La producción de pirotecnia en México se concentra mayoritariamente en el Estado de México, donde se fabrica más de 60 por ciento de los fuegos artificiales que se consumen a nivel nacional, de acuerdo con datos del Instituto Mexiquense de la Pirotecnia. El municipio de Tultepec se mantiene como el principal centro productor del país.
Esta actividad representa una derrama económica estimada en alrededor de 15 mil millones de pesos anuales solo en esa localidad y genera ingresos directos e indirectos para más de 200 mil familias, lo que la convierte en una de las industrias artesanales más relevantes de la entidad.

Pirotecnia, eje de las festividades religiosas
La pirotecnia está estrechamente vinculada a las festividades religiosas y comunitarias. En el Estado de México existen aproximadamente 8 mil 200 iglesias, en las que el uso de fuegos artificiales forma parte de celebraciones patronales y festividades de fin de año, según registros oficiales.
Especialistas en religiosidad popular señalan que el uso de cohetes y castillos no solo cumple una función recreativa, sino que está asociado a expresiones simbólicas de identidad comunitaria.
La investigadora del instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, María Angélica Galicia Gordillo. explicó que, desde el ámbito ritual, la pirotecnia se incorporó como un elemento de comunicación simbólica durante las celebraciones religiosas, vinculando el sonido y la luz con la presencia de la comunidad y lo sagrado.

Pólvora en el periodo virreinal
De acuerdo con investigaciones académicas, la pirotecnia no es una práctica previa a la Conquista, sino que llegó a México con la difusión de la pólvora durante el periodo virreinal y se consolidó con el paso de los siglos como parte central de las fiestas populares. Para el siglo XVIII, ya era considerada un oficio especializado, ligado a celebraciones civiles y religiosas.
Estudios históricos documentan que desde el siglo XVI se hablaba del arte de preparar pólvora y artificios de fuego, actividad que evolucionó hasta convertirse en una práctica especializada que, durante el siglo XX, comenzó a reconocerse como una forma de arte efímero.
A más de 250 años de su introducción en el país, la pirotecnia continúa siendo un motor económico y un elemento central de las festividades mexicanas, particularmente en el Estado de México, donde autoridades y productores mantienen el reto de preservar la tradición bajo esquemas de regulación y seguridad.

