo que parecía un proyecto pensado más como un pasatiempo que un proyecto musical serio, se había convertido en lo segundo, mi álbum debut, lo que era un pequeño interés creciente por el teclado se había convertido en un álbum lleno de piezas de piano escritas por mí, y lo que era un gusto casi obsesivo por oír música e improvisar con la misma, se transformó en quince canciones.

Quince canciones que trabaje durante tres años de mi vida, dos años dedicados a escribir y escribir y escribir, treinta letras en total, que estuvieron siendo corregidas una y otra y otra vez. Treinta letras, pero solo quince sobrevivirían. Después un año entero de producir la música de ese álbum, un año de sentarse y componer, y componer y componer. Hasta que finalmente, como mencione con anterioridad, después de tres años, ese proyecto estaba terminado, ¿cómo? No sé, pero fue increíble, tres años en los que ese chavito apasionado del arte paso de ser un fan a establecer un compromiso serio con la música, donde el mayor motor eran las ganas de experimentar, de aprender y sobre todo transmitir esa pasión por la música, así como ese mensaje sobre la depresión a todo el mundo.

Nunca hubiera pensado que de un teclado yo iba a aprender tantas cosas, pero lo mejor de todo fue que aprendí también de cuanto me falta por aprender. De Alguna Manera Tiene Sentido es el nombre del álbum, porque para mí toda esta travesía fue eso, saber que no se necesita toda la experiencia o el conocimiento del mundo para hacer que las cosas se transmitan, que mientras haya amor, creatividad y pasión, las cosas pueden tener sentido.

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