MADRID, 21 (EUROPA PRESS)
Reducir los niveles de CO2 en la atmósfera exige no solo reducir las emisiones, sino también capturar y almacenar los volúmenes excesivos de carbono ya emitido.
Los autores sostienen que podríamos transformar los ecosistemas áridos en sistemas eficientes de captura de carbono con una mejor salud del suelo, una mayor eficiencia fotosintética y una mayor biomasa radicular mediante la ingeniería de combinaciones ideales de plantas, microbios del suelo y tipo de suelo para facilitar un proceso biogeoquímico natural llamado la vía del oxalato-carbonato para crear sumideros de carbono bajo el suelo.
"Reverdecer los desiertos mediante la restauración de las funciones de los ecosistemas, incluido el secuestro de carbono, debería ser el enfoque preferente --escribe el equipo de investigación, dirigido por el autor principal y científico de plantas Heribert Hirt, de la Universidad Rey Abdullah de Ciencia y Tecnología, en Arabia Saudí--. La ventaja de recuperar regiones áridas para reverdecimiento y secuestro de carbono es que no compiten con las tierras utilizadas en agricultura y producción de alimentos".
El método aprovecha las plantas adaptadas a las zonas áridas que producen oxalatos, iones que contienen carbono y oxígeno y que quizá te suenen si tienes la mala suerte de sufrir cálculos renales o gota. Algunos microbios del suelo utilizan los oxalatos como única fuente de carbono y, al hacerlo, excretan moléculas de carbonato en el suelo.
El carbonato suele descomponerse rápidamente, pero si estos sistemas planta-microbio se cultivan en suelos alcalinos y ricos en calcio, el carbonato reacciona con el calcio para formar depósitos estables de carbonato cálcico.
El carbono circula de forma natural entre la atmósfera, los océanos y los ecosistemas terrestres, pero la acción humana ha provocado la acumulación de un exceso de CO2 en la atmósfera. Incluso si podemos reducir las emisiones de CO2, los investigadores escriben que los "efectos climáticos del CO2 elevado seguirán siendo irreversibles durante al menos 1.000 años a menos que el CO2 pueda ser secuestrado de la atmósfera".
Los árboles se consideran un sistema ideal para la captura de carbono, pero la reforestación compite directamente con la agricultura por las tierras cultivables. En cambio, las tierras áridas, que constituyen aproximadamente un tercio de las superficies terrestres, no se utilizan para la agricultura.
En la actualidad, los ecosistemas áridos soportan muy poca vida vegetal, siendo la falta de agua el mayor factor limitante. Sin embargo, algunas plantas se han adaptado a la vida árida desarrollando diferentes mecanismos para hacer frente a la falta de agua y a las temperaturas extremas.
Algunas plantas adaptadas a la aridez tienen sistemas radiculares especiales para llegar a las profundidades del suelo y explotar fuentes de agua ocultas, mientras que otras utilizan diferentes formas de fotosíntesis que les permiten minimizar la pérdida de agua durante las horas más calurosas del día.
Otras, las llamadas plantas "oxalógenas", producen grandes cantidades de oxalatos que pueden convertir en agua en épocas de sequía. Parte del carbono de estos oxalatos se deposita bajo tierra como depósitos de carbono cuando las plantas oxalógenas crecen en determinadas condiciones, y es este mecanismo el que los autores quieren explotar para el secuestro de carbono.
"En conjunto, en esta forma de secuestro de carbono, uno de cada dieciséis átomos de carbono fijados fotosintéticamente podría ser secuestrado en carbonatos", escriben los autores.
Amplificar este proceso biogeoquímico natural en las tierras áridas podría convertir estos ecosistemas actualmente improductivos y degradados en sumideros de carbono con suelos y plantas más sanos, afirman los autores. Sugieren empezar con "islas de fertilidad", pequeñas bolsas de hábitat reverdecido desde las que las plantas y los microbios puedan extenderse hasta formar una alfombra de vegetación.
Los autores calculan que estos planteamientos podrían dar lugar a aumentos significativos de la retención de carbono tanto en las plantas como en el suelo en menos de diez años.
Sin embargo, señalan que el éxito y la rapidez del método propuesto dependerán del ritmo de crecimiento de las plantas (que tiende a ser lento en condiciones de escasez de agua) y "dependerá también de los medios financieros y políticos para aplicar esta tecnología en diversos países áridos".