Ruth Leonora López, notoria activista por los derechos humanos, fue encarcelada por el régimen de Bukele. El Salvador es una dictadura, y Bukele es un dictador.Ruth Leonora López, una de las más notorias y constantes activistas por los derechos humanos y la transparencia en El Salvador, fue apresada este domingo por la noche por el régimen de Nayib Bukele. Ella, no lo dudo, es una presa política. Quizá la más célebre presa política del bukelismo hasta ahora.
A veces parece que nada es suficiente y que el mundo es solo trémulo y calculador. O tibio y pusilánime. Cuando Bukele se tomó la Asamblea Legislativa rodeado de militares y cámaras en febrero de 2020, y amenazó con disolver el primer órgano de Estado, muchos dijeron que era muy pronto para llamarle autoritario. Cuando Bukele, tras ganar la mayoría absoluta en la Asamblea Legislativa, la ocupó en 2021 para cambiar ilegalmente al fiscal general que lo investigaba y a los magistrados de la Corte Suprema que no le hacían caso e imponer a funcionarios fieles a él, muchos dijeron que era muy pronto para llamarle autócrata.
Y cuando esos magistrados serviles hicieron una cantinflesca lectura de la Constitución para decir que más bien nadie la había sabido leer en el último siglo ni en lo que va de este y que la Constitución sí permitía a Bukele competir por su reelección, muchos dijeron que era demasiado pronto para llamar autocracia a El Salvador.
Y cuando Bukele, como era obvio, compitió por su reelección violando cuatro artículos de la Constitución que son claros como el agua de un río noruego, muchos dijeron que era una exageración total llamarle dictador. Y cuando en su toma de posesión inconstitucional, desde el balcón del Palacio Nacional, exigió a la multitud levantar la mano y jurar que seguiría "al pie de la letra” sus designios y "sin quejarse”, muchos aún dijeron que no, que aún no, que esperáramos para llamarle dictador.
Y hoy Ruth está presa. Está presa porque le era incómoda al dictador Bukele, porque había denunciado públicamente y ante la Fiscalía controlada por el mismo Bukele varios casos de corrupción de su Gobierno y su familia.
Y muchos dirán que es una exageración, que Bukele no controla al fiscal general que desmanteló el grupo antimafia que investigaba los pactos de Bukele con las pandillas y obligó al exilio a los fiscales que consiguieron esas pruebas; y dirán que es una exageración, que dictadura es Cuba o Venezuela o Nicaragua, pero no El Salvador, donde ya no hay pandillas y hay torneos de surf y aplausos para Bukele.
Pero El Salvador es una dictadura y Bukele es un dictador: un hombre cuyo poder no tiene límites en el país, un hombre que controla todo el aparato de Estado a su antojo, que impone secreto sobre gastos públicos o procesos judiciales, que ordena capturas desde su cuenta de X, que mantiene a los ciudadanos bajo un régimen de excepción que les resta derechos desde hace tres años, que conformó ilegalmente ese aparato para dirigirlo, un hombre cuyas decisiones están por encima de la Constitución de la República. Si eso no es un dictador, dígame usted una palabra para definirlo.
Estas últimas semanas, Bukele mostró sus colmillos. Si, haciendo una metáfora barata, con sus dientes ya molió a miles de salvadoreños arrestados injustamente durante el régimen de excepción, estas semanas mostró sus colmillos, afilados, precisos, y el mundo los vio.
El 1º de mayo, un grupo de periodistas de El Faro publicamos una serie en video de entrevistas con líderes pandilleros que pactaron con el Gobierno de Bukele y, posteriormente, fueron ayudados por funcionarios públicos a escapar del país. Nos pudieron dar la entrevista, movidos por la hipocresía con la que se vende Bukele, porque su Gobierno les ayudó a huir. Si no, estarían presos. El aparato de propaganda de Bukele nos amenazó, funcionarios incluidos, y supimos de fuentes con información contundente que siete órdenes de captura habían sido escritas contra nosotros. No sabemos cuándo las ocuparán para encarcelarnos.
En medio de aquella tensión y la viralidad de los videos, Bukele anunció seis días de transporte gratuito a nivel nacional. Bukele es así, muchas veces tiene ocurrencias más que ideas. Aquello fue un caos. Muchas rutas de buses no salieron a trabajar, los salvadoreños iban colgados de los pocos buses que circulaban. Bukele entonces ordenó la captura de varios dueños de buses. Uno de ellos murió seis días después de haber sido capturado, bajo custodia de las autoridades. La distracción salió peor.
Y una marcha de familias pobres se plantó lo más cerca posible de la casa privada de Bukele, en una carretera, pidiéndole ayuda para no ser desalojados de sus viviendas. Y Bukele, a quien las leyes le parecen sugerencias, sacó a la Policía Militar, que no debería tener vela en esos asuntos, y cuatro líderes sociales terminaron injustamente presos. Y la denuncia internacional reverberó. Y Bukele salía de una para meterse en otra peor.
Y el domingo 18 de este turbulento mayo salvadoreño, por la noche, con mentiras policiales, Ruth fue sacada de su casa, desaparecida durante horas sin contacto con abogados o familiares. Sigue presa. Es como si el régimen de Bukele quisiera enviar un mensaje: no voy a parar, no voy a ceder, los voy a quebrar a todos ustedes.
Y, supongo que ahora que los colmillos están a la vista desde hace días, muchos volverán a decir que es muy pronto, que todavía no, que él no es Fidel Castro ni Hugo Chávez ni Daniel Ortega, que ni se les parece, que es un hombre de derecha y amigo de Trump y que dictador es una palabrota muy grande. Y yo no sé qué espera esa gente para entender, para sacudirse su tibieza. Quizá esperan una mordida como prueba irrefutable. Tendrán más oportunidades: los colmillos no han terminado de morder.
(cp)