Con el objetivo de contribuir a la pacificación en regiones golpeadas por la violencia, la Iglesia católica inició un taller con la participación de aproximadamente 70 sacerdotes y laicos provenientes de Guerrero, Jalisco y Michoacán, estados fuertemente afectados por la presencia del crimen organizado.
El seminario, que se llevó a cabo en la Universidad Pontificia de México y concluyó este martes 15 de julio, tuvo como finalidad diseñar una metodología de diálogo que permita establecer acercamientos entre párrocos e integrantes de grupos delictivos, como parte de una estrategia pastoral para la reconstrucción del tejido social.

En entrevista, diario El Sur el arzobispo de Morelia, Carlos Garfías Merlos, explicó que este esfuerzo busca generar un modelo de integración que involucre a autoridades civiles, religiosas y sociedad civil, con el fin de contrarrestar la violencia e inseguridad que aquejan a diversas comunidades.
“El seminario retoma experiencias internacionales, como las de Colombia, y busca crear esquemas en los que los delincuentes puedan rehabilitarse, brindar reparación a las víctimas y sumarse a un proceso de reconstrucción social”, detalló el prelado.
Garfías recordó que desde hace al menos dos décadas la Iglesia católica ha tenido entre sus objetivos alcanzar la paz en regiones violentas. Señaló que durante su periodo como arzobispo de Acapulco ya se había planteado la necesidad de dialogar con los grupos criminales.
“Decíamos: ya viene el momento en que tenemos que buscar a los delincuentes y ofrecerles acompañamiento pastoral. Ahí quedó, pero ya se veía venir por las situaciones que estaban generando”, comentó.

¿En qué consiste el taller?
Los denominados acuerdos pastorales permiten que sacerdotes puedan desempeñar su ministerio en zonas controladas por el crimen organizado. “Si un sacerdote tiene su parroquia en la sierra, como en el Filo Mayor en Guerrero, necesita algún tipo de entendimiento con los grupos criminales para poder ir y venir con seguridad”, explicó.
El taller fue organizado por la Comisión Episcopal para la Pastoral Social, el Centro Lindavista y el Instituto por la Paz, y también incluyó espacios educativos destinados a fomentar una cultura de paz.

El modelo de acercamiento parte de la premisa de que el diálogo con grupos violentos puede iniciar con la intervención de terceros, como líderes religiosos, activistas, académicos, organizaciones civiles o cuerpos policiales, como se indica en el documento
“Negociación con grupos criminales violentos. Las lecciones y recomendaciones de la práctica global”, del Institute for Integrated Transitions, el cual sirvió como uno de los referentes del seminario.