Cuando Morena era oposición, sus voces eran claras y contundentes, el entonces presidente Felipe Calderón tenía que haber sabido de los vínculos criminales de su secretario de Seguridad, Genaro García Luna. Figuras como Gerardo Fernández Noroña, Luisa María Alcalde, Claudia Sheinbaum y el propio Adán Augusto López insistieron en que el expresidente no podía deslindarse de responsabilidades.
Frases como “A poco Calderón no sabía” o “si yo sabía, ¿cómo él no?”, fueron repetidas por múltiples integrantes del ahora partido en el poder. Para ellos, era inconcebible que Calderón no estuviera al tanto del actuar de García Luna, hoy preso en Estados Unidos por sus vínculos con el narcotráfico.
Esa narrativa fue una de las principales banderas de Morena para desacreditar al antiguo régimen ‘prianista’ y justificar su llegada al poder.
Ahora, el silencio y la defensa
Sin embargo, los papeles se han invertido. Adán Augusto López, exgobernador de Tabasco y senador por Morena, enfrenta hoy un señalamiento similar.
Su exsecretario de Seguridad, Hernán Bermúdez Requena, ha sido acusado de ser líder de “La Barredora”, un grupo criminal ligado al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). La Interpol incluso ha emitido una ficha roja en su contra.
¿Y qué dicen ahora los que antes exigían justicia y rendición de cuentas?
La respuesta ha sido un preocupante silencio, o peor aún, una defensa abierta. Varios morenistas afirman que Adán Augusto “no sabía nada”, que es “inocente” y que no se le puede responsabilizar por los actos de un subordinado.
Argumentos muy similares a los que usaba Felipe Calderón y que ellos mismos desestimaban por considerarlos “cínicos” e “inaceptables”.
¿Ignorancia o hipocresía política?
Lo que antes era inaceptable, hoy es excusable si quien está involucrado es un miembro del partido en el poder. La postura de Morena revela una doble moral política que no sólo raya en la ironía, sino que resulta alarmante para una democracia que aspira a la transparencia y rendición de cuentas.
El caso de Hernán Bermúdez y Adán Augusto López muestra que el combate al crimen organizado sigue estando condicionado por intereses partidistas, y no por un compromiso genuino con la justicia.
Mientras tanto, la pregunta que se le hacía a Calderón resuena en el aire: ¿A poco no sabía?