Dentro de los problemas más complejos y vigentes que tenemos en nuestro país, sin duda, es la inseguridad que, en muchos rubros, padecemos las y los mexicanos; destaca la violencia en todos aspectos, particularmente los asesinatos contra las mujeres (feminicidios): adultas, jóvenes, adolescentes y niñas, que se constituye como una de las violaciones de los derechos humanos más graves, extendida, arraigada y tolerada en el mundo.
De acuerdo con información de la Organización de las Naciones Unidas, esta violencia es tanto causa como consecuencia de la desigualdad y de la discriminación de género y yo agregaría: de una cultura patriarcal y machista predominante aun en nuestros días.
Coincido con aquellos que piensan que la violencia contra las mujeres es un problema muy añejo, que traemos arrastrando desde hace décadas; sin embargo, es imprescindible admitir que conforme pasan los años ha ido incrementando, por lo que, en principio, podríamos afirmar que las estrategias de seguridad implementadas por las administraciones de los últimos 50 años, no han logrado resolver este mal que nos aqueja cada vez más a la ciudadanía.
Mucho se ha dicho respecto a si se debe cambiar la estrategia de seguridad en México; indudablemente, con motivo de los resultados que se tienen al respecto, cuando menos, es importante revisarla de manera seria, sobre todo si tomamos en cuenta que, todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, por mandato constitucional, tienen la obligación de respetar, proteger, promover y garantizar los derechos humanos y fundamentales de las y los mexicanos, en este caso, nuestra seguridad.
Si para ello, es necesario que se cambie la estrategia, que se haga de manera integral, para prevenirla y eliminarla, que se combatan las causas profundas y se eduque a la sociedad en pro del respeto y la no discriminación entre personas.
Partiendo de que, el derecho a una vida libre de violencia es un derecho humano de las mujeres y que estos son prerrogativas sustentadas en su dignidad, cuya realización efectiva resulta indispensable para su desarrollo integral, es necesario cuestionarnos la situación actual que viven las mujeres y las niñas mexicanas.
Han sido muchos, pero no suficientes los esfuerzos para garantizar que las mujeres puedan desarrollarse de manera libre, sin discriminación y sin violencia a lo largo de su vida. Los roles y estereotipos de género que históricamente nos han sido impuestos por la sociedad basados en conductas machistas y misóginas siguen mermando nuestra existencia solo por el hecho de haber nacido mujeres.