Colombia acoge esta celebración, en la que se buscan soluciones basadas en la naturaleza y normas para el uso sostenible del suelo como herramientas para terminar con la degradación de tierras.Cerca el 30 por ciento del suelo de Colombia está degradado, mientras que el 40 por ciento es vulnerable a la salinización. Dos problemas que tocan de primera mano a los habitantes de este país sudamericano, afectando directamente a los medios de vida de uno de cada diez.
"En Colombia, la degradación del suelo ha venido en aumento a gran escala. Mientras que en 2011-2012 el país registraba un 17 por ciento de su territorio en proceso de desertificación, una década después, esa cifra ha ascendido al 25 por ciento, lo que representa un incremento preocupante", explica a DW María Angélica Fernández García, del Grupo de gestión en biodiversidad de la Dirección de Bosques, Biodiversidad y Servicios ecosistémicos del Ministerio de Ambiente de Colombia.
Colombia acoge hoy la celebración mundial del Día de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, que se conmemora cada 17 de junio, tomando el relevo a Alemania, que fue la sede el año pasado. Con el lema ‘Restaurar la tierra. Generar oportunidades’, la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), organización que impulsa esta iniciativa, ha puesto de nuevo el foco en esta problemática que, si no se frena, podría comportar que el mundo tenga una superficie de casi 16 millones de kilómetros cuadrados en proceso de degradación en 2050.
Además, según el último análisis de la organización, la degradación de tierras y la sequía cuestan ya 878.000 millones de dólares al año. No obstante, recuerda que la restauración de 1.000 millones de hectáreas de tierras degradadas en todo el mundo podría generar hasta 1,8 billones de dólares anuales.
Restaurar, una oportunidad
La región deAmérica Latina y el Caribe representa el 14 por ciento de las tierras degradadas en el mundo. Sin embargo, ello podría tomarse como una oportunidad. "América Latina y el Caribe podría convertirse en una voz definitoria, en una economía mundial de restauración de un billón de dólares a través de la implementación de su compromiso de restaurar más de 200 millones de hectáreas con la participación de las comunidades locales, los pueblos indígenas y el sector privado”, asegura a DW Andrea Meza, directora ejecutiva de CNULD.
En el caso de Colombia, el país está restaurando más de 560.000 hectáreas de tierra y está avanzando en la formulación de políticas y normas para el uso sostenible del suelo. “Colombia cuenta con un Plan de Acción Nacional de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, el cual será actualizado este año, el Programa para la Conservación y Restauración del Bosque Seco Tropical, la Política para la Gestión Sostenible del Suelo y las metas de degradación neutral de la tierra. A través de estos instrumentos, se desarrollan acciones orientadas a la conservación y restauración de los suelos, en articulación con las autoridades ambientales regionales”, detalla Fernández García.
En este sentido, destaca la participación de agricultores, sociedad civil y científicos en iniciativas para restaurar cuencas hidrográficas críticas, así como fomentar el cultivo sostenible del café y la ganadería. Así, en los últimos cinco años, se han mejorado la calidad de los suelos productivos, con especial atención a las regiones caribeña y andina.
"Aplaudo a Colombia por situar la salud de las tierras en el centro de la agenda de desarrollo, biodiversidad y clima del país. Restaurar la tierra no es sólo una cuestión de medio ambiente, sino un imperativo de justicia ambiental y un prerrequisito para la estabilidad y la prosperidad", recalca Andrea Meza, de la CNULD.
La naturaleza como aliada
Para llevar a cabo la rehabilitación de tierras se requiere que las mismas no hayan llegado a procesos de desertificación, ya que, en esos casos, la vuelta atrás es casi imposible. “Cuando la degradación es leve o moderada, los suelos aún pueden recuperarse: el proceso es menos costoso y viable mediante diversas estrategias, incluso con restauración pasiva. Esto significa que algunas zonas pueden rehabilitarse por sí solas, siempre y cuando se cuente con intervenciones mínimas, como riego, aplicación de abonos o prácticas de agricultura orgánica”, explica, por su parte, Fernández García, apuntando a las soluciones basadas en la naturaleza como herramientas clave para estos casos.
“Prácticas como la fertilización pasiva, dejando en el suelo los residuos de cosechas anteriores o abonos verdes durante un tiempo prolongado, ayudan significativamente a la regeneración del suelo. También es posible aplicar tecnologías de riego adaptadas a diferentes temporalidades, que contribuyen a acelerar los procesos de rehabilitación”, detalla, recalcando la necesidad de actuar prioritariamente en las áreas con degradación incipiente.
"En Colombia, sabemos que la distribución equitativa de la tierra no es suficiente; también debemos sanar nuestra tierra y nuestros suelos. En todo el mundo, la restauración de la tierra sienta las bases para la seguridad alimentaria y el empleo, sustenta la acción por el clima y la biodiversidad, y es esencial para cimentar la paz y la democracia”, dijo la ministra de Agricultura de Colombia, Martha Carvajalino, durante el evento que se llevó a cabo en el marco del Foro Mundial de la Tierra, que debate cuestiones como la Reforma Agraria, los Sistemas Agroalimentarios y la Justicia Climática, durante esta semana en Bogotá.
“Invertir en prácticas sostenibles de gestión de la tierra, salud del suelo y resiliencia a la sequía es la clave para la seguridad alimentaria e hídrica, empleos verdes, medios de vida dignos y estabilidad en toda la región y el mundo", concluye, por su parte, Andrea Meza, directora ejecutiva de CNULD.
(ms)