El consumo de yogurt sabor fresa está en nuestro día a día por ser un producto popular entre las familias mexicanas, sobre todo por ese sabor característico entre dulce y perfumado. Sin embargo, es posible pensar que dichos productos son elaborados con sustitutos de fruta.
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No obstante, el proyecto Madre Tierra, en Maravatio, Michoacán es una iniciativa para promover la agricultura regenerativa. El objetivo de este programa es mejorar la salud del suelo para mejorar la salud de los consumidores integrando a los productores en el proceso.
Este tipo de agricultura ha permitido implementar nuevas prácticas en el campo para restaurar los suelos donde se siembra, por ejemplo, la rotación de cultivos, la incorporación de materia orgánica como el maíz, las barreras vivas para atraer insectos benéficos para las fresas como las abejas y catarinas, así como el trampeo para el control y monitoreo de plagas como la mosca blanca y la chinche.
Del programa piloto a la realidad
El proyecto empezó hace cuatro años y durante este periodo se han incorporado al rededor de 140 productores, como Claudia y Abel, quienes cultivan la fresa cabrillo, frontera y albión en una superficie de 1.8 hectáreas, generando entre 28 y 50 toneladas por temporada para su comercialización.
En este sentido, tener tres tipos de fresas diferentes les permite diversificar sus ingresos y aprovechar mejor la fruta, ya que las fresas albión o de primera calidad, que son las de mayor tamaño, resistencia y mejor color, se empaquetan para exportarlas a nivel nacional e internacional.
Por otra parte, las fresas cabrillo y frontera suelen presentar tamaños irregulares y una menor resistencia, aunque son cosechadas con la misma inocuidad y cuidado, estas son las que se utilizan para picar en forma de cubos o procesarlas como puré con el fin de agregarlas en el yogurt; al final son de buena calidad, pero menos estéticas, y esta es la mejor manera de aprovecharlas.
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Dicha clasificación les ha permitido a los productores evitar el desperdicio y, por el contrario, incrementar sus ingresos un 37%, dejando atrás los problemas de coyotaje o las deudas pendientes, además de reducir los fertilizantes y el consumo de agua de riego hasta 36%.
Con este proyecto más de 500 familias han sido beneficiadas, ya que entre sus iniciativas también esta un centro educativo para infantes menores a seis años, donde las trabajadoras de los cultivos pueden llevar a sus hijos para que reciban una educación de calidad.