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Crecen las tensiones entre los recién llegados y los inmigrantes con raíces profundas en EEUU

Inmigrantes que han estado en Estados Unidos durante años se manifiestan pidiendo permisos de trabajo para los programas de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) y Estatus de Protección Temporal (TPS) en Franklin Park en Washington, e AP (Jose Luis Magana/AP)

HOMESTEAD, Florida, EEUU (AP) — En un refugio administrado por la ciudad de Nueva York los migrantes se quejan de que familiares que llegaron a Estados Unidos antes que ellos no quieren hospedarlos. En Chicago, un proveedor de servicios de salud mental para inmigrantes que se encuentran ilegalmente en el país se focaliza en los recién llegados que duermen en una comisaría policial. En el sur de Florida algunos inmigrantes que llegaron hace años están molestos porque otros que arribaron después obtienen permisos de trabajo, algo que está fuera de su alcance.

En todo el país alcaldes, gobernadores y otros funcionarios han defendido enérgicamente a los inmigrantes que recién llegan en busca de refugio y permiso de trabajo. Sus esfuerzos y las leyes existentes han dejado al descubierto las tensiones existentes entre inmigrantes que viven en el país desde hace años, incluso décadas, y los recién llegados. Aquellos que llevan tiempo aquí alegan que no tienen los mismos beneficios que los recién llegados, especialmente permiso de trabajo. Los más nuevos, por su parte, sienten que los inmigrantes que ya están establecidos les dan la espalda.

Miles de inmigrantes marcharon este mes en Washington para pedirle al presidente Joe Biden que también conceda permisos de trabajo a inmigrantes que llevan largo tiempo en el país. Algunos de los carteles decían “Permiso de trabajo para todos” y “He estado esperando 34 años un permiso de trabajo”.

Los arrestos de inmigrantes que cruzan ilegalmente la frontera desde México superaron los dos millones por segundo año consecutivo en el año fiscal que terminó el 30 de septiembre , a pesar de una breve pausa registrada cuando entraron en vigor nuevas restricciones para los solicitantes de asilo. Además, cientos de miles de inmigrantes han sido legalmente admitidos en el país durante el último año bajo nuevas políticas destinadas a desalentar los cruces ilegales.

“La creciente ola de llegadas hace que nuestos esfuerzos en defensa de la inmigración tengan más desafíos. Las llegadas han creado algunas tensiones, algunos cuestionamientos”, dijo el representante Jesús “Chuy” García, un demócrata de Chicago cuyo distrito incluye una gran cantidad de inmigrantes. La gente ha estado “esperando por décadas una oportunidad de obtener una tarjeta verde (de residencia) para legalizarse y tener un camino a la ciudadanía”.

Los solicitantes de asilo deben esperar seis meses para pedir una autorización de trabajo. El procesamiento de ese pedido no toma más un mes y medio para el 80% de las personas, de acuerdo con el Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos, conocido como USCIS por su nombre en inglés.

Aquellos que cruzan la frontera siguiendo los nuevos caminos legales que ofrece el gobierno de Biden no tienen que esperar. Unas 270.000 personas de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela llegaron hasta octubre con un estatus legal temporal conocido como “parole” tras conseguir un patrocinador financiero. Otras 340.000 lograron una cita a través de una aplicación telefónica conocida como CBP One para ingresar a través de un puesto de control en la frontera con México.

El gobierno dijo en septiembre que trabajaría para reducir a 30 días los tiempos de espera de permisos de trabajo para las personas que ingresan de manera legal. Hasta fines de septiembre había enviado 1,4 millones de correos electrónicos y mensajes de texto recordando quién era elegible para trabajar.

José Guerrero, un mexicano que trabajó en la construcción después de haber llegado de su país hace 27 años, dijo que entiende que muchos de los recién llegados se sienten obligados a huir de sus países. Después de casi tres décadas en Estados Unidos, él quiere que lo traten de la misma manera.

“Vienen todos estos inmigrantes y le dan todo fácilmente. Y uno que lleva años y trabaja y paga impuestos, nada”, expresó Guerrero, quien ahora tiene una pequeña compañía de jardinería en Homestead, a unos 63 kilómetros al sur de Miami. “Es injusto que a esta gente le den todo como en la mano”.

La Casa Blanca ha pedido al Congreso 1.400 millones de dólares destinados a alimentos, refugios y otros servicios para los recién llegados. Los alcaldes de Nueva York, Denver, Chicago, Los Ángeles y Houston escribieron el mes pasado al presidente Biden solicitándole 5.000 millones de dólares. Le explicaron que la llegada de inmigrantes ha drenado sus presupuestos y cortado servicios esenciales.

Los alcaldes respaldan también un estatus legal temporal —y permisos de trabajo— para las personas que llevan años en Estados Unidos, pero se han focalizado más en los recién llegados.

“Todos los recién llegados que arriban a nuestras ciudades buscan una oportunidad para trabajar y todos los días recibimos llamadas de líderes empresariales que tienen puestos de trabajo disponibles y quieren contratar a estos recién llegados”, escribieron los alcaldes. “Nosotros podemos recibirlos e integrarlos exitosamente y ayudarlos a conseguir el sueño americano si tienen una oportunidad para trabajar".

Muchos de los inmigrantes que acaban de llegar se encuentran en situaciones extremas, entre ellos algunos que esperaban ser recibidos por familiares y amigos pero encontraron que no les responden o bloquean sus llamadas telefónicas y mensajes.

Ángel Hernández, un venezolano que vio cadáveres de migrantes mientras atravesaba caminando la selva panameña del Darién, se desilusionó profundamente cuando llegó a Nueva York. El trabajador de la construcción dijo que él, su tía, un tío y sus dos primos abandonaron Colombia después de más de tres años porque ya no tenían trabajo.

Hernández, de 20 años, no ha podido conseguir empleo. Planeaba establecerse con el hermano de su tío, que llegó a Estados Unidos alrededor de un año antes y ya vive en una casa y tiene un trabajo estable.

“Es cada quien por sí mismo”, dijo Hernández frente al Hotel Roosevelt, una propiedad de Manhattan que permanecía cerrada hasta que la municipalidad de Nueva York la abrió para los inmigrantes en mayo.

La llegada de migrantes ha puesto a los grupos que ofrecen servicios para inmigrantes al borde de un abismo financiero.

Por décadas, el Latino Treatment Center ofreció ayuda a inmigrantes sin estatus legal que viven en Chicago y enfrentan problemas de abusos de droga. Más recientemente empezó a ayudar a recién llegados que dormían en una comisaría policial, preparó una ducha en sus oficinas para que los inmigrantes la usaran algunos días de la semana y les ofreció asesoramiento.

“Es una situación única para la que no estábamos preparados”, dijo Adriana Trino, directora ejecutiva del grupo. “Esta ha sido una etapa completamente diferente, las necesidades son muy distintas”.

Muchas organizaciones niegan las fricciones y dicen que han podido llegar a fin de mes.

“Estamos tratando de mantener un equilibrio entre hacer ambas cosas: las personas que han estado aquí durante años y las personas que están llegando y hasta ahora hemos podido servir a todos”, dijo Diego Torres de la Coalición Latinoamericana, que ayuda a inmigrantes en Charlotte, Carolina del Norte.

En Atlanta, la Latin American Association dice que este año ha gastado 50.000 dólares para ofrecer alojamiento temporal y otro tipo de ayuda a los recién llegados. Santiago Marquez, el principal ejecutivo de la organización, asegura que no ha visto ningún resentimiento.

“Nuestros clientes principales —la mayoría de ellos son inmigrantes— entienden la situación", dijo. “Ellos han pasado por eso, lo entienden”.

Sin embargo, es fácil encontrar inmigrantes con profundas raíces en Estados Unidos que se irritan y quejan por un trato desigual.

Una mujer mexicana que vive sin autorización legal en Estados Unidos desde hace 25 años y tiene tres hijos estadounidenses dijo que es injusto que los recién llegados reciban permisos de trabajo y ella no. La mujer de 45 años trabaja recogiendo batatas en Homestead y gana por semana unos 150 dólares.

“Es injusto que tanto que hemos contribuido y no nos den un papel y a otros que van llegando les dan todas las ayudas por haber”, expresó la mujer, que pidió ser identificada sólo por su apellido, Hernández, porque teme ser deportada. “Presumen de tanta humanidad y a nosotros ni nos toman en cuenta”.

La manifestación de Washington mostró los esfuerzos de los activistas para conseguir permisos de trabajo, sin importar cuándo hayan llegado los inmigrantes.

“Es un sistema que ha puesto a prueba a nuestra ciudad y, en este momento, genera conflictos entre los vecinos”, dijo Lawrence Benito, jefe de Coalition for Immigrant and Refugee Rights, en una manifestación en Chicago el mes pasado.

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Tareen reportó desde Chicago. Los periodistas de AP R. J. Rico, en Atlanta; Elliot Spagat, en Nueva York, y Erik Verduzco, en Charlotte, Carolina del Norte, contribuyeron con esta información.

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