Mundo

¿Por qué India no es China? Las razones por las que la mayor democracia del mundo avanzó más lento

Aunque India y China partían de condiciones similares, sus decisiones políticas, económicas y sociales marcaron caminos distintos. Autoritarismo, democracia, industria y educación explican la brecha.

India y China partieron de condiciones similares, pero eligieron caminos opuestos: democracia y gradualismo frente a autoritarismo y control estatal.
Asia (Gemini)

Durante décadas, India y China fueron comparadas como los dos gigantes emergentes llamados a redefinir el orden global. Ambas concentran poblaciones enormes, talento humano y ambición geopolítica. Sin embargo, mientras China se consolidó como potencia industrial, económica y política, India avanzó a un ritmo mucho más lento. La pregunta es inevitable: ¿por qué India no se convirtió en una China?

La respuesta, según especialistas en política india y desarrollo económico, no está en una sola causa, sino en una combinación de modelo político, decisiones económicas y tiempos históricos.

Autoritarismo versus democracia

China es un Estado autoritario altamente centralizado. Su sistema le permite planificar a 30 o 40 años, ejecutar sin oposición política significativa y movilizar recursos masivos de forma coordinada. Grandes proyectos de infraestructura, reubicaciones poblacionales o reformas industriales se implementan sin el freno de elecciones, tribunales, prensa crítica o protestas sociales.

India, en contraste, es la mayor democracia del mundo. Cada gran decisión pasa por consensos políticos frágiles, coaliciones cambiantes, debates judiciales, presión mediática y movilizaciones sociales. El resultado: procesos más lentos, pero con mayor legitimidad democrática.


India y China partieron de condiciones similares, pero eligieron caminos opuestos: democracia y gradualismo frente a autoritarismo y control estatal.
Asia (Gemini)

Dos aperturas económicas, dos velocidades

China inició su apertura económica en 1978, con una liberalización agresiva y dirigida desde el Estado. Apostó por manufactura, infraestructura y exportaciones masivas, convirtiéndose en la “fábrica del mundo”.

India llegó tarde. Su apertura comenzó en 1991, de forma gradual y limitada, arrastrando restricciones heredadas del pasado. Mientras China volcaba recursos a parques industriales y cadenas de suministro, India avanzaba con cautela, priorizando estabilidad política sobre disrupción económica.

Especialización distinta

China apostó por empleo industrial masivo, incluso con baja calificación inicial, acompañado de una inversión gigantesca en educación técnica básica. India, en cambio, se especializó en servicios, tecnología, IT y outsourcing, formando élites globales —ingenieros, CEOs, científicos y emprendedores— pero sin generar suficiente empleo industrial para absorber a su enorme población.

El resultado es una paradoja: India produce talento de clase mundial, pero millones de jóvenes siguen fuera del mercado laboral formal.

¿Fracaso o camino distinto?

India no “fracasó”. Eligió otro camino. Optó por democracia sobre autoritarismo, por pluralidad sobre control, por gradualismo sobre choque industrial. Eso implicó burocracia, desigualdad persistente y ejecución más lenta, pero también estabilidad institucional.

Muchos analistas creen que ese camino podría ser más sostenible a largo plazo, aunque menos espectacular en el corto plazo. China fue más rápida; India, más compleja.

El potencial sigue ahí

Con una población joven, crecimiento demográfico activo y un ecosistema tecnológico en expansión, India sigue siendo una potencia en construcción. No será China, pero tampoco está condenada a quedarse atrás.

La gran incógnita ya no es por qué India no fue China, sino si puede convertir su democracia y su talento en una potencia a su propio estilo.

Tags

Lo Último