Para evitar juicios largos que deriven en separaciones familiares dolorosas, la vicecoordinadora de la Bancada Naranja en el Congreso CDMX, Luisa Alpízar propuso armonizar al Código Civil federal al capitalino y eliminar las causales de divorcio en las peticiones de disolución del matrimonio, con lo que se reconoce el respeto constitucional al derecho humano de decidir poner fin a una relación de pareja.
El concepto de divorcios y causales que se instauró en el 2008 en el Distrito Federal –hoy Ciudad de México– ha marcado un antes y un después en la forma en que entendemos las relaciones conyugales, ya que la Constitución local, en armonía con la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación reconoce el derecho humano de cada persona a poder decidir de manera autónoma y libre su proyecto de vida, lo que no ocurre a nivel federal.
La legislación de la CDMX, adaptándose a la evolución social, ofrece el divorcio sin causa, como una expresión del respeto a la voluntad individual. Este marco reconoce que cuando un matrimonio ya no puede cumplir con sus propósitos fundamentales de respeto mutuo y afecto, el Estado debe facilitar una disolución pacífica y respetuosa, evitando así conflictos prolongados que afectan a toda la familia y a las partes.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos garantiza el derecho a formar una familia con igualdad y consentimiento, pero también asegura el derecho al libre desarrollo de la personalidad, permitiendo que todas, todos y todes elijan su camino de vida, libre de obstáculos judiciales o personales.
El divorcio sin expresión de causa, además de respetar el derecho a libre desarrollo de personalidad, también salvaguarda el bienestar emocional de todos los involucrados, especialmente de los hijos, al minimizar los enfrentamientos legales al mismo tiempo que asegura la continuación de las obligaciones legales pertinentes, como la guardia y custodia de los hijos y el cumplimiento del régimen de visitas.
Si bien el matrimonio es el corazón de la estructura social, siendo una figura jurídica que cimienta los fundamentos sobre los cuales se construye la familia y las relaciones de pareja, es también sinónimo de bienestar y estabilidad, manifestando el principio fundamental de libre desarrollo de la personalidad que sustenta moralmente su ambivalencia.