Varios países de la región muestran tasas de nacimiento por debajo del nivel de reemplazo, lo que podría desatar problemas en el futuro. Sin embargo, no se han adoptado medidas para enfrentar el desafío."¡A parir pues, a parir! ¡Todas las mujeres a tener seis hijos! ¡Todas! ¡Que crezca la patria!”, decía en marzo de 2020 el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, durante un acto de entrega de ayuda a mujeres embarazadas. En septiembre de 2024 se informó que en Buenos Aires había más mascotas que niños, y se habló del auge de las tiendas con artículos para perros y gatos. Desde el año 2000 Uruguay tiene prácticamente el mismo número de habitantes.
Si bien la crisis de natalidad que sufren distintos países de América Latina no es un fenómeno nuevo, parece ser que recién en los últimos años las autoridades políticas empiezan a tomar el peso al problema. En Chile, el candidato derechista José Antonio Kast presentó un proyecto para fomentar la natalidad que incluye un pago único de un millón de pesos (unos 1.000 euros) a las madres por cada hijo, más un millón adicional para abrir una cuenta de ahorro para el bebé.
En la región no existen iniciativas similares, y la propuesta del aspirante presidencial puede calificarse, desde esa perspectiva, de innovadora. En el mundo, en cambio, planes hay por montones, y su dudosa tasa de éxito, así como su enorme costo financiero, pueden suponer un punto en contra. En Alemania, por ejemplo, se paga un bono mensual para todos los hijos desde 1975, que actualmente asciende a 255 euros por niño. En 2023, eso significó para el Estado un desembolso de poco más de 54 mil millones de euros. Pese a ello, la tasa de natalidad se ha mantenido estable desde 1990 en torno 1,4 hijos por mujer.
Incentivos con poco impacto
La propuesta de Kast, que incluye además rebajas de impuestos para las familias con niños y mayor cobertura de salas cuna, tiene un costo anual de 380 millones de dólares. En un país que en estos momentos busca recortar su presupuesto en 2.000 millones de dólares -que se suman a otros 1.500 millones de dólares ya recortados a fines de 2024-, es pertinente preguntarse de dónde saldrán los fondos y si realmente es un esfuerzo fiscal que los países de la región pueden permitirse.
"En general los incentivos monetarios han tenido poco impacto en los niveles de natalidad, así como otras medidas de promoción de la natalidad. La causa parece ser que la reducción en las tasas de fecundidad se debe a factores estructurales, que difícilmente se revertirán por un incentivo económico de corto plazo”, dice a DW Rafael Rofman, investigador principal sobre temas de seguridad social en el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC) de Buenos Aires, Argentina.
"La decisión de tener o no hijos depende de los proyectos de vida de las personas, y esto rara vez es afectado en forma significativa por dinámicas económicas de corto plazo. De hecho, a medida que las familias y las sociedades son más ricas, el número de hijos tiene a disminuir, no a aumentar”, explica el experto, de lo que se deduce que las ayudas pueden no ser el mejor enfoque.
Mirar a largo plazo
La socióloga y demógrafa Marinella Mazzei, subdirectora de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile, explica a DW que no existen acciones que, por sí solas, aborden la caída de la natalidad, y señala que es importante dar a las políticas públicas miradas de largo plazo. "Las transformaciones demográficas que estamos viviendo son cambios estructurales que van a marcar la realidad que tendremos que enfrentar en las próximas décadas”, apunta.
Si bien la experta considera que el dinero es un factor relevante, porque "hoy en día se siente mucho más costosa la vida y es difícil llevar adelante el proyecto relacionado con los hijos en cuanto al tema económico”, la experiencia internacional demuestra que no se trata del único elemento que pesa a la hora de tomar la decisión de ser padres. También incide, señala, que las personas tienen menos hijos porque "quieren estar mucho más involucrados en la crianza de sus hijos”.
¿Son efectivas?
Actualmente, ningún país de América Latina tiene políticas pronatalidad. Algunos expertos sostienen que se debe a que es un fenómeno reciente que las autoridades apenas perciben, aunque la propuesta del candidato chileno es una muestra de que el tema ya preocupa a diversos sectores.
"No hay políticas generales que busquen revertir el proceso de caída de la natalidad, y me parece bien que sea así, porque serían políticas poco efectivas, de alto costo y con impacto negativo entre los sectores más vulnerables de la sociedad”, dice Rofman, que considera a la baja natalidad un "proceso virtuoso”, porque quiere decir que "más mujeres están en condiciones de tomar decisiones y porque permitirá aumentar la inversión per cápita en educación”, porque menos niños entrarán al sistema escolar.
Mazzei coincide en que no hay acciones políticas en nuestra región para enfrentar este desafío, como sí lo hubo en el pasado para disminuir los embarazos, con planes de salud sexual y reproductiva. De cualquier modo, dice la experta de la Universidad de Chile, cualquier país que desee enfrentar la baja natalidad deberá presentar un plan a gran escala donde los permisos pre y postnatales son esenciales.
Otras políticas beneficiosas "son las salas cunas universales y la inclusión formal -con contrato y derechos- de la mujer al ámbito del trabajo con paridad”, explica Mazzei, que considera que algunas medidas adoptadas en Europa, como el pago de un bono mensual por hijo o reducciones en el pago de impuestos, además de la flexibilidad laboral, "que permite compaginar vida laboral con la crianza”, son elementos a tener en cuenta, pero siempre entendiendo que las soluciones no son unívocas, sencillas ni con efectos en el corto plazo.
(ers)