El peso mexicano inició la jornada de este martes 4 de noviembre con una depreciación de 0.72%, equivalente a 13.3 centavos, cotizando alrededor de 18.61 pesos por dólar, su nivel más débil desde el 11 de septiembre, de acuerdo con datos del mercado interbancario y analistas financieros como Gabriela Siller, directora de Análisis Económico y Financiero en Banco BASE.
Durante las primeras horas del día, el tipo de cambio alcanzó un mínimo de 18.4798 y un máximo de 18.6507 pesos por dólar, rompiendo la zona técnica de resistencia que se había mantenido estable desde hace casi dos meses.
Apertura con presión sobre el peso
De acuerdo con los reportes financieros de Banamex y el análisis de diversas instituciones, el mercado cambiario amaneció con un dólar fortalecido globalmente ante un repunte en la demanda de activos de refugio y la expectativa por nuevos datos económicos en Estados Unidos.
El movimiento coincide con el arranque de la semana en que se publicarán los resultados trimestrales de AMD, Arista Networks y Amgen, así como la balanza comercial estadounidense de septiembre. En México, los inversionistas esperan los datos del Indicador de Confianza del Consumidor de octubre, que podrían marcar el pulso del consumo interno hacia fin de año.
Rango técnico y posibles escenarios
El rango de soporte y resistencia del peso mexicano, según el análisis de Banamex, se mantiene entre los 18.20/18.30 pesos por dólar como zona de soporte y los 18.60/18.90 pesos como resistencia.
Al superar los 18.65 pesos, el tipo de cambio se coloca en una zona clave que podría definir el rumbo de noviembre.
Especialistas financieros advierten que, si el peso no logra recuperar terreno en las próximas sesiones, podría aproximarse a los 18.80 pesos por dólar, nivel que no se ha visto desde mediados del tercer trimestre.
Contexto internacional
Las bolsas europeas y asiáticas amanecieron con pérdidas: el Euro Stoxx 600 cayó -0.87%, el FTSE -0.51% y el Nikkei -1.74%. En Estados Unidos, el S&P 500 retrocedió -1.01% y el Nasdaq -0.61%, lo que reforzó el apetito por el dólar y debilitó a las monedas emergentes.
La mezcla de factores globales —desde los movimientos en las tasas del Tesoro estadounidense hasta la volatilidad en el petróleo— alimenta la cautela de los inversionistas y presiona a las divisas de América Latina.

