La fuga de un interno condenado a 60 años por secuestro exprés del Penal de Tenancingo Sur no solo desató un operativo de búsqueda en el sur del Estado de México: también expuso posibles fallas críticas —e incluso complicidades internas— dentro del sistema penitenciario estatal.
El hecho de que un reo de alta peligrosidad lograra evadir los filtros de seguridad sin que exista claridad sobre su ruta de escape ha puesto bajo la lupa a mandos penitenciarios, custodios y protocolos operativos.
Posibles complicidades marcan la fuga
La ausencia del interno se detectó únicamente durante el pase de lista matutino, lo que plantea dudas sobre los controles nocturnos, la vigilancia en torres y pasillos, y el funcionamiento de cámaras y accesos. La Secretaría de Seguridad estatal mantiene hermetismo, pero fuentes locales señalan que la evasión “no pudo ocurrir sin al menos una omisión grave o una colaboración desde dentro”.
La falta de una versión oficial también ha generado tensión social en Tenancingo, donde habitantes cuestionan por qué no se activaron alertas inmediatas y por qué el operativo de búsqueda inició horas después.
Para especialistas consultados, el caso revive un patrón recurrente: centros penitenciarios con personal insuficiente, turnos sobrecargados y condiciones propicias para la corrupción, un terreno fértil para fugas de internos de alto riesgo.
Este nuevo episodio se suma a antecedentes recientes que ya habían advertido vulnerabilidades en penales mexiquenses, fortaleciendo el llamado a una auditoría externa que revise los protocolos de custodia, la cadena de mando y el estado real de la infraestructura de vigilancia. Más que un hecho aislado, la evasión podría convertirse en un punto de inflexión para exponer la profundidad de la crisis penitenciaria en el Estado de México.