El alcoholímetro volvió a colocarse en el centro de la conversación navideña en la capital. Entre el 12 y el 21 de diciembre, el programa Conduce sin Alcohol, “Jornadas Decembrinas” dejó un saldo de 648 conductores sancionados por manejar con niveles de alcohol superiores a los permitidos y 640 vehículos enviados a un depósito vehicular, de acuerdo con la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) de la Ciudad de México.
Más de 169 mil pruebas en 10 días
La SSC capitalina informó que, en ese periodo, el personal adscrito al programa Conduce sin Alcohol realizó 169 mil 660 pruebas AlcoStop, dispositivo que detecta la presencia de bebidas alcohólicas en el ambiente interior de los vehículos.
Además, se practicaron 2 mil 42 pruebas de alcoholemia mediante aire espirado directamente al alcoholímetro. Como resultado, 648 automovilistas superaron el límite máximo permitido por la normatividad y fueron remitidos al Centro de Sanciones Administrativas, mejor conocido como el “Torito”.
En paralelo, 640 unidades fueron llevadas a depósitos vehiculares, lo que implica costos adicionales para sus propietarios, además de la sanción administrativa y el tiempo de retención.
Las cifras se registran en plena temporada de cenas de Navidad y Año Nuevo, cuando familias y grupos de amigos suelen reunirse y el consumo de bebidas alcohólicas se incrementa. Para quienes deciden manejar en ese contexto y rebasan el límite permitido, el festejo puede terminar en una celda del Torito, lejos de la mesa navideña.
Reducir accidentes
La autoridad capitalina ha insistido en que el objetivo del operativo no es solo sancionar, sino prevenir choques, atropellamientos y hechos de tránsito fatales vinculados con el consumo de alcohol. Sin embargo, cada temporada decembrina se mantiene la estadística de conductores que ignoran las advertencias y terminan pasando la noche en el Centro de Sanciones Administrativas.
Los remisiones derivadas del operativo también impactan directamente en las familias: mientras una persona permanece en el Torito, su vehículo es trasladado al corralón y, en muchos casos, alguien más debe asumir los costos económicos, después de unas copas puede costar mucho más que una cena de Navidad o de Año Nuevo.