Es una Ley del Cosmos que todo se mueve en un círculo, y cualquier fuerza que enviemos al Universo regresará a nosotros a su debido tiempo. A veces parece demasiado para nuestro parámetro humano, pero en este sentido, no hay plazo que no se cumpla. Aunque se desconozcan o se ignoren, estas Leyes jamás dejan de ejercer su fuerza.
A menudo, son las leyes más simples de la naturaleza las que son descuidadas por el ser humano. Por ejemplo, cada día, con las palabras que usamos, nos estamos construyendo o destruyendo a nosotros mismos y creando la base para lo que nos sucederá a continuación.
Por lo tanto, una de las primeras leyes, que irónicamente es la que más nos cuesta trabajo, nos pide que tratemos a las palabras como sagradas y elijamos cuidadosamente cada expresión que sale de nuestra boca, pues, según las enseñanzas sagradas de sabiduría divina espiritual “Dios se sienta en la punta de nuestra lengua”.
En la mayoría de los casos, esto requiere que la mente se limpie, porque allí yacen las semillas que florecen en el habla. Cuando los seres humanos tienen un control consciente sobre sus palabras, pueden cambiar sus patrones de habla eligiendo usar un discurso positivo, darse ánimos, darse aprecio o sanarse mutuamente y crear vibraciones con frecuencias altas y constructivas, que harán que sus pensamientos sean edificantes y divinos.
Como resultado automático, los bloques comenzarán a disolverse automáticamente, y así es como las oportunidades de expansión que tanto pedimos a Dios comienzan a presentarse. Esto significa superar verdaderamente la pequeñez del “yo” hacia el Yo Superior o Yo Soy Uno con el Creador.
Por más caótico que pueda parecer el Universo, nada pasa sin registro para la inteligencia suprema, y aquellos que usan sus palabras para proyectar paz, belleza, aprecio, confianza, armonía y salud hacia los demás, se convierten en cocreadores de la luz que les será debidamente devuelta, y lo mejor de todo: ¡cuando menos lo esperen!
En estos tiempos en los que estamos terminando el ciclo de 26 mil años en el que la Galaxia da su giro hacia el amanecer, y que es descrito en prácticamente todos los libros sagrados del mundo, es de suma importancia que desarrollemos nuestras aptitudes para ser capaces de sostener cada vez más y más luz.
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Además de trabajar constructivamente con nuestras palabras, es muy importante evitar la negatividad y el chismorreo vil, pues estas son cualidades que seguramente nos robarán Luz y retrasarán nuestra autocuración y progreso en todo sentido.
Por otro lado, la amabilidad, la bondad y la compasión conducen a la felicidad y a la salud, porque nuestra envoltura interior está construida con estas cualidades, que tienen el poder que no sólo trae una transformación positiva, sino que también nos protege de las fuerzas destructivas. Centrarse en lo bueno y darse cuenta de los aspectos positivos de cada situación, conduce a la armonía.
Comportamientos como el odio, el chisme, la crítica, la intolerancia, el egoísmo, la deslealtad, el fanatismo, junto con todos nuestros vicios y falsas pasiones, violan las leyes naturales, pues son actitudes van en contra de la estructura misma de nuestro espíritu, de la naturaleza y del Universo.
Como es adentro es afuera, así que de nuestros comportamientos y palabras se generan remolinos invisibles que excitan a los elementos del aire, del fuego, del agua y de la tierra, causando catástrofes, enfermedades y problemas de todo tipo. Los elementos imitan los estados humanos y estos elementos existen en todo el Universo, en la Tierra y en nuestros cuerpos físicos.
Aunque parezca inofensivo, un comportamiento negativo, devasta a la humanidad individual y colectivamente. Tenemos que desarrollar intencionalmente amor y aprecio por las Leyes de la Naturaleza y cultivar dentro de nosotros la Luz que atraiga a sus iguales en bendiciones para nuestras vidas.
Así es como el plan divino del Creador se manifiesta por medio nuestro y la multitud de ilusiones que nos mantuvieron encadenados a errores pasados, a karmas repetitivos, pueden disolverse hasta que finalmente somos libres para ver y manifestar una Luz mayor.