No fue 2020, ni 1914, ni la peste negra. La ciencia revela el auténtico año oscuro de la humanidad. ¿Por qué los historiadores califican este año como el más catastrófico jamás registrado?Solemos escuchar que todo va de mal en peor, especialmente al hablar de la situación actual del mundo. No sorprende entonces que muchos consideren que los peores momentos de la humanidad han sido recientes, como el año 2020, con la pandemia de COVID-19. O, para quienes se detengan a pensar un poco más, años devastadores anteriores, como 1914, con el comienzo de la Primera Guerra Mundial; o 1939, con el estallido de la Segunda. O, si conocen más de historia, cuando la peste negra empezó a arrasar Europa en 1347.
Sin embargo, lo fascinante es que entre varios historiadores existe un consenso sobre cuál fue verdaderamente el peor año para estar vivo: el 536 d.C.
"Fue el comienzo de uno de los peores periodos para estar vivo, si no el peor año", declaró el historiador medieval Michael McCormick, de la Universidad de Harvard, a la revista Science en 2018. Y no exagera. Ese año marcó el inicio de una catástrofe global que sumiría al mundo en la oscuridad –literalmente–, el frío y la desesperación durante más de un siglo.
Una colosal erupción volcánica
En un estudio publicado en la revista Antiquity en 2018, McCormick y el glaciólogo Paul Mayewski revelaron la causa de este desastre: durante la primavera de ese año, una colosal erupción volcánica en el hemisferio norte expulsó tal cantidad de ceniza a la atmósfera que el sol prácticamente desapareció. Durante más de un año, una densa niebla grisácea bloqueó la luz solar, envolviendo Europa, Oriente Medio y gran parte de Asia en una penumbra constante.
Los investigadores llegaron a estas conclusiones tras analizar núcleos de hielo de glaciares suizos que contenían partículas microscópicas de vidrio volcánico, las cuales coincidían químicamente con rocas volcánicas de Islandia.
El historiador bizantino Procopio, testigo de aquella época, describió el fenómeno de manera escalofriante: " Durante este año tuvo lugar el signo más temible. Porque el Sol daba su luz sin brillo, como la Luna, durante este año entero, y se parecía completamente al Sol eclipsado, porque sus rayos no eran claros tal como acostumbra. Y desde el momento en que eso sucedió, los hombres no estuvieron libres ni de la guerra, ni de la peste, ni de ninguna cosa que no llevara a la muerte. Y sucedió en el momento en que Justiniano estaba en el décimo año de su reinado".
Por su parte, el senador romano Casiodoro escribió en una carta de 538 d.C.: "El sol parece haber perdido su luz habitual y tiene un color azulado. Nos maravillamos de no ver las sombras de nuestros cuerpos al mediodía y de sentir cómo el poderoso vigor de su calor se desvanece en debilidad".
El invierno volcánico que cambió el mundo
Las consecuencias fueron devastadoras. Las temperaturas descendieron bruscamente –hasta 2,5°C en Europa y Asia, según documentó el historiador de Oxford Miles Pattenden en The Conversation– provocando la pérdida total de cosechas y desencadenando una hambruna implacable que se extendió desde Irlanda hasta China, donde incluso se registraron nevadas en pleno verano.
Esta catástrofe no fue pasajera: los análisis de anillos de árboles y capas de hielo revelan que lo que convirtió al 536 en un año especialmente terrible fue la cadena de desgracias que siguió. Dos erupciones volcánicas adicionales en los años 540 y 547 prolongaron este período gélido, dando origen a lo que los científicos denominan la Pequeña Edad de Hielo de la Antigüedad Tardía, un fenómeno climático que se extendió por más de un siglo.
Y como si un invierno volcánico no fuera suficiente, la situación empeoró dramáticamente cinco años después. En 541, la peste bubónica llegó a Egipto, extendiéndose rápidamente por el Mediterráneo en lo que los historiadores llaman ahora la "plaga de Justiniano".
De acuerdo con IFL Science, esta pandemia devastó particularmente Constantinopla, el corazón del Imperio Romano de Oriente, y acabó con entre un tercio y la mitad de la población del imperio. Millones de personas perecieron en las décadas siguientes, contribuyendo significativamente al declive del que alguna vez fue un poderoso imperio.
Los efectos de este desastre climático se extendieron mucho más allá del Mediterráneo. Según IFL Science, en las condiciones más frías y secas de Asia central, la disminución de los pastos obligó a varias tribus nómadas a emigrar hacia el este, en dirección a China. Estos movimientos migratorios provocaron enfrentamientos y alianzas que, sorprendentemente, contribuyeron a la caída del Imperio sasánida de Persia.
Cuando la catástrofe forja civilizaciones
Sin embargo, no todo fue negativo para todas las regiones. Mientras Europa y partes de Asia sufrían, la Península Arábiga experimentó un aumento en las precipitaciones, volviéndose más verde. Con los antiguos imperios debilitados y la península ahora más verde, las condiciones estaban dadas para el surgimiento de una nueva potencia. Así, entre otros factores, el Imperio Árabe irrumpió en el siglo VII convirtiéndose en una de las fuerzas más influyentes de la historia.
Del mismo modo, investigaciones recientes revelan que las comunidades ancestrales anasazis del suroeste de Estados Unidos no solo sobrevivieron a este período, sino que emergieron más fuertes que nunca.
Enfrentadas a las duras condiciones climáticas, estas comunidades desarrollaron vínculos sociales más complejos y prácticas cooperativas que les permitieron no solo sobrevivir, sino prosperar. Por ejemplo, la práctica de criar pavos domesticados, que inicialmente se limitaba a Cedar Mesa y Grand Gulch, se extendió por toda la región hacia el 550, demostrando cómo se compartían conocimientos para diversificar las fuentes de alimento.
Ciencia moderna revela la historia
Lo fascinante de nuestro conocimiento sobre el año 536 es que la mayoría de la información no proviene de fuentes escritas tradicionales, sino de técnicas científicas modernas. La dendroclimatología (estudio de los anillos de los árboles) y el análisis de núcleos de hielo han permitido a los historiadores reconstruir este período con una precisión asombrosa.
Esta nueva "ciencia de la historia del clima" está revolucionando nuestra comprensión del pasado, especialmente de períodos de los que no se conservan abundantes testimonios escritos. Como señala el dendroclimatólogo Ulf Büntgen, los patrones de crecimiento de los anillos de los árboles revelan claramente las erupciones volcánicas de 536, 540 y 547.
Aunque los habitantes de 536 probablemente no sabían que vivían en "el peor año de la historia", las consecuencias se sintieron durante generaciones. Como cita Pattenden a Thomas Hobbes en su Leviatán, la vida ha sido a menudo "desagradable, brutal y corta", pero el año 536 destaca incluso en esta larga historia de sufrimiento humano.
Al final, el año 536 nos recuerda que la humanidad ha enfrentado y superado catástrofes inimaginables. Mientras navegamos nuestros propios desafíos modernos, podemos encontrar algo de consuelo en el hecho de que, al menos, nuestros cielos no han sido ennegrecidos por una erupción volcánica masiva que sume al mundo en 18 meses de oscuridad. Y si aquellas sociedades pudieron encontrar formas de resistir y eventualmente prosperar, quizás nosotros también podamos hacerlo.
Editado por Felipe Espinosa Wang con información de The Conversation, Science, IFL Science y Antiquity.