Estamos inmersos en opiniones polarizadas y de quienes dedican su energía y tiempo en verter sus puntos de vista en contra de los demás.
Parece que no tienen otra cosa en qué pensar, ni algo más qué hacer. A toda hora en las redes sociales se encuentra un comentario desfavorable hacia quién, a su juicio, todo lo hace mal.
Son ataques sistemáticos, continuados y hostiles.
Entiendo que se pueda estar en desacuerdo con algo y que, con algunos, haya pocos puntos de concordancia, pero no puede ser que todo sea malo.
Es gente que corrige, se burla, es irónica, ofensiva, agresiva o usa el humor negro para desprestigiar, descalificar y hacer quedar mal a alguien más.
Se les conoce como haters, que significa “odiadores” o “los que odian” y están siempre pendientes de quienes detestan, para denostar todo lo que publiquen.
Algunos argumentan que “tienen su propia opinión” o que son “libres de opinar lo contrario”, pero generalmente no se atreven a ser los primeros en dar sus puntos de vista y se esperan a que otros lo hagan, para contradecirlos o descalificarlos.
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Algunas teorías psicológicas afirman que podrían sentir una atracción secreta o que, en el fondo, hay admiración o envidia. Lo cierto es que las intenciones de los haters pueden ser variadas. Algunos buscan aprovecharse de la popularidad o fama del odiado para hacerse notar, tener likes y más adeptos. De hecho, no pocos comunicadores han obtenido su trabajo criticando a artistas o políticos destacados.
Otros, quizá, lo hacen por convicción, realmente les molesta mucho alguien y no pueden evitar reaccionar negativamente ante sus comunicados. Pero hay quienes lo hacen porque es parte de su trabajo, porque perciben ingresos por estar fastidiando a un personaje determinado y esto debería estar prohibido por ley.
Es claro lo que sucede cuando, por ejemplo, Felipe Calderón twittea algo. Cientos de personas con honorarios pagados están listos para atacarlo. Se nota también, el grupo cada día más creciente de los que embisten a Samuel García, gobernador actual de Nuevo León, mismos que son integrantes de otros partidos políticos y que, desde hoy, se esfuerzan para que no llegue a presidente en unos años.
Si esa es su misión, adelante, pero todos los hateres deberían poner su nombre y su fotografía en el perfil de sus redes y no escudarse en cuentas falsas o impersonales y menos, que intenten hablar en nombre de los habitantes de una ciudad, estado o país.