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Un Zócalo joven festeja al Papa

Aún no amanecía y el Zócalo de la Ciudad de México empezó a poblarse de personas dispuestas a soportar el frío de la madrugada -más tarde serían compensadas con la salida del sol- con tal de poder ver al Papa en su primera visita al país, un efecto acostumbrado en fanáticos de grandes bandas de rock o seguidores de estrellas pop.

Todos querían un sitio para observar al papa Francisco recorrer por unos minutos el circuito de la Plaza de la Constitución, para recibir su bendición. Que la espera valiera la pena y poder verlo aunque fuera a metros de distancia. Lo importante era estar ahí, vivir la emoción junto con otros miles de personas, en su mayoría jóvenes. 

Y precisamente la juventud fue algo que notó el Papa, que más adelante diría en su discurso: una de las grandes riquezas de México es su rostro joven, frase que arrancó aplausos, aunque no prolongados ni estruendosos.

Las calles alrededor del Centro Histórico lucieron semivacías por la mañana, como en algún día feriado. La atención era el Papa: en conversaciones de café, en el taxi, en los hogares. Unos a favor, otros en contra, pero el tema era la primera visita de Francisco a México, que se extenderá hasta el 17 de febrero e incluye una misa en la Basílica de Guadalupe y escalas en Ecatepec, Morelia, Chiapas y Ciudad Juárez.

La espera se rompió cuando a las 8:40 apareció la imagen del Papa en las siete pantallas gigantes colocadas en el Zócalo. El Pontífice salía de la Nunciatura y haría su segundo recorrido en el papamóvil por la capital.

A los aplausos, gritos de “gracias por venir”, “ viva el Papa” o porras, se unió el repique de las 25 campanas de la Catedral Metropolitana y un sol abrasador que a ratos provocaba el despojo de chamarras y abrigos. 

Minutos después el ambiente de júbilo desapareció para sólo dejar el estruendo de las campanadas. Menos animados, los fieles volvieron a esperar, observando las imágenes del recorrido de Francisco por Eje 8 Sur y luego el Eje Central. 

Mientras el líder religioso saludaba y daba su bendición a los capitalinos que se colocaron en las vallas para verlo, otros apretaban el paso sobre la calle de 5 de  mayo para colocarse en un buen lugar sobre la explanada del Zócalo. 

El Zócalo se vistió de globos blancos, banderas de México, Argentina y el Vaticano, mantas con agradecimiento y peticiones de bendición,  como la de la familia Santana, que llegó desde antes de las seis de la mañana para colocarse justo frente a la Catedral. 

Aunque miles de fieles se dieron cita en la Plaza de la Constitución, se notaban huecos en las gradas y en la misma explanada. Se esperaba mucha más gente.

Durante el discurso del Papa en el Palacio Nacional los fieles apenas ovacionaron algunas frases, tres o cuatro. Vengo como hijo a honrar a su madre, en referencia a la Virgen de Guadalupe, fue la que más emocionó al Zócalo. 

Un vez que Francisco desapareció de la vista de todo para ingresar a la Catedral tras haber recibido la llave de la Ciudad de México, miles de quienes acudieron al Zócalo hicieron lo mismo, aunque hablando sobre lo acontecido. 

No obstante que por ratos el ánimo fue tímido, con lapsus de porras, intentos de olas, gritos aislados, los más salieron contentos. Conformes con haber visto al Papa aunque fuera desde lejos. 

Qué sentiste al verlo, se escuchó preguntar una hija a su madre al salir del Zócalo, en 5 de mayo y Palma; no puedo describirlo, respondió la señora, pero su sonrisa habló por ella. 

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