Humillación, tortura: los prisioneros de guerra ucranianos relatan tratos degradantes y toda clase de horrores durante su cautiverio en Rusia. Lo que deciden hacer una vez de regreso en casa varía enormemente.Cuando Yuri Hulchuk regresó a Ucrania tras dos años y medio de cautiverio en Rusia, parecía extrañamente impasible. Un video en redes sociales muestra a su madre abrazándolo mientras él permanecía estático, sin emociones. Días después habló de las torturas que sufrió mientras estuvo en manos de los agresores rusos.
Hulchuk, de 23 años, nació y creció en Kiev. Estudió idiomas y aunque no se graduó, estudió en Hungría y Alemania y viajó por toda Europa y China. Al no encontrar empleo, se alistó en el ejército en diciembre de 2021 para subsistir. Así fue como terminó en la 36 Brigada de Marines y combatió en Mariúpol cuando comenzó la invasión rusa a gran escala, en febrero de 2022.
En abril de ese año, Hulchuk fue capturado por los invasores y pasó los siguientes dos años y medio en la colonia penitenciaria de Olenivka, en Donetsk, en la parte ocupada por Rusia del este ucraniano. Este recinto ha sido descrito como un "campo de concentración" por las condiciones en las que son recibidos los prisioneros.
Hulchuk también estuvo detenido en Riazán, al oeste de Rusia, y en Mordovia, una república rusa. Volvió a casa en septiembre de 2024 tras un intercambio de prisioneros.
Tortura sistemática en Rusia
Otro ucraniano, Vlad Zadorin, de 26 años, también habla de torturas sistemáticas en las prisiones rusas. Él se unió a las fuerzas ucranianas en 2019 y sirvió en la 35 Brigada de los Cuerpos de Marines. Al comienzo de la agresión rusa a gran escala, fue destinado a la isla de las Serpientes, en el mar Negro, donde fue capturado por la marina rusa. Casi dos años después, en enero de 2024, regresó a casa como parte de un intercambio de prisioneros.
Pese a que ambos hombres informaron haber sufrido experiencias similares, hoy Zadorin y Hulchuk tienen actitudes totalmente distintas frente a quienes los atormentaron.
"Allí hay tipos que no tienen problemas con golpearte con las manos, pies, tubos o un trapo mojado", dice Hulchuk, que también señala que son usados perros para torturar a los prisioneros y que les aplican descargas eléctricas en los genitales.
Aun así, prefiere no revelar el nombre de quien lo torturó. "Para mí, lo que hizo es solo una parte de las maldades que me hicieron. Si quisiera vengarme de los rusos que me trataron mal en cautiverio, también tendría que vengarme de los ucranianos que me trataron mal", sostiene. "Es más fácil olvidar y mirar hacia adelante", dice.
Libertad de elegir
Zadorin tiene una opinión distinta. "Odio profundamente a los rusos porque nos han infligido mucho dolor y humillación", afirma. Durante su encierro, bajó casi la mitad de su peso original de 120 kilos. "Tenía que comer ratones, papel higiénico y jabón", recuerda. Además, fue golpeado con botellas en la cabeza, entre otros actos de profunda violencia. "¿Y se supone que debo amarlos y considerarlos mis hermanos?", pregunta. "Vinieron a matarme y a matar a mi familia sin que nosotros les hiciéramos nada".
Ambos hombres dijeron haber recibido generosos pagos del Estado ucraniano para compensarlos por su tiempo en cautiverio. En el caso de Hulchuk, los fondos fueron transferidos a la cuenta bancaria de sus padres durante todo el lapso que estuvo en prisión. Él usó ese dinero para comprar un apartamento en Kiev.
Los prisioneros que retornan pueden recibir una pensión por discapacidad debido a que muchos padecen de trastorno de estrés postraumático. Además, ahora el encarcelamiento como prisionero de guerra puede ser causal para obtener una pensión. Zadorin piensa hacer los trámites pronto.
Hulchuk pretende tomar otro camino. "Ser clasificado como discapacitado tiene desventajas", apunta. "Por ejemplo, es más difícil encontrar un empleo, aunque recibas ayuda. Para mí es importante no sentirme inválido", apunta.
A la vez, ambos sostienen que se les da la libertad de decidir si quieren volver al servicio militar o no. "Los superiores son relajados en ese sentido y preguntan si quieres renunciar o no", dice Zadorin, que optó por terminar su contrato con el ejército. "Dependía de mí si quería seguir sirviendo", confirma Hulchuk. "Decidí irme porque ya había servido suficiente. Hasta donde sé, muchos de los prisioneros que retornan dejan las armas. Solo unos pocos se quedan".
Hacia el futuro
Desde que dejó el ejército, Hulchuk no ha tenido un trabajo fijo. Trabaja a tiempo parcial como profesor de inglés. También está aprendiendo alemán, tomando clases de canto y yendo al gimnasio. "Quiero vivir tranquilo este año, recuperarme física y mentalmente", sostiene. "Después quiero ir a Alemania, estudiar allá y encontrar trabajo".
"No quieres tener hombres desmotivados en el frente. Morirán y harán que maten a los que están alrededor", explica Zadorin. "Eso es peligroso". Tras finalizar su contrato con las fuerzas armadas, se instaló en Odesa y ahora trabaja para una organización que combate las fake news rusas.
Zadorin estima que hay más de 250 centros en Rusia donde se recluye a los prisioneros ucranianos. Él mismo estuvo en siete. Por ello, piensa que hay más ucranianos recluidos de lo que indican las cifras públicas, pues algunos soldados figuran como muertos o desaparecidos y en realidad están presos.
(dzc/rr)