HOUSTON (AP) — Trece víctimas mortales en dos tiroteos masivos. Ocho migrantes muertos cuando una camioneta embistió una parada de autobús atestada de gente. La posible aprobación de una ley que permitiría que el gobernador republicano Greg Abbott anule las elecciones en el condado más poblado de Texas, el cual es un bastión demócrata. Todo en el curso de estas dos semanas.
Estos asuntos y las fuerzas que los motivan —la ira y las armas, la agitación en torno a la cuestión migratoria, las profundas divisiones políticas con respecto al significado de la democracia— se están desarrollando en la vida estadounidense de distintas maneras. Pero en Texas, con su tamaño inmenso y población que crece en más de 1.000 habitantes al día, el escenario es mucho más grande, y con frecuencia más sonoro.
Es suficiente para hacer que incluso el texano más orgulloso de serlo sienta un conflicto interno por cómo ve al estado.
“En estos momentos la situación está fuera de control”, dijo Jay Leeson, ilustrador y caricaturista que vive en Lubbock, una ciudad en las planicies de Texas. Dice ser un “texano occidental conservador”, cuyos hijos “saben cómo manejar armas, cómo cabalgar, cómo hacer todas las cosas de Texas”.
Las “cosas de Texas”. Los texanos ya han oído hablar de todo esto. Lo escuchan desde hace generaciones. Que todo el mundo anda armado. Que es un lugar profundamente conservador lleno de obreros petroleros recios, vaqueros y bravucones impetuosos. Que realmente no hay nada igual en el resto del país.
Muchos texanos dirán que hay algo de verdad en ello. Pero Texas es mucho más complejo que una colección de clichés que ven al estado a través de un lente muy reducido.
Sin embargo, últimamente las cosas aquí se han sentido implacables. Y lo que le preocupa a algunos texanos no es la forma en que las personas externas ven al estado, sino si los que viven aquí pueden sortear el ambiente político divisivo, y superar un pasado complejo y en ocasiones violento.
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INCLUSO A LOS QUE APOYAN LAS ARMAS LES INQUIETAN
Leeson está furioso ante la forma en que la cuestión migratoria se ha convertido en un campo de batalla político. Está furioso por cómo los republicanos “extraen todos los votos que pueden del oeste de Texas” para superar a las crecientes poblaciones de los centros urbanos del estado, fuertemente inclinadas hacia los demócratas, desde Houston a Dallas y Austin a San Antonio. En la actualidad, el Congreso de Texas está debatiendo varias propuestas de ley enfocadas en cómo el condado Harris, el más poblado del estado y fuertemente demócrata, maneja sus elecciones.
En especial, Leeson está furioso porque a su hijo de 9 años le preocupan tanto los tiroteos escolares que ya revisó todas las ventanas de su salón para comprobar cuál abriría en caso de un ataque.
“Simplemente pienso que toda la situación es un reverendo desastre”, manifestó.
Los asesinatos masivos tienen una historia arraigada en Texas. Se podría decir que el primer tiroteo masivo de la época moderna en el país aconteció aquí en 1966, cuando un estudiante de ingeniería comenzó a disparar desde el mirador de un edificio de la Universidad de Texas. Asesinó a 14 personas e hirió a decenas más.
Sin embargo, las estrictas leyes de armas del estado no comenzaron a resquebrajarse sino hasta algunos años después de otro tiroteo masivo, este en 1991, cuando un hombre armado embistió con su camioneta pickup la ventana de una cafetería del centro de Texas y asesinó a 23 personas. Para entonces, décadas de control demócrata estaban cediéndole el paso a los republicanos, para quienes los derechos sobre las armas eran una cuestión central.
En 1995, el entonces gobernador George W. Bush promulgó una ley que les permitía a los texanos portar armas ocultas. En la actualidad, los habitantes del estado pueden portar armas abiertamente. Y algunos lo hacen con pasión.
Chad Hasty, célebre locutor de radio conservador que vive en Lubbock, lamenta los últimos asesinatos —“no quiero llegar a una época en la que un tiroteo masivo no nos genere conmoción”–, pero es categórico en que deben protegerse los derechos sobre las armas. Casi nunca sale de casa sin su Sig Sauer P365, una pequeña arma de fuego diseñada para portarla todos los días y una de las pistolas más vendidas en Estados Unidos.
Descarta la idea de que Texas sea particularmente propenso a la violencia.
“No me parece una cosa específicamente texana”, señaló. Más bien considera que la gran cantidad de tiroteos se debe simplemente a una cuestión de tamaño: “Somos un estado enorme, con millones y millones de personas”.
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ES UN ESTADO MUCHO MÁS DIVERSO QUE LOS CLICHÉS
La letanía de los asesinatos masivos en Texas tan sólo en los últimos años es abrumadora: Sutherland Springs, 26 asesinados en 2017; Santa Fe, 10 muertos en 2018; El Paso, 23 asesinados en 2019; Midland-Odessa, siete personas abatidas en 2019; Uvalde, 21 muertos a balazos en 2022; Cleveland, cinco homicidios el 28 de abril; Allen, ocho asesinados el 6 de mayo.
Desde hace mucho tiempo las armas han formado parte de la cultura texana, en la mitología del estado y en la realidad. Pero, para algunos, equiparar el número de armas con el número de asesinados con armas de fuego es una equivalencia falsa.
“Nunca lograrás que las personas renuncien a sus armas, ni creo que debas intentarlo”, señaló Vanesa Brashier, directora y jefa de redacción de Bluebonnet News, un sitio web que cubre zonas rurales al norte de Houston, incluido el pueblo de Cleveland, donde cinco inmigrantes fueron asesinados en un tiroteo masivo el 28 de abril.
Se sintió profundamente conmovida por esos homicidios, especialmente por la forma en que murieron algunas mujeres, protegiendo a sus hijos de los disparos. Pero se considera partidaria de la Segunda Enmienda constitucional: “Quiero poder defenderme si viene alguien a tocar que no debería estar en mi propiedad”.
Al igual que tantas cosas en Texas, sus ideas políticas son complejas. Brashier, que dice ser independiente en lo político, considera que la inmigración es algo bueno, “sólo creo que necesitamos dilucidar una mejor forma" de manejarla.
Hace apenas dos semanas creó un sitio web noticioso en español para informar mejor a la creciente población latina del área. Nombró al sitio “El Amanecer Texas” porque "quería que fuera esperanzador”.
“Estos residentes que se han mudado aquí merecen estar informados sobre lo que está ocurriendo a su alrededor”, señaló. Pero el ingreso de migrantes ha enfrentado el rechazo de algunos residentes, que sienten “como que ha habido una invasión”, agregó Brashier.
Esta semana, Texas y otros estados fronterizos se preparaban para el fin de la norma conocida como Título 42, la cual permitía que el gobierno expulsara de forma expedita a migrantes a México para prevenir la propagación del COVID-19. Abbott ha desplegado a más efectivos de la Guardia Nacional de Texas en respuesta al fin de dicha norma. El objetivo, según afirmó esta semana, es “proteger la frontera de Texas”.
Las ciudades fronterizas de Texas han tendido a ser más acogedoras con los migrantes que otras partes del estado, porque desde hace tiempo muchas personas se ven a sí mismas y a sus vecinos mexicanos como una gran comunidad mezclada que trasciende las fronteras políticas de los gobiernos. En El Paso, por ejemplo, más del 80% de sus casi 700.000 residentes son latinos. Muchos habitantes tienen familiares al otro lado de la frontera, en Ciudad Juárez, México.
Esta situación en la frontera ha creado una comunidad acogedora que reacciona distinto frente a varios asuntos, incluida la inmigración, dice Richard Pineda, director del Centro Sam Donaldson para Estudios de Comunicación en la Universidad de Texas, campus de El Paso. Para Texas, dice, es un caso atípico, una “cultura fluida y recíproca”.
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GRANDES CAMBIOS EN EL ESTADO PUEDEN GENERAR TENSIONES
Texas puede sentirse como un estudio de contrastes. Es célebre por su industria petrolera, pero es productor de una cuarta parte de la energía eólica de Estados Unidos y un líder en energía solar. Se le conoce por sus paisajes abiertos y sin desarrollar, pero también es hogar de algunas de las ciudades más grandes y con mayor crecimiento. Personificado por el vaquero, pero con algunas de las mayores poblaciones de migrantes en el país.
Con más de 30 millones de habitantes, Texas siempre ha sido un destino para los forasteros de otros estados de la nación y del extranjero. Desde 2010 ha sumado casi 4 millones de residentes adicionales, más que cualquier otro estado, según cifras del censo federal. En 2020, los residentes latinos eran responsables de la mitad del crecimiento poblacional, y muchos demógrafos creen que dentro de poco los hispanos superarán a los blancos como el grupo étnico más numeroso del estado.
Pero no se trata sólo de latinos. Texas tiene grandes poblaciones de inmigrantes de la India, China, Filipinas, Vietnam y otros países. Allen, donde una persona armada asesinó a ocho personas en un centro comercial el 6 de mayo, figura entre los suburbios más diversos de la zona de Dallas-Fort Worth.
En el curso de casi un siglo, Texas ha tenido un lema estatal de una palabra: “Amistad”. Pero muchos ven que ese vínculo desenfadado está cambiando.
“Texas siempre me pareció un lugar amigable. Pero para ser honesto, esta última década simplemente se siente más malo”, comentó Chris Tomlinson, texano de quinta generación y columnista de negocios para The Houston Chronicle. Ha escrito dos éxitos de librería sobre la historia del estado, incluido: “Forget the Alamo: The Rise and Fall of an American Myth” ("Olvide el Álamo: el ascenso y caida de un mito estadounidense").
Tomlinson hace notar que más del 70% de los texanos mayores de 60 años son blancos no hispanos, mientras que más del 70% de los texanos menores de 30 años son personas de color.
“Esto crea la tensión que uno ve en torno a los derechos electorales y asuntos culturales como la teoría crítica de la raza y cuestiones LGBTQ", manifestó. "Cuando se tiene ese nivel de cambio demográfico, va a haber tensión”.
Por ejemplo, Texas figura entre los estados en los que los espectáculos de drag han sido blanco de activistas y políticos de derecha, y legisladores republicanos han propuesto restricciones a dichos shows.
En ocasiones, puede parecer que la población de Texas está cambiando más rápido en muchas cuestiones que la política del estado, que sigue siendo firmemente conservadora y republicana. Ningún demócrata ha sido elegido a un puesto a nivel estatal desde 1994. Sin embargo, Tomlinson señala que los sondeos indican que los texanos no son tan distintos al resto del país en lo que repecta a muchos temas, desde el aborto a la inmigración.
Y luego están las armas, una reputación que, para bien y para mal, sigue a Texas a todas partes. Una encuesta realizada el año pasado por la Universidad de Houston y la Universidad del Sur de Texas reveló que existe “apoyo abrumador” a por lo menos cierto tipo de control de armas. Sin embargo, pocos esperan ver eso en Texas en el futuro inmediato.
Gary Mauro, desde hace tiempo comisionado de la Oficina de Tierras de Texas que se postuló a gobernador en 1998, es uno de esos últimos demócratas en un cargo a nivel estatal. Aunque reserva la mayoría de sus críticas para los republicanos, culpa a extremistas de ambos partidos de enfocarse en la periferia política y amplificar algunos de los clichés con los que Texas sigue batallando.
“Sigo pensando que la situación va a mejorar", dijo con respecto a la política del estado, "pero sigue empeorando”.
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Tim Sullivan reportó desde Mineápolis.
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