El 22 de abril es declarado Día Internacional de la Madre Tierra por la ONU. De la salud de la Madre Tierra depende nuestra salud, pero también con nuestra salud, podemos contribuir a la salud de la Tierra. Estos días nos invitan a hacer pausas de reflexión para preguntarnos cómo estamos contribuyendo como individuos, grupos y sociedades al equilibrio de la naturaleza.
Convertir todos los medios de la experiencia humana hacia la sintonía con la naturaleza, es la única manera de prevenir una extinción masiva, que solo conseguiremos evitar si todo el mundo pone de su parte. Atender nuestro entorno inmediato contribuye al todo al igual que cada célula sana ayuda al cuerpo. Cada pequeña parte es de vital importancia.
Podemos comenzar por la conciencia de agradecimiento hacia el planeta que nos brinda la oportunidad de experimentar la vida material, haciendo un repaso por las sensaciones de los sentidos, y después por todos los momentos que nos han hecho felices, sin olvidar los momentos desafiantes en los que hemos crecido como personas y en los que nuestra conciencia se haya hecho más grande.
Al final, venimos a aprender. Por las buenas, por las malas, por las mejores o por las peores, pero venimos a aprender. Y aprender a vivir en equilibrio es una de las lecciones que nos enseña la Madre Tierra.
Sin balance, las cosas se tornan extremas, y es cuando la naturaleza genera las depuraciones necesarias para volver al equilibrio. Tal vez en otros mundos no sea así, pero en la Tierra sí. Existen múltiples prácticas para llegar al balance en todos los aspectos de nuestra vida, que es desde donde podemos ver las cosas de forma más neutral y, en consecuencia, actuar en el pilar medio del árbol de la vida.
Existe una forma sencilla y efectiva de fomentar el balance, y también de bendecirnos y bendecir a la Tierra, que podemos hacer cada mañana y cada noche, así como en los momentos difíciles: sentado en postura de meditación o como le sea cómodo, coloque sus manos a la altura del estómago con sus dedos apuntando hacia el frente, haciendo que sus palmas se miren una a la otra, paralelas y separadas, como si sostuvieran un balón de baloncesto, cierre los ojos y concéntrese mentalmente en las vibraciones de amor, paz y luz como fuente de todas las bendiciones.
Envuelva entre sus manos a toda la Tierra, y con ella, a toda la vida en todas partes, incluido usted y las personas que más requieran de estas vibraciones. Imagínese que están siendo penetrados por completo por los rayos rosados del Amor, los rayos azules de la paz y los rayos blancos de la luz del sol.