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La lucha en Colombia por erradicar la mutilación genital femenina

En el país sudamericano, la comunidad emberá sigue practicando la ablación en las niñas hasta el día de hoy.Según la UNICEF, en el mundo hay 230 millones de niñas que han sufrido mutilación genital, que consiste en procedimientos que extirpan total o parcialmente los genitales externos de la mujer, o bien generan otras lesiones en los órganos genitales femeninos con fines no médicos. Aunque esta práctica se intenta erradicar por completo y se considera una violación a los derechos humanos, sigue presente en muchos lugares.

En el caso de América Latina, Colombia es la única nación donde la ablación femenina se continúa realizando en algunas comunidades indígenas, especialmente en la emberá, donde se ha transmitido esta práctica de generación en generación y es realizada generalmente por las parteras en las niñas apenas nacen o a muy temprana edad.

Aunque no hay registros oficiales sobre el número de víctimas de mutilación genital en Colombia, según el seguimiento hecho por un grupo de congresistas colombianas que buscan erradicar esta práctica del país sudamericano, se estima que, en 2023, el número de menores afectadas fue al menos de 90. En el año 2024, la cifra habría descendido a 34 víctimas, que corresponden a casos que llegan a servicios de atención médica, producto de infecciones o algún otro problema médico derivado de la mutilación genital. El ministerio de Salud colombiano ha indicado que las edades de las niñas que llegan a consultas con este problema van desde el mes de nacidas hasta los 17 años de edad.

Proyecto de ley esperanzador

En un esfuerzo por erradicar la mutilación genital femenina, la Cámara de Representantes de Colombia aprobó en abril un proyecto en ese sentido, pero aún quedan dos instancias legislativas de discusión antes de que pueda convertirse en ley. No es tan simple eliminar esta práctica, ya que las comunidades indígenas tienen su propia jurisprudencia dentro de sus territorios en Colombia, siempre que no contradigan la Constitución.

Para la congresista Alexandra Vásquez, "la importancia de erradicar la mutilación genital femenina mediante una ley, va mucho más allá de eliminar la práctica en sí misma, tiene que ver con instalar dentro de las comunidades indígenas la importancia de los derechos humanos y de forzar a un Estado centralista a preocuparse de estas comunidades”, dice a DW Vásquez, que forma parte del equipo redactor del proyecto de ley "Niñas sin ablación".

Jennifer Pedraza, otra de las parlamentarias involucradas en el diseño legislativo en cuestión, explica que "esta práctica la importamos con el esclavismo durante la colonia y se extiende de África a América, donde se difunde y ahora se mantiene en la comunidad emberá, y se cree que en algunas comunidades afrodescendientes. Lo cual apunta a que no se trata de una tradición ancestral, por lo tanto, creemos que se puede erradicar sin reproducir discursos racistas contra los indígenas y creando una política pública de Estado”.

Sin sanciones punitivas

Una de las particularidades del proyecto de ley colombiano para terminar con la ablación femenina, es que el texto no establece sanciones punitivas a quienes ejercen la práctica.

"No quisimos convertir esto en delito, porque, al hacerlo, alejamos a las comunidades y a las víctimas, que ya están abandonadas. La mutilación genital femenina entre los emberás tiene un principio de sanación y es realizado por las parteras, que son las figuras que ofrecen conocimiento y ayuda en temas de salud en estas comunidades. Convertirlas en criminales sería un error. Por eso escogimos el camino de la lucha cultural, de enseñar para erradicar”, dice Jennifer Pedraza, representante de la circunscripción de Bogotá. Además, "las parteras suelen ser madres, abuelas y tías dentro de la comunidad, lo que hace que nadie quiera denunciar a un pariente”, acota Alexandra Vásquez.

Por otro lado, uno de los objetivos de la nueva ley apunta a crear "una instancia de coordinación interjurisdiccional para transitar hacia los mecanismos propios indígenas y persuadirles de que esta es una práctica dañina para mujeres y niñas”, agrega Pedraza.

Una lucha de larga data

Desde hace años que en Colombia se hace un trabajo mancomunado con los indígenas para abordar la mutilación genital femenina. En él han participados distintas organizaciones, como la UNFPA (agencia de las Naciones Unidas para la salud sexual y reproductiva).

Es así como en 2016 las comunidades emberás firmaron un compromiso para erradicar esta práctica, pero esa política se abandonó dos años después, una vez terminado el Gobierno de Juan Manuel Santos, suspendiendo todo el trabajo realizado. "Por eso nace este proyecto, para que este tipo de registro y trabajo no dependa de un gobierno, sino que sea una política pública y permanente en el tiempo”, dice la congresista Pedraza a DW.

Con el tiempo, la mutilación genital también ha registrado un desplazamiento geográfico, que tiene a Bogotá como uno de las zonas donde se registran más casos de mutilación genital femenina. Esto se explica porque algunos emberás han abandonado los territorios que tradicionalmente ocupan para llegar a habitar la capital colombiana, buscando servicios de salud que en sus territorios originarios no encuentran.

"En 2024 miembros de la comunidad emberá se instalaron en el Parque Nacional de Bogotá, fue ahí cuando se detectaron dos niñas que fueron mutiladas genitalmente, lo que permitió que se conociera esta realidad a nivel nacional y se visibilizara el problema”, recuerda Alexandra Vásquez.

A partir de entonces, se retomó fuertemente el trabajo con las mujeres emberás para lograr un cambio cultural que tiene mucho que ver con el machismo dentro de la comunidad indígena, ya que "en muchos casos, la mutilación genital femenina se realiza como transición a la adultez y para asegurar la honra familiar, facilitando que las niñas puedan casarse. Muchos de los hombres de esta comunidad consideran que si la mujer no ha sido mutilada genitalmente no es pura, en otros casos, esta práctica se relaciona hasta con las cosechas y la fertilidad del suelo de una forma simbólica. Todo esto hace que erradicar la ablación en mujeres sea un proceso largo y difícil”, concluye Alexandra Vázquez.

(ms)

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