LIMA (AP) — Algunos arqueólogos describen a la capital de Perú como una cebolla con muchas capas, otros como una caja de sorpresas.
Eso fue lo que se llevó un grupo de obreros que trabajaba en la ampliación de la red de gas y se topó con ocho fardos funerarios preincaicos cerca de nuevas barriadas, una carretera y restaurantes de pollo a la brasa.
“Nosotros vamos recuperando esas hojas de la historia perdida de Lima que justamente se encuentra oculta debajo de las pistas y las calles”, dijo el viernes Jesús Bahamonde, arqueólogo de Calidda, la empresa que distribuye gas natural en la capital de 10 millones de habitantes y que en sus trabajos de excavación para ampliar la red subterránea ha sumado más de 1.900 hallazgos arqueológicos en 19 años.
Lima, sobre el Pacífico sur, ha estado ocupada en forma continua desde hace más de 10.000 años por culturas preincaicas, luego por el propio Imperio Inca y desde la fundación española en 1535 por los habitantes capitalinos. La capital peruana tiene más de 400 zonas arqueológicas en su mayoría entrelazadas con el tejido urbano actual, según el Ministerio de Cultura.
Bahamonde mostró el viernes los fardos de hombres antiguos sentados, envueltos con telas de algodón y amarrados con sogas trenzadas de lianas que estaban en unas zanjas a 30 centímetros de la superficie. Según una primera estimación de los arqueólogos de la compañía, que llevan casi dos décadas excavando por toda la ciudad, pertenecerían a la cultura preincaica llamada Ichma.
La cultura Ichma se formó alrededor del año 1.100 d.C. y se expandió por los valles de Lima hasta que fue incorporada al Imperio Inca a fines del siglo XV, según los estudiosos de la ocupación humana en la capital de Perú.
El arqueólogo Roberto Quispe, que trabajaba en la zanja, dijo que de los ocho fardos funerarios dos podrían ser adultos y otros seis menores de edad. Desde 2015 Quispe ha trabajado de cerca en varios hallazgos por toda la metrópoli.
No todos los hallazgos han sido de culturas prehispánicas ni de la época inca, también de tiempos más recientes. En 2018 Quispe junto a otros arqueólogos encontraron bajo el suelo de una barriada llamada La Flor tres ataúdes de madera con los cuerpos de tres inmigrantes chinos que habían sido enterrados en el siglo XIX y que formaron parte de la inmigración de ese país asiático, la más grande de esa época. Los chinos llegaron a Perú para trabajar en los campos agrícolas en precarias condiciones.
Los arqueólogos hallaron los cadáveres junto a pipas para fumar opio, cigarrillos hechos a mano, zapatos, naipes chinos del juego Tseen Wan, una moneda peruana de plata acuñada en 1898 y una constancia de finalización de un contrato de trabajo escrita en español y fechada en 1875 en una hacienda al sur de Lima.
Es difícil imaginar que cerca de los restaurantes de pollos braseados, una carretera que lleva hasta al único reactor nuclear de Perú llamado Huarangal y por donde transitan niños que van a la escuela hubiera ocho fardos funerarios.
“Cuando llegaron los españoles en el siglo XVI encontraron toda una población que vivía en los tres valles que hoy ocupan Lima... lo que tenemos es una suerte de continuación histórica”, dijo Bahamonde.
En una de sus jornadas de trabajo Antonhy Espinoza, un obrero de 29 años que normalmente se dedica a excavar las zanjas, tuvo que detener por un momento su labor y dar paso a los arqueólogos. “No sabía que estaba encima de un cementerio", dijo.