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El avance las "nuevas derechas" en América Latina

Nuevas fuerzas políticas, bajo nuevas banderas como la ideología libertaria, se están convirtiendo en protagonistas que no desean ser identificados con las élites tradicionales, comenta Günther Maihold.El declive de la derecha tradicional parece indicar el fin de un ciclo político, en el que muchos actores tradicionales han sucumbido ante las turbulencias y están desapareciendo. Partidos tradicionales como el PAN de México, el PDC de Chile, la Democracia Popular de Ecuador o el Partido Conservador de Colombia no logran salir de sus crisis internas. En otros casos, como el de Brasil, se asiste a una profunda fragmentación de este espectro político.

El caso del bolsonarismo

Las nuevas fuerzas políticas, bajo nuevas banderas como la ideología libertaria, funcionan más como partidos-plataforma, con algunas características típicas de los movimientos sociales, y se están convirtiendo en protagonistas que no desean ser identificados con las élites tradicionales. Sin embargo, en el interior de estas nuevas agrupaciones persiste una alta heterogeneidad en cuanto a sus expresiones de derecha.

Esto se hace más visible en el bolsonarismo, en el que confluyen autoproclamados patriotas, actores políticos religiosos, defensores de los valores familiares y "recién llegados", listos para comenzar una nueva aventura en el "negocio político". Persiguen la fragmentación sociocultural de la sociedad y a la polarización sociopolítica, que perdura y se reproduce hasta nuestros días.

La alianza entre militares, evangélicos, la agroindustria, defensores de las armas y los mercados financieros ha estado forzando los límites de la democracia en repetidas ocasiones mediante sus acciones en nombre del expresidente brasileño Jair Bolsonaro.

También a nivel discursivo, su radicalismo ha sido un instrumento eficaz para catapultarlos a la atención de los medios, del público y, finalmente, del electorado, situándolos en la primera línea de las fuerzas políticas.

El desplazamiento de fuerzas conservadoras y democristianas

Lo que más llama la atención es la rapidez con la que estas nuevas derechas latinoamericanas han sido capaces de reemplazar a las fuerzas y al pensamiento conservador y democristiano tradicionales, en gran parte porque estos partidos muestran un cuadro de agotamiento personal e ideológico: siguen luchando contra el castrismo y el comunismo del pasado, viendo a grupos informales de izquierdas, como el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla, como sus adversarios principales.

Con estos errores políticos y anclados en luchas ideológicas del pasado, ignoran las necesidades de la población y no ofrecen perspectivas de futuro. Así, los partidos tradicionales del espectro conservador y democristiano/socialcristiano han quedado marginados en muchos países, sobre todo en sus antiguos bastiones, como Chile, México, Colombia y los estados centroamericanos.

Las dinámicas políticas han dejado atrás a estos partidos, que hoy en día parecen más reliquias de tiempos pasados que proyectos políticos con futuro. Esto se refleja en el desconcierto de un amplio sector de su electorado cautivo, que ahora busca un nuevo hogar político.

Los intentos inútiles de resucitar el pasado mediante la invocación de una mezcla de valores cristianos y símbolos católicos y la denuncia de la corrupción no logran atraer al electorado que ya se ha pasado a otras fuerzas políticas.

De la mano con Trump

Frente a los partidos tradicionales han aparecido plataformas (más que partidos) que han logrado perfilarse con un estilo político de activismo que se gestiona de manera agresiva, renovada y "contestataria", y que aspira a atraer al electorado identificándose con "empresarios políticos", especialmente con personalidades excéntricas y radicales como Bolsonaro (en Brasil), José Antonio Kast (Chile) o Javier Milei (Argentina).

En estos casos, por una parte, se observa un retorno de las narrativas de "mano dura" y, por otra, una copia del discurso trumpista que apela a lo identitario.

Estos movimientos viven del descrédito ideológico de la globalización y practican un enfoque instrumental de la democracia, priorizando medidas extrainstitucionales y antiestatales. Aunque sus programas económicos incluyen medidas a favor del libre mercado con una reducción agresiva de la burocracia, son menos explícitos en políticas de desregulación y privatización.

Gracias a su poder discursivo, amplificado por las plataformas digitales, son capaces de conectar con las emociones de la ciudadanía, potenciando el malestar social y la frustración con la política tradicional. La búsqueda de una estrecha relación con los Estados Unidos de Donald Trump anima a muchos actores a imitar su política, lo que en cierto modo le quita autenticidad a su planteamiento.

Ante este discurso, los partidos de la "derecha del pasado" ya no logran conectar y quedan superados por la actitud disruptiva que se está adoptando ampliamente en las prácticas políticas de los nuevos protagonistas de derecha.

Ya sea el golpismo de Jair Bolsonaro, las medidas de seguridad extrema de Nayib Bukele o la motosierra antisistema de Javier Milei, estas señales de ruptura son bien recibidas por un electorado que anhela romper con el "viejo sistema", con "la casta", o que aspira a un "cambio radical" mediante una política de choque que "corte de raíz los males".

Sin embargo, lo que diferencia más profundamente a estas nuevas fuerzas de derecha de sus predecesores conservadores y demócratas cristianos es el anuncio de una guerra cultural para acabar con el ambientalismo y el recurso a los derechos humanos, que consideran un pretexto para la impunidad y la irresponsabilidad en la gestión de los presupuestos públicos.

Este tipo de cruzadas se nutre de proyecciones de coraje político, que se presentan como la base esencial para superar obstáculos en el camino y proteger a los "ciudadanos honestos" (Kast) o a los "argentinos de bien" (Milei).

En este sentido, se considera legítimo practicar una política de "encarcelar sin tregua" para recuperar la seguridad, siguiendo el camino practicado en El Salvador por Bukele. Así se pretende generar el espacio necesario para rescatar los valores tradicionales y fortalecer el rol de la familia como pilar fundamental de la sociedad.

Las redes internacionales

La cooperación transnacional de las nuevas derechas latinoamericanas con las corrientes afines de EE. UU. y Europa se ha articulado en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), que ya ha celebrado múltiples reuniones con destacados participantes de Argentina, Estados Unidos, Italia, Israel, El Salvador y Hungría. No podía faltar Elon Musk, que posó con una motosierra como una estrella de rock junto a Milei.

Sin embargo, esta alianza no implica que se estén perdiendo las características locales y regionales de estas nuevas derechas; más bien, habrá que ver qué caminos tomarán estas fuerzas con el tiempo y ante las adversidades de la vida política que les esperan.

(rml)

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