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Abstención y simulación: lo que dejó la elección municipal en Venezuela

Maduro destruyó la vía electoral para resolver la profunda crisis en que se encuentra Venezuela, y de ese modo está impulsando la lucha por la transición democrática hacia un terreno confrontativo, escribe Ramón Cardozo.El domingo 27 de julio, a un año de haberse proclamado a Nicolás Maduro como ganador de las presidenciales sin presentar ningún aval de esos resultados, se celebraron en Venezuela elecciones municipales para elegir 335 alcaldes y 2.471 concejales en todo el país.

Este nuevo proceso electoral se llevó a cabo en un entorno marcado por el recrudecimiento acelerado de las condiciones autocráticas del régimen y por una visible desmovilización ciudadana. La dirigencia opositora, encabezada por María Corina Machado y Edmundo González, junto a los partidos de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), mantuvo su llamado a la abstención como respuesta al fraude presidencial del año anterior, y calificó estos comicios como una nueva "farsa electoral”.

Según los datos anunciados por Elvis Amoroso, presidente del Consejo Nacional Electoral (CNE), el oficialismo habría obtenido 280 alcaldías, mientras que las 55 restantes corresponderían a candidatos no pertenecientes al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).

A pesar de que Nicolás Maduro y su círculo proclamaron estas cifras como una "victoria histórica del bloque popular revolucionario”, lo cierto es que, bajo las condiciones dictatoriales actuales, los resultados anunciados por Amoroso carecen de valor para medir el verdadero apoyo popular al régimen o conferirle legitimidad, tanto dentro como fuera del país.

En Venezuela, la captura autoritaria del proceso electoral ha vaciado de contenido democrático al voto, tal como advierte la oenegé Transparencia Electoral en su informe "Nada que elegir”, el cual analiza las elecciones municipales de 2025 y documenta cómo las condiciones antidemocráticas han pervertido la naturaleza del sufragio. En este contexto, el voto ha perdido su función esencial como mecanismo para medir respaldo ciudadano o como fuente de legitimación política.

Elecciones sin elegir, para perpetuar al régimen en el poder

La ausencia de garantías y condiciones democráticas mínimas, documentada por Transparencia Electoral en su análisis de los comicios municipales del pasado 27 de julio, evidencia la magnitud de esta captura autoritaria. El informe destaca: la falta de transparencia informativa y opacidad institucional; las severas restricciones para la inscripción y postulación de candidatos; la intervención judicial y cooptación de partidos políticos; la manipulación deliberada del padrón electoral; la suspensión arbitraria de auditorías técnicas del sistema automatizado de votación; y la exclusión total de observadores independientes, sustituidos por una "falsa observación electoral internacional”.

Estas irregularidades operan dentro de un contexto más amplio de represión que incluye censura mediática, criminalización sistemática de la protesta social, persecución política, represión violenta y el encarcelamiento masivo de cientos de personas por motivos exclusivamente políticos. Estas condiciones han sido calificadas como "terrorismo de Estado” por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

En su conjunto, estas prácticas transforman cualquier proceso electoral en un mero ejercicio de legitimación del poder establecido, y configuran -como señala Transparencia Electoral- un escenario de "elecciones sin elegir”, diseñado para simular competencia y perpetuar al gobierno en el poder.

La abstención como desafío a la narrativa oficial de la "Victoria histórica”

Una de las principales debilidades de la narrativa oficial sobre esta supuesta "victoria histórica” -que, según Maduro, consolidaría su triunfo del 28 de julio de 2024- radica en la muy baja participación ciudadana constatada durante la jornada electoral. Medios de comunicación y agencias internacionales de Europa y América coincidieron en describir la situación de los centros de votación con términos reveladores: "baja afluencia”, "ambiente de poca participación”, "escasez de votantes”, centros "casi vacíos” y "urnas desiertas” fueron expresiones recurrentes para caracterizar estos comicios.

Ante la evidencia innegable de la masiva abstención, el régimen optó por minimizar el fenómeno calificándolo de "fantasma” y afirmando que "la abstención no existe, lo que existe son los votos”. Sin embargo, tuvo que ofrecer cifras oficiales. Elvis Amoroso declaró una participación del 44 % de los "electores activos”, una categoría inexistente en la legislación electoral venezolana que constituye una maniobra para inflar artificialmente los porcentajes ante la opinión pública.

La realidad de los números oficiales revela una participación del 29 % sobre el total del registro electoral. No obstante, este escaso porcentaje -imposible de verificar de forma independiente debido a la opacidad del sistema- es considerado sobreestimado por la oposición. María Corina Machado sostiene que la abstención alcanzó casi el 90 %, una cifra más coherente, tanto con las observaciones mediáticas de centros vacíos como con los datos de la encuestadora Meganálisis, que en junio registró que el 86,9 % de los consultados manifestó su intención de no participar en las elecciones municipales del 27 de julio.

Estos comicios buscan construir artificialmente una "nueva oposición” leal

En el actual contexto de elecciones controladas, utilizar términos como "ganó los comicios”, "obtuvieron tales cargos” o "se alzaron con la victoria” resulta, como mínimo, inexacto. El férreo control que ejerce el régimen sobre el sistema electoral, combinado con su opacidad sistemática y la ausencia de auditorías independientes, permite al CNE manipular los resultados y asignar de forma arbitraria y solapada cargos en disputa. Esta realidad quedó evidenciada en las elecciones parlamentarias previas, donde las adjudicaciones de diputados no coincidieron con los votos anunciados por el CNE para cada coalición, como denunció el analista de datos Javier Martucci.

Uno de los propósitos centrales de esta manipulación consiste en favorecer artificialmente la construcción de lo que Maduro denomina "una nueva oposición”, mucho más dispuesta a aceptar el statu quo de la dictadura chavista. Las declaraciones de Jorge Rodríguez, jefe de la campaña electoral del chavismo, resultan particularmente reveladoras en este sentido. Tras conocerse los resultados, declaró: "Nace una nueva interlocución con la oposición venezolana, con la oposición que tiene los votos, porque los otros lo que tienen son fantasmas”.

Estas palabras adquieren especial relevancia, considerando que Rodríguez ha encabezado los procesos de negociación del chavismo durante los últimos años. Su declaración parece alineada con la pretensión del régimen de instaurar, al margen de Machado, González y de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), un "nuevo proceso de diálogo” que permita al régimen pasar la página del fraude presidencial y normalizar la imagen de Nicolás Maduro ante la comunidad internacional.

En esta dirección, es significativo que en los últimos meses hayan proliferado declaraciones públicas de actores opositores no alineados con las posturas de Machado y la PUD, quienes sostienen que "no hay otro camino que negociar y votar”.

Esta "nueva oposición” podría cumplir además un papel instrumental en la aprobación y legitimación del proyecto de reforma constitucional impulsado por el chavismo. Esta iniciativa busca transformar radicalmente el modelo republicano y democrático liberal de Venezuela para perpetuar indefinidamente al régimen en el poder.

Al respecto, resulta revelador que estas elecciones municipales hayan servido al CNE para experimentar con una nueva división territorial paralela a los municipios existentes, basada en más de 6.000 circuitos comunales.

En Venezuela ya no se vota para elegir, sino para confirmar lo que el régimen ha decidido de antemano. Empeñado en mantenerse a toda costa, y pese al rechazo mayoritario que enfrenta, Maduro ha destruido la vía electoral como camino pacífico para resolver la profunda crisis nacional. Al clausurar esta alternativa, lo único que consigue es empujar la lucha por la transición democrática hacia un terreno inevitablemente más confrontativo.

(cp)

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