TALIN, Estonia (AP) — En los campos de batalla de Ucrania, la confusión de la guerra asola a los soldados. Y, lejos de los combates, una miasma igual de desorientadora afecta a los que intentan comprender qué está pasando en el amplio conflicto.
La desinformación, la información errónea y la falta de ella generan confusión en los civiles. Oficiales de ambos bandos denuncian conspiraciones siniestras preparadas por el enemigo, que nunca se concretan. Se adjudican victorias que no pueden ser confirmadas, y guardan silencio en lo que respecta a derrotas.
Nada de esto es exclusivo del conficto entre Rusia y Ucrania. Cualquier nación que esté librando una guerra tergiversa la verdad con el fin de impulsar la moral en el frente local, granjearse el respaldo de sus aliados e intentar persuadir a sus detractores a que modifiquen su posición.
Pero la guerra terrestre de mayor magnitud en Europa en décadas —y la mayor desde el advenimiento de la era digital— está llevándose a cabo en medio de un espacio informativo supercaldeado. Y la tecnología moderna de comunicaciones, en teoría una fuerza para impulsar el conocimiento del público, tiende a multiplicar la confusión porque los engaños y las falsedades llegan a las audiencias al instante.
“El gobierno ruso intenta presentar una cierta versión de la realidad, pero el gobierno ucraniano y los partidarios de la causa de Ucrania también lo hacen. Y en la actualidad esas personas también tienen puntos de vista y están usando la información en forma muy eficaz para intentar darle forma a todas nuestras opiniones sobre la guerra y su impacto”, dice Andrew Weiss, analista de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional.
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LA "NIEBLA" NO ES ALGO NUEVO
Incluso antes de que la guerra comenzara, abundaban la confusión y las contradicciones.
Rusia, a pesar de amasar decenas de miles de soldados en la frontera, alegó que no tenía intenciones de invadir. El presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy minimizó constantemente la probabilidad de que hubiera una guerra —una posición alarmante para algunos de sus aliados occidentales_, a pesar de que en la defensa de Kiev quedó claro que las fuerzas ucranianas estaban bien preparadas para justo esa posiblidad.
Al día siguiente de que la guerra comenzara el 24 de febrero de 2022, la desinformación cundió, notablemente el relato del “Fantasma de Kiev” sobre un piloto de guerra ucraniano que derribó seis aviones rusos. Se desconoce el origen de la historia, pero versiones oficiales ucranianas la respaldaron rápidamente antes de que las autoridades reconocieran que se trataba de un mito.
Uno de los casos más flagrantes de desinformación surgió en la segunda semana del conflicto, cuando un hospital de maternidad en la sitiada ciudad de Mariúpol fue bombardeado desde el aire. Imágenes tomadas por un fotógrafo para The Associated Press —que tenía el único equipo extranjero de noticias en la ciudad— impactaron al mundo, en especial uno de una mujer embarazada siendo trasladada sobre una camilla en medio de las ruinas.
El ataque brutal desmintió las afirmaciones rusas de que sólo estaba atacando blancos de valor militar y evitaba agredir instalaciones civiles. Moscú lanzó rápidamente una campaña en varios frentes y poco menos que incoherente para aplacar la indignación.
Varios diplomáticos, entre ellos el embajador ruso ante las Naciones Unidas, denunciaron los reportes y las imágenes de la AP, calificándolas de falsificaciones absolutas. Él alegó que una paciente entrevistada después del ataque —que estaba de pie y parecía ilesa— y la mujer sobre la camilla eran la misma persona y que ella era un actor de crisis. El ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, dijo que combatientes ucranianos estaban refugiándose en el hospital, lo que lo convertía en un blanco legítimo.
La paciente que fue entrevistada enturbió la situación al afirmar posteriormente que no le había dado permiso a los periodistas para citarla, y dijo que no había escuchado aviones sobre el hospital antes de las explosiones, insinuando que podría haber sido atacado con proyectiles de artillería, en lugar de bombas arrojadas desde el aire. Las autoridades rusas aprovecharon dichas afirmaciones para apuntalar sus alegatos, aunque la mujer confirmó que el ataque en sí fue real.
Una semana después, el principal teatro dramático de Mariúpol fue destruido en un ataque aéreo, a pesar de que la palabra “niños” había sido escrita en ruso en letras grandes en dos sitios alrededor del teatro para mostrar que había civiles resguardados allí. La explosión provocó la muerte de hasta 600 personas.
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RUSIA HACE SUS PROPIAS AFIRMACIONES ACERCA DE SUS AVANCES
El ministerio ruso hace afirmaciones casi a diario de haber matado a decenas o cientos de soldados ucranianos, cifras que no pueden ser confirmadas y que se cree ampliamente que están infladas.
En enero, el Ministerio de Defensa alardeó que sus fuerzas habían matado a hasta 600 soldados ucranianos en un ataque con misiles a edificios en la ciudad de Kramatorsk, donde los soldados se encontraban acantonados temporalmente. Sin embargo, varios periodistas —incluido un reportero de la AP que acudió al lugar al día siguiente— hallaron que los edificios no tenían daños graves y no había indicios de muertes.
Rusia dijo que el presunto ataque había sido en represalia por una ofensiva ucraniana sobre una base rusa que dejó al menos 89 muertos, una de las mayores pérdidas para Rusia en un solo incidente de las que se tenga noticia.
En ocasiones el hecho de que se haya cometido una destrucción impactante no puede ser negado, pero sí se disputa quién lo causó. Cuando una afamada catedral en Odesa resultó gravemente dañada en julio, Ucrania indicó que había sido alcanzada por un misil ruso, y Rusia dijo que había sido dañada por los restos de un misil defensivo ucraniano.
La desastrosa ruptura en mayo de la presa Kakhovka, que estaba bajo control ruso, trajo consigo vehementes versiones opuestas de parte de Rusia —que dijo había sido alcanzada por misiles ucranianos— y Ucrania, que alegó que las fuerzas rusas la reventaron. Un análisis de la AP halló que Moscú tenía los medios y el motivo para destruir la represa, que era el único cruce fijo que quedaba entre las márgenes del río Dniéper en la provincia de Jersón, en el frente. Una de las riberas está bajo control ruso y la otra es controlada por los ucranianos.
Ambas partes satanizan a la otra con alegatos de que tiene planes sinestros. En ocasiones una de las dos alega que la otra parte está preparando un ataque de “bandera falsa”, como cuando Ucrania alegó que Rusia planeaba atacar con misiles a su aliado Bielorrusia con el fin de culpar a Ucrania e involucrar a las fuerzas bielorrusas en la guerra.
Tanto Rusia como Ucrania suelen invocar el fantasma de un desastre nuclear. Lavrov y el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigu, atrajeron atención mundial en octubre al hacer afirmaciones de que Ucrania estaba preparando una “bomba sucia”, un explosivo convencional que propaga material radiactivo. A su vez, Zelenskyy ha advertido repetidas veces que Moscú ha plantado explosivos con el fin de provocar una catástrofe en la nucleoeléctrica de Zaporiyia, que tiene ocupada. No se tiene evidencia que corrobore ninguna de esas declaraciones.
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LA NIEBLA TAMBIÉN ENCUBRE EL FUTURO
En la guerra, la niebla envuelve los eventos que ocurren y los que no ocurrieron, y obscurece la comprensión de qué podría ocurrir a continuación. Y no se introduce sigilosamente y poco a poco, sino que se difunde al instante a medida que Rusia y Ucrania aprovechan las redes sociales, las aplicaciones de mensajes y el hambre de noticias en el mundo para difundir hechos y engaños.
Y lo que ha o no ha ocurrido no es el único material de interés. Lo que podría o no podría ocurrir también lo es. En ocasiones, alegatos oscuros acerca de lo que la otra parte está planeando van un paso más allá y se quejan acerca de lo que supuestamente no ocurrirá.
Cuando una periodista rusa falleció en un ataque efectuado por las fuerzas ucranianas en julio, Maria Zakharova. vocera del Ministerio de Asuntos Exteriores, alegó en cuestión de horas que era improbable que organizaciones internacionales emitieran reacciones ante el fallecimiento. Muy molesta, declaró que “la hipocresía patológica ha sido desde hace mucho tiempo una tradición política del liberalismo occidental y de su reflejo incondicionado”.
Entre los que lamentaron la muerte de la periodista en los días subsecuentes estuvieron la directora de la UNESCO y la Federación Internacional de Periodistas.