La Guardia Costera de Estados Unidos intensificó su presencia en el Pacífico Oriental con la Operación Pacific Viper, destinada a frenar a los cárteles y a las redes de tráfico humano antes de que sus actividades alcancen territorio estadounidense. Sin embargo, esta estrategia genera dudas sobre las incursiones sin el respaldo del Estado mexicano.
“Sin coordinación con México, se refuerza la idea: Washington ejecuta interdicciones unilaterales al filo de aguas territoriales", declara Ghaleb Krame, especialista en seguridad nacional, en su cuenta personal de X.
Incursiones en el sur de México
Los operativos tuvieron momentos clave frente a costas mexicanas. El 10 de julio, el destructor USS Sampson detectó una embarcación sospechosa a 380 millas al suroeste de Acapulco, Guerrero. El buque navegaba en un corredor de narcotráfico conocido y carecía de bandera.
Tras ignorar señales de advertencia, un helicóptero de la Marina disparó al motor para deshabilitarlo. La Guardia Costera abordó la nave, detuvo a dos tripulantes y aseguró más de 3,439 libras de cocaína. Debido a su mal estado, la embarcación fue hundida.
El 8 de agosto, el guardacostas USCG Hamilton interceptó una lancha rápida en aguas al sur de México, decomisando más de 4,000 libras de cocaína y arrestando a tres sospechosos. Días después, el 11 de agosto, un destacamento de la Guardia Costera a bordo del USS Sampson detuvo otra embarcación en la misma región.
Los traficantes intentaron huir y lanzar su cargamento al mar, pero un helicóptero disparó al motor para detenerlos. En la acción se aseguraron 1,300 libras de cocaína y dos detenidos.
De acuerdo con el Departamento de Seguridad Nacional, 80% de los decomisos de droga ocurren en el mar. En total, la Operación Pacific Viper había incautado hasta el 20 de agosto más de 13,000 libras de cocaína y detenido a 11 presuntos narcotraficantes, reforzando el papel estratégico del corredor marítimo frente a México.