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El dominio del presidente Emmerson Mnangagwa es puesto a prueba en las elecciones del miércoles en Zimbabue

La oposición confía en que la crisis económica acabe decantando a su favor unos comicios bajo enormes dudas sobre su transparencia La hiperinflación y la corrupción vuelven a poner en duda más de 40 años de control del ZANU-PF sobre el destino político del país

La oposición confía en que la crisis económica acabe decantando a su favor unos comicios bajo enormes dudas sobre su transparencia

La hiperinflación y la corrupción vuelven a poner en duda más de 40 años de control del ZANU-PF sobre el destino político del país

MADRID, 22 (EUROPA PRESS)

Zimbabue celebra este miércoles sus novenas elecciones generales desde la independencia entre enormes desafíos económicos y serias dudas de las ONG pro DDHH internacionales sobre el desarrollo de unos comicios en los que el presidente del país, Emmerson Mnangagwa, parte en principio como favorito frente al líder opositor, Nelson Chamisa, gracias muy en parte a una política de represión que ha disuelto las esperanzas de quienes veían al mandatario como una alternativa al predecesor que derrocó tras un golpe militar, Robert Mugabe.

Aproximadamente 6,5 millones de zimbabuenses votarán presidente y diputados en un Parlamento con 350 escaños repartidos entre 270 de la cámara baja, la Asamblea Nacional (60 reservados para mujeres) y 80 del Senado. En ambas cámaras el partido de Mnangagwa, la histórica Unión Nacional Africana de Zimbabue - Frente Patriótico (ZANU-PF), goza de la mayoría, seguida de la Coalición de Ciudadanos por el Cambio (CCC) de Chamisa. Finalmente, el país elegirá a sus representantes en los consejos locales de Gobierno.

Estas tres votaciones decidirán los cinco próximos años de derrotero político en un país todavía inextricablemente ligado a los 15 años de guerra civil (1965-1980) que marcaron su independencia de Reino Unido, su transformación desde la antigua Rodesia hasta el país que existe hoy en día, y la constante doble percepción entre liberador y tirano que pesó, y todavía pesa, sobre sus líderes posteriores, primero Mugabe y después Mnangagwa, ambos participantes activos en el conflicto, posteriormente aliados incómodos y finalmente cruentos rivales políticos.

De hecho, la decisión de Mugabe de expulsar a Mnangagwa de la Vicepresidencia del país en noviembre de 2017 por presunta corrupción fue el detonante que desembocó en su caída solo días después: un golpe liderado por el Ejército del país, favorable a Mnangagwa, acabó con 37 años de mandato del histórico presidente, constantemente acusado por sus opositores de prácticas dictatoriales y un espectro de abusos de los que nunca respondió hasta su muerte dos años después.

UNA SECUELA

Con más de 40 años de mandato a sus espaldas, el ZANU-PF ejerce un dominio total sobre las estructuras del Estado zimbabuense hasta el punto de que Mngangagwa ha declarado más de una vez que le resulta inconcebible la derrota en las urnas, que compara con la destrucción del país. "Estáis perdidos si no votáis por el ZANU-PF", declaró en un mitin a principios de mes.

Aunque desde el Gobierno recuerdan que Mnangagwa ha ejercido una política exterior de reconciliación tras años de aislamiento, con medidas como por ejemplo su petición de reincorporarse a la Commonwealth, de puertas hacia adentro la oposición se ha quedado prácticamente afónica de tanto denunciar una persecución a gran escala contra sus líderes, sobre todo desde los últimos comicios de 2018, que también enfrentaron a Mnangagwa con Chamisa.

Hace cinco años, el mandatario ganó por un margen tan ajustado que hizo falta un dictamen del Constitucional para darle la victoria en medio de una ola de críticas de manipulación electoral en lo que el CCC percibió de todas maneras como una grieta en el poder. La serie de crisis económicas que ha atravesado el país durante el lustro siguiente, con la pandemia y la endémica hiperinflación a la cabeza, podrían haberlo resquebrajado por completo, esperan los oponentes de Mnangagwa en estos próximos comicios.

Chamisa, de 45 años, abogado y pastor evangélico, ha convertido su lucha contra Mnangagwa en una misión divina de la que, está convencido, saldrá victorioso a pesar de las "sucias campañas" que el mandatario ha recrudecido a lo largo de los últimos meses; una muestra de que el Gobierno ha entrado en "modo pánico". En julio, una docena de sus candidatos vieron invalidada su participación por un tribunal al considerar que presentaron los trámites correspondientes fuera de plazo. Este mes, al menos 40 simpatizantes de la CCC fueron detenidos a mediados de mes por interrumpir el tráfico durante una marcha.

"Ahora mismo es imposible reunirse en ninguna parte", lamentó el portavoz adjunto del partido, Ostallos Siziba, a la ONG Human Rights Watch (HRW). "El ZANU-PF ha declarado que las zonas rurales están absolutamente restringidas y cada vez que los opositores intentan entrar allí, el partido del Gobierno desencadena la violencia política".

HRW achaca buena parte de estas restricciones a la reciente "Ley Patriótica", una serie de normativas que, de acuerdo con la ONG, "criminalizan las libertades de expresión y de libre asociación", y avisa de que las promesas de transparencia electoral del Gobierno no terminan de cumplir los estándares internacionales: los comicios estarán supervisados por observadores internacionales pero no disfrutarán de un acceso completo a todos los centros de votación, indica la ONG. La propia misión de la Unión Europea ya avisó hace cinco años de graves errores en el recuento de la Comisión Electoral, un brazo más, a juicio de la oposición, del ZANU-PF.

CRISIS DESPUÉS DE CRISIS

Sea cual sea el resultado, los votantes exigen medidas inmediatas para paliar la crisis y la corrupción en el país. En cifras, los res últimos años han sido los peores de la década, hasta el punto de que en los 12 meses previos a mayo de este año, los precios subieron un 86,5%, una de las tasas de inflación anual más altas del mundo.

Las empresas, por su parte, intentan hacer frente a constantes cortes de energía y a la inestabilidad de la moneda local, que ha perdido un 86 por ciento de su valor entre enero y principios de junio. Consciente de ello, y dadas las sanciones occidentales que pesan sobre el país, Mnangagwa no ha dudado en estrechar todavía más los lazos con China y Rusia, como demostró su presencia en la reciente cumbre rusoafricana celebrada a finales del mes pasado en San Petersburgo, acompañando a Vladimir Putin.

Sea como fuere, todos estos datos han provocado el desencanto de la población, reflejado en las encuestas previas a los comicios. Afrobarometer, en un sondeo de julio, concedía a Mnangagwa el 35 por ciento de la intención de voto, ocho puntos por delante de Chamisa, pero un 27 por ciento de los encuestados eludió declarar su preferencia.

En cualquier caso, son porcentajes muy lejanos del 50 por ciento necesario para la victoria directa, y todo parece indicar que el país tendrá que regresar a las urnas el próximo 2 de octubre en medio de semejante escenario de incertidumbre a todos los niveles, teniendo en cuenta además que a Mngangawa solo le queda un mandato en la recámara, como marca la Constitución del país y que, a sus 80 años, su longevidad política tiene una clara fecha de caducidad.

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