La confesión del presidente Gustavo Petro —quien aseguró en su cuenta de X que “Verónica Alcocer está separada de mí hace años”— provocó un nuevo terremoto político en Colombia. La revelación llega en pleno vendaval por la inclusión del mandatario, su esposa, su hijo Nicolás Petro Burgos y el ministro del Interior Armando Benedetti en la Lista Clinton del Departamento del Tesoro de Estados Unidos.
En su mensaje, Petro acusó a la “oligarquía colombiana” de usar procesos judiciales contra su familia como estrategia electoral. Sin embargo, la oposición exigió explicaciones públicas sobre el papel, los gastos y los viajes internacionales que Alcocer realizó como consorte presidencial, pese a su supuesta separación.
Durante su gestión, Verónica Alcocer representó a Colombia en funerales de Estado —incluidos los de la Reina Isabel II y el ex primer ministro japonés Shinzo Abe—, viajó al Vaticano para dos audiencias con el Papa Francisco y encabezó delegaciones oficiales acompañada por asesores, maquilladores y fotógrafos pagados con recursos públicos.
Críticos señalan que, aunque la Primera Dama no tiene presupuesto propio, varias dependencias presidenciales habrían absorbido esos gastos. Además, Alcocer habría influido en nombramientos diplomáticos de personas cercanas, entre ellas la embajadora en Italia y el embajador en Suecia.
La revelación de Petro recuerda los escándalos de imagen y gasto que marcaron a otras parejas presidenciales en América Latina, como Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera en México o Andrés Manuel López Obrador y Beatriz Gutiérrez Müller, quienes también enfrentaron presiones mediáticas sobre el rol público de las primeras damas.
Mientras tanto, el mandatario colombiano enfrenta uno de los momentos más tensos de su gobierno: sanciones internacionales, divisiones internas y una oposición que ya califica su administración como “una presidencia en crisis”.