Opinión

El tejedor fino…

El tejedor fino… Foto: Gobierno de México

Más que presidente, Andrés Manuel López Obrador podría ser considerado el mejor operador político-electoral, el que teje fino. Se tardó dos sexenios, pero aprendió bien, muy el estilo de los morenos, en donde incluso “perdiendo” se gana.

A poco menos de un mes para la consulta de revocación de mandato, un punto que llama la atención es el despilfarro de recursos del gobierno para lograr que dicha consulta tenga la mayor participación posible, aunque se trate de una “artimaña” con intención electoral.

Para politólogos y para la oposición verdadera, la figura de revocación de mandato en manos de populistas es todo, menos un procedimiento democrático en beneficio de los ciudadanos.

La revocación de mandato, más allá de la idea de darle al pueblo el poder para “desechar” gobernantes, que simplemente consideren que no sirven, es en realidad la herramienta electoral perfecta para el mandamás de la llamada “cuarta transformación”.

La estrategia del jefe del ejecutivo tiene un triple objetivo: fortalecer la figura del Presidente, quien se maneja mejor en campaña que gobernando; debilitar al INE, dejándolo sin recursos para operar la consulta, pero obligándolo a realizar el ejercicio como si los tuviera, y, si es posible, lograr una alta participación ciudadana, más de 40 por ciento, que permita a la consulta ser vinculante.

Un escenario, casi imposible de sostener pero que se comentan en los diversos espacios políticos, es que la actual apuesta de López Obrador es a que vote suficiente gente que le permita especular, en sus mensajes, sobre la posibilidad de “ampliar” su periodo presidencial, gracias al “evidente apoyo popular” y con el pretexto de consolidar la “cuarta transformación”. Al final, también podría perpetuarse a través de su “delfín”.

El antecedente inmediato es “La Bonilla”, que buscaba ampliar el mandato de Jaime Bonilla de dos a cinco años al frente del gobierno de Baja California, la cual fue sepultada por la Suprema Corte. Después se intentó, nuevamente, sentar precedente con la ampliación de mandato del, muy cercano a la 4T, ministro presidente de la Suprema Corte, Arturo Zaldívar. Al final fue el propio Zaldívar quien renunció a dicha ampliación.

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Con estos antecedentes, resulta urgente y es objetivo prioritario del gobierno federal alcanzar la mayor participación el 10 de abril. Por supuesto, los morenos van a buscar la participación masiva de las personas que reciben sus programas de apoyo, la campaña en espectaculares o en parabuses es lo de menos, la operación real es en tierra, a través de sus servidores de la nación y de todos los funcionarios públicos de Morena en todos los niveles de gobierno, incluidos sus legisladores.

Los resultados de esta consulta popular, permitirán tanto a Palacio Nacional como a los opositores, saber en qué lugar están parados cada una de las partes.

En el caso del presidente, de entrada y con el triunfo, podrá pregonar que el “pueblo bueno” lo apoya, una bandera que podrá ondear hasta el final de su sexenio.

Más allá de la romántica narrativa de que “el pueblo pone y el pueblo quita a sus gobernantes”, lo cierto es que los resultados de este 10 de abril le dirán a López Obrador y a su equipo en dónde están parados.

Ya con los resultados en la mano, el jefe de la Cuarta Transformación podrá hacer todos los ajustes necesarios para que en caso de “perder” el apoyo, recuperarlo, y en caso de retener el apoyo, reforzarlo.

AMLO tendrá lo que no tuvieron sus antecesores para recomponer el camino, mantenerlo o adecuarlo a los tiempos que se viven.

Aunque vale decir que los números del 10 de abril también los va a conocer la oposición, la “mafia del poder”, “los conservadores”, “los golpistas” y hasta “los injerencistas” y… por ahí también se puede contragolpear.

Más allá de la narrativa de que la revocación de mandato, es en sí, una consulta con alta estrategia electoral y con cargo al erario público, que, si se sabe analizar los resultados, dará al presidente la oportunidad para saber, con anticipación, lo que debe hacer para perpetuarse en el poder.

En el fondo, la pregunta que nos hacemos millones de mexicanos es ¿para qué votamos por un presidente que se supone va a durar seis años, si en tres lo podemos quitar? Es puro teatro del tejedor fino de Palacio Nacional.

Cuando la democracia está cooptada por un partido, no es tal, ni ejercicio democrático. En este caso conviene más no participar.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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