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El regreso de Simon Biles a la gimnasia genera alta expectación

Simone Biles, siete veces medallista olímpica y campeona olímpica en 2016, entrena de cara al Clásico de Estados Unidos de gimnasia, el viernes 4 de agosto de 2023, en Hoffman Estates, Illinois. (AP Foto/Morry Gash) AP (Morry Gash/AP)

HOFFMAN ESTATES, Illinois, EE.UU. (AP) — De no ser por el anillo de bodas, esta Simone Biles habría parecido la de 2019. O la de 2016. O la de 2014.

Mucho antes de Tokio. Mucho antes de los “giros”. Mucho antes de los dos años alejada de la gimnasia, en los que la estrella dio un paso atrás, previo a un análisis sobre el desarrollo de su destacada carrera de récords y decidir que no había terminado. No todavía.

Ahí estaba caminando en el piso de la Arena NOW el viernes, en la víspera del Clásico de Estados Unidos, su primera cita desde que ganó el bronce en la viga de equilibrio en los Juegos Olímpicos pospuestos a 2021 por la pandemia —una presea que calificó como una de las más dulces que jamás haya ganado.

Ahí estaba riéndose con sus compañeras; corriendo, estirándose y dando piruetas, y sí, ocasionalmente girando, con la facilidad casual que mostraba con frecuencia cuando la siete veces medallista olímpica estaba en su mejor momento.

Aquellos días maravillosos habrían quedado atrás. Biles ahora tiene 26 años y está en un lugar diferente en su vida. Se casó con el defensive back de los Packers de Green Bay, Jonathan Owens, en abril. Su cuenta de Instagram está llena de imágenes de la casa que ambos están construyendo, sus perros, sus amigos y muy poco del deporte que ella ayudó a redefinir.

Los detalles de su regreso después de aquellas dos semanas en los Juegos de Tokio en los que abandonó varios eventos mientras lidiaba con un bloqueo mental (en “los giros”), se han mantenido en secreto. El anuncio de que iba a competir el sábado no llegó por parte de un canal de sus redes sociales, o una cadena, sino de la federación estadounidense de gimnasia.

No hay un equipo que esté haciendo un documental con cada uno de sus pasos. Tampoco se ha abierto el gimnasio que tiene su familia en el norte de Houston para que el mundo la pueda observar. Hay una sensación de que esto es un tema personal para Biles, de un modo que su camino rumbo a Tokio no lo fue.

Aún así, la energía que rodea su regreso es palpable. Cientos de fanáticos pagaron 25 dólares cada uno, una rareza para lo que suele ser un evento modesto, a fin de observar el entrenamiento de Biles. El costo promedio de los boletos en la reventa para el evento del sábado por la noche en el que sobresalen Biles y la campeona olímpica de 2020 Suni Lee alcanzaba los 400 dólares el viernes al mediodía, principalmente porque las entradas que estaban disponibles cuando Biles hizo oficial su participación, desaparecieron en horas.

Gritos de “¡Simone!” hacían eco en la arena siempre que ella terminaba una rutina. Había una ronda de aplausos cuando consiguió su tercer intento de un Yurchenko —esencialmente dos volteretas hacía atrás con las manos juntas justo por encima de las rodillas— en la prueba de salto, a pesar de que alcanzó tanta altura que se pasó y rebotó saliéndose de la alfombra.

Después se acercó a un mar de cámaras y dijo “bienvenidos a nuestro blog” mientras caminaba con varias de sus compañeras en el Centro del Campeonato Mundial. En lugar de detenerse a charlar, se río y siguió moviéndose, dejando que sus acciones, al menos en este punto de su regreso, hablen más fuerte que sus palabras.

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