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América Latina: ¿es el flúor en el agua dañino para la salud?

¿Es saludable, tóxico o simplemente innecesario agregar flúor al agua? La prohibición de esta medida en dos estados de Estados Unidos aviva la polémica. Aquí una mirada a la realidad latinoamericana.El descubrimiento de los efectos preventivos del flúor, a mediados del siglo XX, revolucionó la salud dental. Este mineral, presente en forma natural mayoritariamente en el agua, tiene la capacidad de proteger contra las caries. Como estrategia de salud pública, la fluoración artificial del agua se inició en Estados Unidos hace siete décadas, y pronto le siguieron otros países, como una forma de asegurar una cobertura masiva y equitativa para la población.

A diferencia de otras regiones, En América Latina la medida está ampliamente extendida. La mayoría de sus países cuentan con alguna política de fluoración, ya sea del agua o de la sal, con grados variables de cobertura a nivel nacional. Según datos de la Sociedad Británica de Fluoración (BFS), el agua potable fluorada artificialmente alcanza al 65 % de la población de Chile, al 41 % en Brasil, al 21 % en Argentina y al 15 % en Guatemala.

A pesar de estudios que muestran su poder anticaries, hoy el flúor está en el centro de la controversia. Investigaciones alertan de que la exposición excesiva a este fluoruro afecta el esmalte de los dientes y debilita los huesos, y podría provocar daño neurológico durante la gestación. Además, su acumulación en altos niveles sería riesgosa para los riñones. Recientemente, los estados de Utah y Florida prohibieron su aplicación en el agua.

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"No es una polémica nueva”, dice a DW el Dr. Jaime Cury, académico e investigador brasileño en cariología. "La controversia en torno a la fluoración del agua existe desde la década de 1950. Inicialmente, se la acusó de ser un "plan comunista” para disminuir la inteligencia de la población. Hoy en día las alegaciones son otras, pero la base sigue siendo la misma: desinformación. Se asocia el flúor en el agua con enfermedades sistémicas sin pruebas científicas sólidas, basándose en estudios observacionales, no en relaciones causa-efecto comprobadas”, señala.

La Dra. Constanza Fernández, carióloga chilena e investigadora de la Universidad de Talca, concuerda: "La controversia se basa principalmente en desinformación, lectura poco crítica de la evidencia científica y, en muchos casos, en teorías conspirativas que se arrastran desde hace décadas. Detrás de algunas campañas también hay intereses comerciales o políticos, como la intención de vender productos alternativos o de atraer atención mediática”, indica a DW.

Viejos temores y nuevos cuestionamientos

En Europa occidental se añade flúor al agua potable en Irlanda y en parte del Reino Unido y de España. En algunas regiones de la India, en tanto, debido al exceso de fluoruro natural en el agua, es necesario hacer un tratamiento para reducir el nivel del mineral. En otros casos, no se fluoriza debido a que se controlan la caries a través de otras fuentes de flúor. Suecia, por ejemplo, "no elimina el flúor natural presente en niveles de hasta 1,5 ppm [partes por millón], consumido por su población desde hace décadas sin problemas de salud pública”, observa Cury.


La OMS reconoce los efectos positivos del flúor, pero también posibles consecuencias negativas si hay una exposición prolongada a altas concentraciones. Su recomendación es entre 0,5 y 1,0 miligramos por litro de agua.

El profesor Cury sostiene que "el temor a la fluoración del agua en niveles óptimos, de 0,7 ppm, no está científicamente justificado. La única consecuencia sistémica comprobada es la fluorosis dental leve, que no afecta la calidad de vida. No existe evidencia sólida que vincule esta medida con enfermedades crónicas”.

Según Fernández, quien preside el Grupo de Investigación en Cariología de la Región Latinoamericana de la International Association for Dental Research (IADR), "el flúor ha sido injustamente culpado de efectos que nunca se han podido demostrar científicamente”. La investigadora en prevención de caries y uso racional de fluoruros afirma que "riesgos como la neurotoxicidad o efectos endocrinos han sido ampliamente investigados y no se han confirmado en humanos con exposiciones adecuadas. Como en todo, la dosis hace el veneno”.

¿Todavía es necesario el flúor en el agua?

Otro argumento contra la fluoración es que, gracias a la prevención y atención, hay mejor salud dental, por lo que ya no sería necesaria. Cury reconoce que "el riesgo de caries hoy es menor que en el pasado. Actualmente existen dentífricos con flúor ampliamente disponibles, pero la fluoración del agua sigue siendo una herramienta relevante para muchos países, tanto desarrollados, como Australia, Canadá, Estados Unidos e Irlanda, como en desarrollo, como Brasil”.

"Aunque la evidencia actual muestra que su impacto ha disminuido en comparación con décadas pasadas y los hábitos han mejorado, no se puede dar por superado el problema”, añade Fernández. La cirujana odontóloga agrega que "el uso de pastas dentales con flúor es muy efectivo, pero depende completamente del comportamiento individual”. En el contexto de los hábitos alimentarios actuales, la fluoración "permite mantener niveles constantes y bajos de flúor en la saliva que nos otorga protección mínima continua”, afirma.


Para Cury, "más de 70 años de evidencia científica respaldan su implementación cuando es técnica y económicamente viable. El verdadero riesgo no está en usar flúor, sino en privar a la población de una herramienta de salud pública eficaz, equitativa y accesible”.

¿Cómo es la situación en América Latina?

El panorama en la región es diverso. "Algunos países, como Brasil y Chile, mantienen programas activos de fluoración del agua. Otros, como México y Venezuela, optaron por la fluoración de la sal”, detalla Cury.

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Para Fernández, "la fluoración del agua debería ser considerada una estrategia clave en muchos países de América Latina, especialmente donde hay desigualdad en el acceso a atención preventiva o en el uso regular de pastas fluoradas”.

En comparación con los países europeos, en Latinoamérica "existe menor acceso a salud, educación y hay un riesgo elevado por una dieta rica en carbohidratos. El agua fluorada es una medida de equidad: protege a todas las personas por igual, sin importar edad, nivel educativo o ingresos”, afirma.

Para la especialista, colocar flúor al el agua potable "no es añadir algo artificial, sino ajustar su concentración a un nivel que maximice el beneficio y minimice cualquier riesgo”.

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Esta estrategia debe basarse, en cada caso, en estudios que evalúen los niveles naturales de fluoruro local, entre otros.

"Cada país debe realizar un análisis técnico y epidemiológico antes de implementar o retirar esta medida. Ya existen ejemplos concretos donde su eliminación provocó un aumento significativo en la progresión de lesiones de caries, lo que demuestra que aún cumple una función esencial”, dice Fernández.

(cp)

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