Han pasado cinco años desde la muerte de George Floyd en EE. UU., que desató protestas globales. América Latina no fue la excepción: en países como Brasil y Colombia, miles salieron a las calles.En 2020, mientras el mundo ardía, Río de Janeiro ya vivía su propio infierno. En esa ciudad, la policía mata cada año a más personas negras que en todo EE. UU. Una de ellas fue João Pedro Matos Pinto, de 14 años. Soñaba con ser abogado. El 17 de mayo de ese año, policías dispararon más de 70 veces contra la casa de su tío, donde João jugaba con otros niños.
Su madre, Rafaela Matos, recuerda cada detalle: "Cuando mi esposo llegó, el sobrino le dijo, entre lágrimas, que a João le habían disparado. '¿Cómo que le dispararon? ¡Solo había niños!', respondió. La policía no quiso decir a dónde lo llevó el helicóptero. Encontramos su cuerpo 17 horas después”.
Días más tarde, Río se sumó a las protestas del movimiento Black Lives Matter. El nombre de João reemplazó al de George Floyden pancartas y redes sociales. Rafaela, que nunca había marchado antes, se unió a otras madres que también perdieron a sus hijos a manos del Estado. "No sabía que éramos tantas. Convertimos el dolor en lucha. Desde entonces, cada aniversario de la muerte de mi hijo marchamos por justicia”, relata a DW.
Mientras el caso de Floyd avanzó rápido, el de João sigue impune. En 2021, tres agentes fueron acusados de homicidio con dolo eventual. En 2024, un juez los absolvió. La Fiscalía y la Defensoría apelaron. El 20 de mayo, el tribunal debía decidir si habría jurado, pero un juez pidió más tiempo. Aun así, dos de los tres votaron a favor, al considerarlo un "caso emblemático”, lo que da a Rafaela un rayo de esperanza.
Maestra de primaria, Rafaela encuentra fuerzas en sus alumnos, en la misma escuela donde estudiaba su hijo: "Quiero que los sueños que tenía para João se cumplan en ellos. Que estudien, se gradúen, tengan una vida mejor. A través de políticas mejores”.
Algunos avances se han logrado. En 2025, la Corte Suprema de Brasil cambió la forma en que se investigan las muertes a manos de policías: ahora, cuando hay sospechas, las investigaciones deben ser dirigidas por fiscales.
César Muñoz, director de Human Rights Watch en Brasil, lo considera un paso clave hacia procesos independientes: "Hasta entonces, la policía civil investigaba las muertes provocadas por policías, es decir, se investigaban a sí mismos”, explica.
Otro cambio clave llegó tras la muerte de João: una medida cautelar de la Corte suspendió operaciones policiales en las favelas de Río de Janeiro durante la pandemia. Además, ordenó reformas, como cámaras corporales. Las medidas fueron en gran parte formalizadas, aunque parcialmente revisadas, por el Supremo Tribunal Federal en abril de 2025.
"Ese fallo ha sido el mayor avance en décadas”, dice Muñoz. Desde su primera emisión, bajaron las muertes policiales, aunque no siempre se respetan las reglas.
El resultado se cuenta en vidas: en Río de Janeiro, los homicidios bajaron de 1.814 en 2019 a 699 en 2024.
Colombia: Anderson Arboleda y la memoria incómoda
La historia se repite en otras partes de América Latina. En Cauca, departamento suroccidental de Colombia, otro nombre: Anderson Arboleda.
El 22 de mayo de 2020, cuatro días después de João Pedro, Anderson, un joven afrocolombiano de 19 años, murió tras ser golpeado en la cabeza por la policía. El caso podría haber pasado inadvertido si un miembro del grupo musical ChocQuibTown no hubiera tuiteado: "El racismo es cuando la policía mata a un joven negro en Puerto Tejada por romper la cuarentena. Y los grandes medios no lo reportan.”
Anderson se convirtió en un rostro importante del movimiento Black Lives Matter en Colombia. Pero, ¿sirvió la atención para lograr justicia?
"No”, responde Jhon Fernando Ortiz, abogado de la familia, a DW. "La brutalidad policial es tan común aquí que un caso tapa al otro. Y como hay pocos jueces, todo va lento. No importa la fama del caso”.
Los agentes acusados por la muerte de Anderson permanecen en detención domiciliaria, mientras que el proceso penal sigue en fase de audiencia preparatoria. Una demanda de reparación contra el Estado, impulsada por la familia, también sigue en el sistema judicial.
Sin embargo, Magalí Arboleda, tía de Anderson y testigo de la agresión, percibe un cambio en su municipio, Puerto Tejada: "La gente ya denuncia más, sobre todo en las redes sociales. Ya no permiten la violencia policial”, señala.
Dice que el caso de Anderson despertó conciencia de "que lo mismo pasaba en otros pueblos”. También despertó un activismo en su familia. "A mi hermana y a mí aún nos llaman para hablar de justicia racial y representar a nuestro pueblo en diferentes partes del país. Nos preguntan si habíamos recibido amenazas. Gracias a Dios, no. Y la policía en Puerto Tejada cambió: ahora nos hablan con respeto”.
A nivel nacional, no fue hasta septiembre de 2020 que estallaron protestas masivas en Colombia, tras la muerte del estudiante de derecho Javier Ordóñez a manos de la policía en Bogotá.
"La presión social tras esas protestas fue clave para iniciar la reforma policial” dice a DW Camilo Vargas Betancourt, de Amnistía Internacional en Colombia.
Al asumir el poder, Gustavo Petro prometió una reforma. En octubre de 2024 firmó el Decreto 1231, que regula el uso proporcional de la fuerza, prohíbe armas letales para proteger bienes materiales y prioriza el diálogo. Amnistía y otras organizaciones alertan que armas "menos letales”, como la pistola eléctrica usada contra Javier Ordóñez, siguen sin regulación.
¿Qué papel tuvo la cuestión racial en el movimiento Black Lives Matter de Colombia? Javier Ordóñez, que generó protestas más fuertes que el afrocolombiano Anderson, era un hombre de piel clara de Bogotá. En abril de 2021, miles de jóvenes —en su mayoría afros— protestaron en Cauca contra una reforma tributaria del gobierno de Duque. Las demandas escalaron hacia temas como brutalidad policial y desigualdad estructural.
"La represión fue brutal. Los llamaron terroristas, hubo muertos, violencia sexual, mutilaciones”, afirma Vargas Betancourt. Desde entonces, la violencia bajó, pero el racismo y la desigualdad persisten, advierte. La justicia sigue pendiente: la mayoría de los casos de abuso de 2019 a 2021, incluso ellos durante las protestas, siguen impunes.
¿Y el racismo?
A diferencia de EE. UU., en América Latina no existe un movimiento antirracista unificado como Black Lives Matter, explica Jaime Amparo Alves, profesor en el Department of Black Studies en la Universidad de California. Por eso, casos como el de João Pedro en Brasil no provocaron protestas globales.
Ni siquiera para los habitantes de Río es evidente que su muerte fue resultado de violencia racializada.
"Muchos policías también son afrodescendientes”, dice un residente, mostrando la complejidad de la situación: víctimas y agresores comparten origen, pobreza y exclusión.
En México, a diferencia de EE. UU. y otras partes de América Latina, el tema racial no fue central en las protestas contra la violencia policial en 2020. Según el historiador Federico Navarrete, autor de México racista: una denuncia, el racismo en México no se reconoce como tal.
México cuenta con movimientos afromexicanos, indígenas y mestizos de piel oscura, pero sin una agenda común, lo que debilita la lucha contra el racismo, señala a DW.
La violencia policial está ligada al crimen organizado, lo que dificulta identificar causas raciales, aunque las principales víctimas siguen siendo jóvenes indígenas de zonas rurales.
Esto podría escalar, advierte, debido a la presión de Donald Trump al gobierno mexicano para frenar el narcotráfico, lo que ha impulsado operativos policiales y militares en todo el país.
Una lucha que no se detiene
Mientras tanto, la lucha de Rafaela Matos continúa cinco años después. "Hay días en que solo quiero llorar en paz, pero nos obligan a luchar”, dice.
Agrega que, al cumplirse cinco años de la muerte de su hijo, sabe que debe explicarle su lucha a su hija: "Antes tenía muchas preguntas sobre su hermano. En la escuela no sabía cómo dibujar a su familia, hasta que me pidió: 'Mamá, ¿puedo dibujar a mi hermano?' Ahora, cuando ve algo en la tele sobre él, se queda mirando sin decir nada. Nos ve luchar en la televisión, y seguro guarda muchas preguntas por dentro”.
(ers)