El consumidor europeo compra más orgánico y confía en el sello europeo. Pero conseguirlo, para el pequeño productor latinoamericano se vuelve imposible. DW habló con especialistas de Ecuador y de República Dominicana.Un 80 por ciento de los ciudadanos de la Unión Europea (UE) está seguro de que los productos de agricultura orgánica son más respetuosos con el medio ambiente y el bienestar animal; un 60 por ciento reconocía en 2022 el logo europeo que certifica estos productos. Por eso, se modernizó la directiva que regula estos productos y la hizo más exigente.
Un reciente estudio de la Comisión Europea habla de un crecimiento de 6,4 por ciento en el año 2024 en las importaciones. Encabezan la lista cuatro clases de productos: frutas y nueces; oleaginosas y proteínas vegetales; cereales; y café, té, cacao y especias. Y entre los "top ten” de los países exportadores se encuentran Ecuador en primer lugar, Perú en el cuarto, República Dominicana en el quinto y Colombia en el séptimo.
Ecuador crece, Dominicana cae
En cuanto a volumen de exportación, en 2024 Ecuador creció un 15 por ciento, Perú un 7,2, República Dominicana bajó un 12,1 y Colombia aumentó un 12,4. El incremento de un 10 por ciento en banano orgánico ha sido la causa de que Ecuador, por quinta vez consecutiva, esté a la cabeza de los exportadores orgánicos al territorio comunitario, mientras que República Dominicana, que fuera el segundo mayor exportador, se ha visto desplazada porque su producción de banano orgánico disminuyó en un 12 por ciento.
"Se debe a un conjunto de factores”, explica a DW Marike De Peña, fundadora de la cooperativa Banelino y vicepresidenta de la Coordinadora Latinoamericana y del Caribe de Productores de Comercio Justo (CLAC). "Tuvimos una grave crisis causada por el cambio climático, luego viene el COVID, y luego hemos tenido problemas con el mercado. De las pérdidas, muchos no lograron recuperarse y abandonaron el banano. En general, República Dominicana ha perdido en cerca de cuatro años un tercio de su productores, la mayoría pequeñitos. Mi cooperativa tenía 300 productores y ahora está por debajo de los 200”, puntualiza De Peña.
Regulaciones europeas impactan al pequeño agricultor
¿Cuáles han sido los problemas con el mercado? La nueva regulación de la UE tiene bastante que ver con ellos. La normativa aprobada en 2022 prevé que un agricultor de productos orgánicos tenía un plazo de cinco años para concentrarse en ese tipo de producción y no combinarla, en el mismo predio, con agricultura convencional.
También prevé que, si se tiene más de cinco hectáreas y se factura 25.000 dólares anuales, la certificación debe ser individual y no grupal. Conseguir el logo de la certificación europea prevé dos auditorías al año que, según ADOBANANO (Asociación Dominicana de Productores de Banano), rozarían los 6000 dólares anuales.
"La orgánica deja de tener sentido, porque la UE está exigiendo que los más pequeños cambien su estructura cooperativa. Según los europeos, si tienes seis hectáreas eres grande, pero en Latinoamérica sigues siendo un productor pequeño. Las cadenas son muy largas y el precio que nos llega es muy bajo. Nosotros trabajamos con productores de menos de cinco, son de subsistencia. Apenas sobreviven”, recalca la especialista en agricultura orgánica. "La decisión es, entonces, no vender a la UE, orientarse a Estados Unidos y a Canadá o salir de lo orgánico”, lamenta Marike de Peña
¿Cómo lo ha logrado Ecuador?
"En Ecuador hay mucho énfasis en la producción orgánica. El país da para eso, es rico en zonas agroecológicas. Ancestralmente, nuestros agricultores ya producían así, pasar a una producción orgánica no fue tan difícil”, explica a DW Paola Ramón, coordinadora del proyecto NEXT del Centro de Comercio Internacional (ICT) y financiado por la UE, que busca posicionar productos no convencionales en el mercado.
"En 2024, en Ecuador se registraron 2634 productos orgánicos. 575 corresponden a productos agropecuarios primarios: banano, cacao, café, frutas y hortalizas, caña de azúcar y palma aceitera. Los otros 1789 son productos procesados: chocolates, snacks, chips de plátano, panela, infusiones”, sigue Paola Ramón, recalcando que, a todas luces, el puesto número uno entre los exportadores, se lo debe al banano. El estudio de la Comisión Europea registra un incremento en importación de orgánicos del 17 por ciento en Holanda, 2 por ciento en Alemania y 13 por ciento en Bélgica.
Para abastecer este interés, "la producción de un país como Ecuador, con un 80 por ciento de unidades productivas de pequeños productores se ha orientado a diferenciarse por calidad. En un país dolarizado, con los altos costos, si nos diferenciamos no podemos competir en el mercado europeo”, sigue Paola Ramón.
Al lado de grandes productores como Perú y Colombia, cada uno con sus especificidades, el país de la Mitad del Mundo es bastante pequeño. "Pero sus estructuras productivas están preparadas desde hace mucho tiempo y la Agencia de Agrocalidad regula el tema sanitario y fitosanitario del país”, detalla.
¿La nueva regulación europea, entonces, no lo afecta? "Sí, ha habido complicaciones con la nueva normativa que entró en vigor en diciembre de 2024”, responde Paola Ramón apuntando a un posible desconocimiento de las estructuras latinoamericanas al desarrollarla. "Los productores pequeños no pueden poner todos sus huevos en una canasta. Hacen orgánico y hacen convencional. También se trata de estructuras familiares que, al ser heredadas a hijos y nietos, van fraccionando la tierra. Además hay cosas que aún no están claras y no cuadran con la normativa de medio ambiente del país. ¿Cómo diferencia la UE entre un bosque y una zona agrónoma en transición? La normativa es súper macro, y muy difícil cumplirla”, lamenta.
¿Qué han hecho entonces los pequeños productores? "Nosotros encargamos un estudio al FIBL (Institut de Recherche de l´Agriculture Biologique), con sede en Suiza. Se trataba de ver los impactos de esta normativa. Y cuando nos quedó claro que eran los más pequeños los impactados y vieron que no estaban listos, que no iban a poder cumplir, han decidido no certificarse para la UE y vender a otros mercados menos complejos”, cuenta Paola Román.
Una normativa contraproducente
Con todo y a pesar de la normativa, el mercado orgánico europeo es una oportunidad para el país. "Los grandes no han tenido ningún problema en adaptarse”, subraya la coordinadora de Next. "El golpe ha sido para los pequeños -y con diez hectáreas sigues siendo pequeño-, impacta en su cooperativismo. Las cooperativas latinoamericanas no tienen la dimensión de las europeas que son casi una industria”, agrega Paola Ramón.
¿Esta normativa, entonces, para quién está pensada? En primer lugar, para abastecer a los consumidores europeos que entienden el logo de la UE -la hojita verde- como un símbolo de calidad que genera una confianza por la cual se puede pagar un poco más.
¿Cuál es la perspectiva para esta producción? "Va a tener consecuencias graves. Junto con IFOAM (Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica) y FIBL, les hemos advertido que va a impactar negativamente su mercado. El 67 por ciento de los productores orgánicos tienen que cambiar demasiadas cosas para cumplir; en el sector bananero esto asciende al 95 por ciento”, advierte Marike de Peña, cuya cooperativa no sabe si logrará la próxima certificación.
"Al perder tantos productores porque el costo es tan alto, van a tener menos oferta de productos orgánicos y el precio al consumidor va a subir o el consumo de productos orgánicos va a bajar”, advierte.
(ms)