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Los campos de cultivo también almacenan dióxido de carbono. La cuestión es cuánto

Shalamar Armstrong, profesor asociado de agronomía en la Universidad de Purdue sostiene una pala llena de tierra, el jueves 13 de julio de 2023 en Fowler, Indiana. (AP Foto/Joshua A. Bickel) AP (Joshua A. Bickel/AP)

DYSART, Iowa, EE.UU. (AP) — Cuando Al Schafbuch dejó se segar sus campos de Iowa hace décadas y más tarde empezó a sembrar cultivos de cobertura, intentaba ahorrar dinero en fertilizante y reducir la erosión. Obtuvo esos beneficios y también vio cómo su tierra mejoraba para convertirse en una materia orgánica oscura y con textura, que según dijo se siente como “torta de chocolate”.

Otra gran ventaja que beneficia a todo el mundo: labrar menos y plantar más cultivos que cubren la tierra puede ayudar a los agricultores a almacenar más dióxido de carbono, un gas que calienta la atmósfera, en los campos. Más plantas absorben más dióxido de carbono y los microbios en la tierra expulsan menos dióxido de carbono cuando no se les perturba. Eso puede suponer dinero para los agricultores en forma de compensaciones de dióxido de carbono, unos pagos que pueden hacer las compañías que apoyan ese almacenaje en granjas para, en teoría, compensar sus emisiones en otros lugares.

“Cuanto más dióxido de carbono extraes de la atmósfera con tus cultivos, y más cultivos crecen durante el año, compensas algo de lo que desperdicias, la energía que desperdicias”, explicó Shalamar Armstrong, profesor asociado de agronomía en la Universidad de Purdue. “Porque has almacenado dióxido de carbono que se habría emitido a la atmósfera”.

Este fenómeno está recibiendo más atención de legisladores, investigadores y profesionales de la industria. El Departamento de Agricultura anunció esta semana una inversión de 300 millones de dólares para estudiar las emisiones agrícolas, lo que incluye crear una red de investigadores para monitorear el dióxido de carbono en la tierra. Y los senadores de Estados Unidos Tina Smith, demócrata de Minnesota y Todd Young, republicano de Indiana, presentaron una propuesta de ley que según Smith respaldaría la investigación necesaria “para acreditar apropiadamente el almacenamiento de dióxido de carbono en la tierra”.

El anuncio del Departamento de Agricultura y ese proyecto de ley abordan la difícil cuestión de cómo cuantificar el dióxido de carbono que se almacena en la tierra. Es un obstáculo a superar si el joven y pujante mercado quiere evitar el escrutinio y el escepticismo que provocan los mercados de créditos de carbono.

“El elemento científico (de los créditos de carbono) se ha quedado muy atrás, especialmente cuando se trata de cosas como supervisión, reportes y verificación”, explicó Cristel Zoebisch, subdirectora de política en la organización climática Climate 180. “Esto son obstáculos enormes no sólo para la captura de dióxido de carbono en la tierra, sino en realidad para cualquier solución de retirada de carbono basada en suelo”.

Armstrong ha intentado resolver ese problema. Dirige un laboratorio en el que los investigadores estudian cómo afecta la gestión agrícola a la cantidad de dióxido de carbono en la tierra en diferentes paisajes. Él y otros en Purdue llevan más de 40 años investigando muestras de tierra, comparando diferentes estilos de labranza y cultivos de cobertura para determinar sus efectos de largo plazo sobre el almacenaje de dióxido de carbono. Resolverlo puede llevar años de trabajo de campo, cuidadosa química de laboratorio y mucho equipamiento costoso.

El experto espera que sus cálculos precisos ayuden a los agricultores a tomar decisiones que les ayuden a recibir valiosos incentivos por capturar dióxido de carbono, al tiempo que mantienen sus ingresos actuales.

Pero otros académicos temen que incluso si se paga a los granjeros por almacenar dióxido de carbono en la tierra, eso no resuelva un problema mayor: que con frecuencia, los mercados de dióxido de carbono no funcionan.

Para que las compensaciones sean legítimas, deben cumplir cuatro criterios. Deben almacenar dióxido de carbono que de otro modo se habría emitido, tienen que ser verificables con datos, deben ser inmediatos (plantar un árbol que podría crecer en 20 años no basta) y deben ser duraderos, indicó John Sterman, profesor de gestión del Massachusetts Institute of Technology.

Cuantificar mejor la captura de dióxido de carbono a través de la investigación podría hacer más comprobables esas compensaciones, pero no aborda otros factores. Por ejemplo, muchos agricultores arriendan la tierra que trabajan, y no pueden garantizar que el dióxido de carbono almacenado vaya a mantenerse varias décadas si otra persona trabaja el terreno.

Barbara Haya, directora del Proyecto de Comercio de Dióxido de Carbono de Berkeley en la Universidad de California, Berkeley, ha trabajado en investigación que según dijo muestra que a menudo, las compensaciones de dióxido de carbono se sobreestiman, a veces por mucho.

“El comercio de dióxido de carbono es un mecanismo que ha fracasado miserablemente durante los últimos 20 años del que de verdad deberíamos alejarnos”, dijo Haya.

El representante estadounidense Jared Huffman, demócrata por California, presentó el mes pasado un proyecto bipartidista para apoyar a los agricultores a mejorar la salud de su tierra, con incentivos que no implicaban necesariamente el mercado del dióxido de carbono. Señaló que los agricultores en su distrito también han descrito las ventajas de prácticas regeneradoras y que muchos estaría interesados en participar en mercados de dióxido de carbono con “firmes” sistemas de contabilización. Pero añadió que los que aspiren a acciones climáticas importantes no deberían limitarse a los sistemas de compensación.

“En mi opinión, no es el antídoto”, dijo Huffman. “Creo que las compensaciones son turbias por definición”.

Algunos productores proceden con cautela.

Brad Wetli, un granjero de Indiana que colabora con Armstrong, ha ido probando técnicas que requieren menos arado y planta cultivos que cubren el suelo, como centeno, desde hace unos años. Está contento con la situación actual en su campo -"uno siente que está haciendo algo" para contribuir a la sostenibilidad, señaló- pero sigue valorando sus opciones con posibles contratos de créditos de carbono, haciendo cálculos y pensando si el precio será adecuado, dado que muchos acuerdos de compensación pueden durar varios años.

“Voy a hacer quizá un terreno o dos cada vez, mientras aprendo más. Espero incorporar más el dióxido de carbono o los créditos de carbono en el negocio”, dijo.

Schafbuch, por su parte, es escéptico con los créditos de carbono pero se habría mostrado a favor de los cultivos de regeneración sin importar los costes iniciales. Dijo que fue uno de los pioneros en incluirlo mientras sus vecinos se reían y decían que “acabaría arruinado”, pero ha demostrado que se equivocaban.

“Estoy convencido de que si se hace bien, todo el mundo puede hacerlo”, dijo.

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El periodista de Associated Press Joshua Bickel contribuyó a este despacho desde Fowler, Indiana.

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Melina Walling está en Twitter como @MelinaWalling.

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La cobertura climática y medioambiental de Associated Press recibe apoyo de varias fundaciones privadas. AP es la única responsable de su contenido.

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