BANGKOK (AP) — Una ofensiva lanzada contra el gobierno militar de Myanmar por una alianza de tres milicias de minorías étnicas del noreste del país ha avanzado a una velocidad vertiginosa, animando a las fuerzas de resistencia de todo el país a lanzar nuevos ataques.
Ante la retirada del ejército de Myanmar de casi cada frente, entre la oposición se enciende la esperanza de que este pueda ser un punto de inflexión en la lucha por destronar a los líderes castrenses que derrocaron a la gobernante Aung San Suu Kyi hace casi tres años.
“La actual operación es una gran oportunidad para cambiar la situación política en Myanmar”, dijo Le Kyar Win, vocero del Ejército de la Alianza Nacional Democrática de Myanmar, una de las tres milicias conocidas como la Alianza de las Tres Hermandades que lanzaron la ofensiva el 27 de octubre.
Tomado por sorpresa por el ataque conocido como Operación 1027, el ejército ha perdido más de 180 puestos, incluidas cuatro grandes bases y cuatro pasos fronterizos con China.
Ambos bandos afirman que han causado un elevado número de bajas a sus rivales, aunque no se dispone de cifras exactas. Casi 335.000 civiles han sido desplazados por los actuales combates, lo que eleva el total a más de 2 millones de desplazados en todo el país, según Naciones Unidas.
“Para el régimen, este es sin duda el momento más difícil al que se ha enfrentado desde los primeros días del golpe”, declaró Richard Horsey, experto en Myanmar del International Crisis Group.
Para complicar las cosas a los militares, está el aparente apoyo tácito de China a la Alianza de las Tres Hermandades, el cual deriva, al menos en parte, de la creciente irritación de Beijing por el tráfico de drogas a lo largo de su frontera y por la proliferación en Myanmar de centros desde los que se dirigen ciberestafas, a menudo por parte de cárteles chinos del crimen organizado con trabajadores procedentes de China u otros lugares de la región.
A medida que la Operación 1027 ha ido ganando terreno, miles de ciudadanos chinos implicados en este tipo de operaciones han sido repatriados a China bajo custodia policial, lo que ha dado a Beijing pocos motivos para presionar a la Hermandad para que deje de combatir.
“Si realmente quisieran el alto el fuego, tendrían la posibilidad de imponerlo o de llegar muy lejos en ese sentido”, dijo Horsey. “No lo han hecho, así que eso habla por sí solo”.
El ejército, conocido como Tatmadaw, sigue siendo sin duda mucho más grande y mejor entrenado que las fuerzas de resistencia, y dispone de vehículos blindados, fuerza aérea e incluso activos navales para luchar contra las milicias poco armadas conformadas por diversos grupos étnicos minoritarios.
Pero con sus inesperados reveses, la moral entre las filas del ejército está decayendo y cada vez hay más efectivos que se rinden y desertan, lo que da lugar a un optimismo cauteloso entre sus diversos oponentes.
“Yo diría que la revolución ha alcanzado el siguiente nivel”, declaró Nay Phone Latt, portavoz del Gobierno de Unidad Nacional, la principal organización de la oposición.