Érase una vez una exitosa empresaria enamorada del amor de cuento, ese amor romántico, dónde supuestamente las parejas viven felices para siempre, claro sin contar que “el para siempre” no existe; bueno para no hacer el cuento largo a pesar de tener una buena vida, ella se sentía sola, quería un amor de esos que se te pegan al cuerpo hasta perderte, y sí, lo encontró.
De pronto tenía la relación anhelada, “el príncipe” en cuestión, un empleado de corporativo, qué desde el primer día e conocerla ya le decía “mi amor”, y aunque no había una fuerte atracción física, a la semana no podían vivir lejos el uno del otro.
Dos semanas después, se suscitó el primer pleito: berrinches, gritos y chantaje emocional: “¿cómo, él que la amaba tanto desde el primer día no podía ser incluido en cada una de sus actividades?”
Así fueron pasando los días y al cabo de mes y medio.. ¡pleitazo!
Vi llorar a mi amiga diciéndome que no podía soportar esa situación, que si me había dado cuenta de cómo él le había gritado, que iba a terminar porque esto era demasiado, ingenua le creí para una hora después darme cuenta de que no sucedería, a los dos días estaban viviendo juntos en casa de ella; claro.
Antes de comprometernos con alguien habría que tener los ojos bien abiertos, darnos tiempo para saber si compartimos valores, propósitos, gustos, ideas, aficiones y costumbres, si encaja con lo que somos y queremos. Cómo reacciona cuando está enojado, deprimido, exaltado o feliz, sin necesidad de cambiarle nada, aceptando su individualidad. Saber si vamos a poder lidiar con eso que no nos gusta teniendo como premisa que nadie puede cambiar a nadie.
Las relaciones tóxicas son aquellas en donde se crea un enganche emocional, en las que pensamos que para tener una relación debemos luchar y aguantar lo que sea, al fin y al cabo todo sacrificio será recompensado con el tiempo. Y no queridos así no es la cosa, en una lucha siempre hay heridos, alguien pierde y alguien gana.
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Este tipo de relaciones no se basan en el amor, sino en la falta de autoestima y de autovaloración. Las conductas y actitudes de la otra persona nos dan malestar emocional y nos pueden hacer dudar sí somos nosotros los “culpables” y no la persona que manipula.
Como diría Juan L. Guerra “Si es un dolor que no lo quita la aspirina, es un amor que contamina.”
Nadie se mete en ella conscientemente, de entrada esa persona te gustaba, le veías cualidades y te hacía sentir bien, un día comenzaste a sentirte maltratada, pensaste que era algo pasajero hasta llegaste a verlo como algo normal, sin darte cuenta de lo dañina que puede ser.
Este tema continuará...
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