Cada vez que un nuevo pontífice es elegido, uno de los momentos más esperados es el anuncio de su nombre papal. Aunque no es obligatorio, cambiar de nombre se ha convertido en una tradición que marca el inicio simbólico de un nuevo liderazgo en la Iglesia católica.
Pero ¿por qué lo hacen? ¿Y por qué, en más de dos mil años de historia, ningún papa ha elegido llamarse Pedro II?
La respuesta tiene raíces profundas en la historia, la teología y el respeto por el primer líder de la Iglesia: San Pedro.

El simbolismo de elegir un nombre como papa
Representa un renacimiento espiritual y un compromiso renovado con la misión pastoral, marcando el inicio de un nuevo capítulo en la historia del pontificado.
La tradición comenzó en el año 533, cuando el Papa Juan II, cuyo nombre de nacimiento era Mercurius —en honor al dios romano Mercurio—, decidió cambiarlo por considerarlo incompatible con la fe cristiana. Desde entonces, esta costumbre fue adoptada por sus sucesores hasta convertirse en una norma no escrita dentro del Vaticano.

El nombre papal es una elección libre y personal. Al asumir el cargo, el nuevo pontífice puede optar por rendir homenaje a un santo, a un papa anterior cuyas virtudes desea emular, o proyectar un mensaje sobre las prioridades de su pontificado.
Por ejemplo, elegir un nombre como Francisco (en honor a San Francisco de Asís) refleja valores como la humildad y la cercanía con los pobres.
El último Papa en mantener su nombre de nacimiento fue Marcelo II, en 1555. Desde entonces, todos los pontífices han adoptado un nuevo nombre.

¿Por qué ningún Papa ha elegido el nombre de Pedro II?
Sin embargo, ninguno ha elegido el nombre de Pedro II, por respeto a San Pedro, considerado el primer papa y líder de la iglesia. Usar su nombre sería visto como una comparación directa con el apóstol y una falta de humildad.
El anuncio del nombre adoptado se realiza desde el balcón de la Basílica de San Pedro, frente a miles de fieles reunidos en la Plaza. Ese instante no solo revela la identidad del nuevo papa, sino también el tono y el legado que buscará dejar durante su pontificado.