PARÍS (AP) — Milan Kundera, el renombrado y aislado autor cuyas obras disidentes lo transformaron en un exiliado satírico del totalitarismo y explorador de la identidad y la condición humana, murió en París. Tenía 94 años.
Kundera falleció el martes por la tarde, dijo su editorial Gallimard en un comunicado de una oración el miércoles. La editorial confirmó que murió en París, donde ha vivido durante décadas, pero no proporcionó más información.
El Parlamento Europeo guardó un minuto de silencio ante la noticia de su fallecimiento. Kundera tenía la nacionalidad francesa y checa, que perdió y luego recuperó.
Era un hombre de pocas palabras cuyas novelas fueron traducidas a decenas de idiomas. Aborrecía la publicidad que acompañaba la fama y se negaba a conceder entrevistas.
“Sueño con un mundo donde los escritores estén obligados por ley a mantener su identidad en secreto y usar seudónimos”, escribió en el ensayo de 1986, “El arte de la novela”. Kundera usó esa oración para responder a las preguntas que le hizo Le Monde des Livres en 2011, al aceptar una “entrevista” a través de las respuestas de sus obras.
“La insoportable levedad del ser”, la novela más conocida de Kundera, comienza desgarradoramente con tanques soviéticos rodando por Praga, la capital checa que fue el hogar del autor hasta que se mudó a Francia en 1975. Entretejiendo temas de amor, exilio, política e inquietudes profundamente personales, la novela de Kundera ganó elogios de la crítica, lo que le valió un gran número de lectores entre los occidentales que abrazaron tanto su subversión antisoviética como el erotismo que impregna muchas de sus obras.
“Si alguien me hubiera dicho de niño: ‘Un día verás a tu nación desaparecer del mundo’, lo habría considerado una tontería, algo que no podría imaginar. Un hombre sabe que es mortal, pero da por sentado que su nación posee una especie de vida eterna”, le dijo al autor Philip Roth en una entrevista del New York Times en 1980, un año antes de convertirse en ciudadano francés naturalizado.
En 1989, la Revolución de Terciopelo expulsó a los comunistas del poder y la nación de Kundera renació como la República Checa, pero para entonces había hecho una nueva vida y una identidad completa en su apartamento en la margen izquierda del Sena en París.
“Milan Kundera fue un escritor que pudo llegar a generaciones de lectores en todos los continentes con su obra y alcanzó fama mundial…”, tuiteó el primer ministro checo, Petr Fiala. “Dejó atrás no sólo una notable obra de ficción, sino también una importante obra de ensayo”.
Fiala expresó sus condolencias a la esposa de Kundera, Věra, quien protegía a su solitario esposo de las intrusiones del mundo.
“Su vida simbolizó la turbulenta historia de nuestro país en el siglo XX. El legado de Kundera permanecerá vivo en sus obras”, dijo el presidente checo, Petr Pavel.
Decir que su relación con la tierra de su nacimiento fue compleja sería quedarse corto. Regresó a República Checa en raras ocasiones y de incógnito, incluso después de la caída de la Cortina de Hierro. Sus obras, eventualmente escritas en francés, fueron traducidas tardíamente al checo.
“La insoportable levedad del ser”, que le valió tantos elogios y se convirtió en película en 1988, no se publicó en la República Checa hasta 2006, 17 años después de la Revolución de Terciopelo, aunque estuvo disponible en checo desde 1985 por un compatriota que fundó una editorial en el exilio en Canadá. Kundera finalmente ganó el Premio Estatal de Literatura por ella.
Věra, fue una compañera esencial para Kundera, quien evitaba la tecnología, era su traductora, su secretaria y, en última instancia, su barrera contra el mundo exterior. Fue ella quien fomentó su amistad con Roth sirviendo como su intermediaria lingüística y, según un perfil de la pareja de 1985, fue ella quien manejó las exigencias inevitables para un autor de fama mundial.
Los escritos de Kundera, cuya primera novela “La Broma” comienza con un joven que es enviado a las minas después de restarle importancia a las consignas comunistas, fueron prohibidos en Checoslovaquia después de la invasión soviética de Praga en 1968, cuando también perdió su trabajo como profesor de cine. Kundera había escrito novelas y obras de teatro desde 1953.
El nombre de Kundera a menudo se mencionaba como candidato al Premio Nobel de Literatura, pero el honor lo eludió.
“La insoportable levedad del ser” sigue a un cirujano disidente de Praga al exilio en Ginebra y de vuelta a casa. Por su negativa a doblegarse al régimen comunista, el cirujano Tomás se ve obligado a convertirse en limpiador de ventanas y utiliza su nueva profesión para concertar sexo con cientos de clientas. Tomás finalmente vive sus últimos días en el campo con su esposa, Tereza, y sus vidas se vuelven más oníricas y tangibles a medida que pasan los días.
Jiri Srstka, el agente literario checo de Kundera en el momento en que el libro finalmente se publicó en la República Checa, dijo que el propio autor retrasó su lanzamiento allí por temor a que se editara mal.
“Kundera tuvo que volver a leer todo el libro, reescribir secciones, hacer adiciones y editar todo el texto. Entonces, dado su perfeccionismo, este fue un trabajo a largo plazo, pero ahora los lectores obtendrán el libro que Milan Kundera cree que debería existir”, dijo Ststka a Radio Praha en ese momento.
Kundera se negaba a aparecer en cámara, rechazó cualquier anotación cuando se publicaron sus obras completas en 2011 y, antes, no permitió ninguna copia digital de sus escritos, lo que refleja su lealtad a la palabra impresa. Hoy, sin embargo, una versión Kindle de “La insoportable levedad del ser” se encuentra entre sus libros ofrecidos en Amazon y Google Books.
En un discurso de junio de 2012 ante la Biblioteca Nacional de Francia —releído en la radio francesa por un amigo— dijo que temía por el futuro de la literatura.
“Me parece que el tiempo, que sigue su marcha sin piedad, empieza a poner en peligro los libros. Es por esta angustia que, desde hace varios años, tengo en todos mis contratos una cláusula que estipula que deben publicarse sólo en la forma tradicional de un libro, que deben leerse sólo en papel y no en una pantalla”, dijo. “La gente anda por la calle, ya no tienen contacto con los que están a su alrededor, ni ven las casas por donde pasan, tienen alambres colgando de las orejas. Gesticulan, deben, no miran a nadie y nadie los mira. Me pregunto, ¿ya no leen libros? Es posible, pero ¿por cuánto tiempo más?”.
En 2021, Kundera donó su biblioteca y archivo a la biblioteca pública de Brno, donde nació y pasó su infancia. La Biblioteca de Moravia tiene una vasta colección de obras de Kundera. Los artículos donados incluyen ediciones de sus libros en checo y otros 40 idiomas, artículos escritos por y sobre él, reseñas publicadas y críticas a su obra, fotografías autorizadas e incluso dibujos del autor.
A pesar de su feroz protección a su vida privada, Kundera se vio obligado a revisar su pasado en 2008, cuando el Instituto para el Estudio de los Regímenes Totalitarios de la República Checa reveló documentos que indicaban que en 1950, cuando era un estudiante de 21 años, Kundera le contó a la policía sobre alguien en su dormitorio. El hombre fue finalmente declarado culpable de espionaje y sentenciado a trabajos forzados durante 22 años.
El investigador que publicó el informe, Adam Hradilek, lo defendió como el producto de una extensa investigación sobre Kundera.
“Ha jurado a sus amigos checos guardar silencio, por lo que ni siquiera ellos están dispuestos a hablar con los periodistas sobre quién es y quién fue Milan Kundera”, dijo Hradilek en ese momento.
Kundera dijo que el informe era una mentira y declaró a la agencia de noticias checa CTK que equivalía a “el asesinato de un autor”.
Un perfil de 1985, que se encuentra entre los más largos y detallados registrados, examina la vida de Kundera en París. En él, el autor presagió el dolor que probablemente le causó tal acusación.
“Para mí, la indiscreción es un pecado capital. Cualquiera que revele la vida íntima de otra persona merece ser azotado. Vivimos en una época en que la vida privada está siendo destruida. La policía la destruye en los países comunistas, los periodistas la amenazan en los países democráticos, y poco a poco la gente misma pierde el gusto por la vida privada y el sentido de ella”, le dijo a la escritora Olga Carlisle. “La vida cuando uno no puede esconderse de los ojos de los demás, eso es un infierno”.
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Los periodistas de The Associated Press Karel Janicek en Praga, República Checa, Amer Cohadzik en Sarajevo, Bosnia y Herzegovina y Raf Casert en Bélgica contribuyeron a este despacho.